martes, 24 de abril de 2012

El periodista de la Casa Blanca que se convirtió en mendigo y volvió para contarlo


Guillermo Descalzi nació en Perú en 1947. Estudió Educación en la Universidad Católica de Lima, y posteriormente en el Canisius College, en Bufalo, Nueva York, y en el State University College of New York. Tiene una maestría en educación, pero ha dedicado su vida profesional al periodismo desde 1975. Antes de ese año trabajó como maestro en el Colegio Santa Margarita, en Lima. Desde el inicio de su carrera, Descalzi se convirtió en uno de los pioneros del periodismo televisivo en español en Estados Unidos empezando a trabajar en la primera estación en español en abrir sus puertas en la bahía de San Francisco, la en ese entonces KDTV canal 60 de la Spanish International Network (SIN). Fue trasladado a Nueva York para participar en la organización del primer noticiero nacional de televisión en idioma español, ahora Noticiero Univisión. Fue luego el primer corresponsal continental y mundial de esa cadena. Ha cubierto los conflictos centroamericanos, la guerra del golfo Pérsico y la guerra en la ex Yugoslavia. En su paso como corresponsal acreditado en la Casa Blanca empezó a tener problemas con las adicciones. Cocaína, Marihuana, Alcohol, cualquier cosa servía para calmar esa insatisfacción permanente en un mundo que le parecía cada vez más ajeno. Contaría en algún reportaje que por aquellos años "jalar coca" era algo habitual en su vida y que su problema se había empezado a notar, varias veces se había sentado en las mesas del poder para hacer negocios y probar "la mejor mercadería del mundo", así lo hizo con dictadores como el panameño Manuel Noriega. Fue así que la cadena de noticias para la que trabajaba le propuso que se internara en una clínica de recuperación, él se negó rotundamente y siguió en ese tren descontrolado. Alguna vez recordó que en uno de los encuentros del Presidente de los EE.UU. (por ese entonces George Bush, padre) con los periodistas que trabajaban en la Casa Blanca participó de una charla que lo marcaría para siempre. El viejo George les preguntó por qué creían que personas como él eran necesarias para el país. La respuesta no se hizo esperar: porque yo tengo que tomar la decisión de bombardear una población civil, donde seguramente habrá muchas perdidas humanas, y a la noche puedo dormir en paz y con la conciencia tranquila sabiendo que cumplí con mi deber defendiendo los intereses de esta nación. Descalzi acorralado y en un acto de rebeldía contra el sistema en el que vivía empezó a pergeñar la idea de no volver algunas noches a su elegante piso en el corazón de Washington D.C.. Ya había perdido a su familia por el mismo tema y ahora empezaba a recorrer las calles de madrugada rodeado de trashumantes que habían tomado su mismo camino. Dormía entre diarios y cartones en los callejones más oscuros de la ciudad, comía de los tachos de basura, bebía lo que le daban y hasta se atrevió a pedir para sobrevivir. Una oscura noche, ya sin trabajo y deprimido, decidió no volver más a su casa. Muchos lo encontraban en la calle y no podían creer la situación en la que se encontraba. El mendigaba estirando la mano y con una frase: "Guillermo Descalzi ¿se acuerda?". Como Homeless probó todas las drogas que le faltaban probar y consumió todo el alcohol que quiso y el que no quiso también. Una tarde, confesó años después, había estado en un parque acompañado por otra persona que vivía como él. De manera inesperada apareció un mendigo que no conocían y que increpó a su compañero para que le entregara la botella de vino barato que estaban compartiendo. Ante la negativa, el hombre sacó un cuchillo y dejó tendido a su amigo en el piso para escapar con el botín. Descalzi corrió desesperado y dio cuentas más tarde que el ser humano sostiene su condición descarnada y brutal tanto en la opulencia como en la miseria más absoluta. Con ayuda de su colega Pedro Sevec, que lo entrevistó en su peor momento, Descalzi empezó a salir de las sombras y a alejarse de esos demonios y fantasmas que carcomían su espíritu. Volvió a trabajar y pudo publicar una historia que no tiene desperdicio. Se trata del libro "El Príncipe de los Mendigos", un material que intenta desvelar los misterios del alma humana.            

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