viernes, 14 de febrero de 2020

Sin solución de fondo para el hambre Wichi

La sociologa y antropóloga repasa las constantes fallas en las que caen los gobiernos para abordar la grave situación de pobreza y desnutrición en el norte salteño.

Todos los años mueren niños wichies en Salta, por diferentes razones: desnutrición, deshidratación, falta de ambulancias, falta de agua, etc. Algunos lo llaman el “lento genocidio Wichi”, otros hablan de ecocidio (asociado a la brutal tasa de deforestación).
Estas últimas semanas murieron 7 niños y una mujer, además de haber cientos de niños en estado crítico. Los caciques y la gente, denuncian la falta de agua potable y de alimentos, el corrimiento de sus tierras ancestrales, debido a la expansión de la soja transgénica y el uso de glifosato.
La escasez de comida se debe fundamentalmente a que han perdido la posibilidad de acceder a la tierra y a los frutos del bosque, debido a la deforestación para el cultivo de soja. Este año, además de plantear todas estas cuestiones, un médico denuncia la falta de infraestructura médica, servicios sanitarios básicos, pocos médicos. Podríamos decir que no está funcionando tampoco, la atención primaria de la salud que detecta las situaciones críticas y deriva a los centros de mayor complejidad. etc.
La situación es la misma desde hace muchos años y ningún gobierno le ha dado una repuesta de fondo al problema. Esta atrocidad e inhumanidad nos coloca en el centro de las noticias nacionales y a veces internacionales.
Hace unos días vino el nuevo ministro de Desarrollo Social de la Nación y reconoció que el problema era la falta de agua potable, el acceso a servicios de salud y alimentos. En el acto donde se firmaban acuerdos con la provincia, vinculados con el acceso al agua en la zona, el gobernador dijo que “venimos a traer agua segura” (¿que habrá querido decir con eso?).
En su momento, cuando sucedieron casos similares el gobernador de ese entonces, Juan Manuel Urtubey dijo que la causa de la desnutrición y las muertes por hambre eran culturales. Había visto, en el Hospital de niños, hace unos años, a mujeres wichies cuidar a sus hijos enfermos con tanto cariño, que me pareció algo inconcebible de parte de un gobernante, echarle la culpa a la víctima y de paso lavarse las manos, en lo que hace a la responsabilidad social que le cabe, al estar a cargo del cuidado del bien común de los ciudadanos de esta provincia.
En ese entonces escribí un artículo sobre el tema (1) cuyas reflexiones y conclusiones están vigentes. Demostré allí, que con respecto a la explicación del hambre en la cultura Wichi, los discursos gubernamentales locales, del presente y del largo tiempo (durante el siglo XX y parte del XXI), lo explican como producto de sus hábitos culturales considerados inferiores, atrasados, arcaicos, no modernos, a partir de un racismo anti indígena particular neocolonial que reproduce la pobreza y la exclusión.
Observé cómo, en el largo tiempo, las respuestas gubernamentales no actúan sobre los procesos coyunturales e históricos estructurales que producen el hambre, ni tampoco sobre los perpetradores, al contrario, en la mayoría de los casos, apoyan y promueven políticas que lo producen, como la expansión de la soja o defienden a los dueños de las tierras que los acorralan y le quitan la tierra y el acceso al agua.
Disciplinados y civilizados
Cuando mueren los niños, se despliegan renovados dispositivos disciplinarios y “civilizatorios”. Por ejemplo se dice, que hay que enseñarles a comer, a higienizarse, a cuidar a sus hijos, que el problema es el alcoholismo y el abandono, etc. La muerte por hambre o deshidratación, se podría erradicar -según estos discursos- a partir de la educación. Es en las propias víctimas en las que se corporiza el problema de la falta de medios de subsistencia (trabajo, acceso a alimentos, protección social para vivir una vida digna, etc.).
Se naturaliza, así, una visión del mundo que reafirma la superioridad del que diagnostica por sobre “la cultura” del otro, en este caso “el indio”, que «deja morir»: Argumentación que justifica los dispositivos de intervención social disciplinatorios para «educarlos» e «integrarlos».
La muerte por hambre o deshidratación en esta zona no es nueva, pero se ha visto agudizada por los procesos intensos de expropiación brutal de medios de subsistencia básicos para la vida que brindaba el bosque y el agua. Considero, como Josué de Castro, que las zonas de hambre endémica son una muestra de las relaciones de expropiación de riqueza y de medios de subsistencia neocoloniales persistentes y brutales.
La ciudad más importante del área Tartagal, vivió en estos últimos tiempos una serie de procesos que pueden ser considerados paradigmáticos de la “gran transformación neoliberal”, vinculada a las privatizaciones petroleras, la desfinanciación de la Salud Pública, la expansión de los agronegocios, la deforestación, el creciente empobrecimiento de las poblaciones rurales y su migración a las zonas periurbanas.
Al mismo tiempo, fue escenario de luchas sociales tanto de obreros industriales piqueteras, como de organizaciones indígenas que demandaban, trabajo las primeras y las segundas derechos básicos como la tierra y el agua.
Hechos catastróficos producidos en los últimos años, dan cuenta de lo que está sucediendo: el aluvión del río seco que se llevó gran parte de viviendas de la ciudad, el brote de dengue en el año 2008 y 2009, las inundaciones debidas a la crecida del Río Pilcomayo entre 2018 y 2019, donde poblaciones de la zona fueron fuertemente afectadas. En esa ocasión, el gobernador Urtubey dijo que era un hecho “paradójico” ya que “perdieron todo y al lado, no perdieron nada porque no tienen casi nada”.
Esta falta de sensibilidad y humanidad, demuestra su desdén sobre los que tienen poco, porque justamente eso que tienen (casa, ropa, colchones, utensilios, etc.) vale mucho más cuando se pierde que aquellos que tienen más. Manifestó, además, que “los desmontes no tienen nada que ver con la inundación”. Sin embargo está probada la relación entre deforestación, aparición de enfermedades endémicas, inundaciones y diversas catástrofes naturales (2), todos problemas sufridos en la región.
Estos días de nuevo se repite la historia, manifestamos nuestro descontento y tristeza por lo que está pasando, pero nunca se hizo nada para resolverla, solo parches. Las fotos de niños piel y hueso estremecen nuestra sensibilidad, pero ¿cuánto dura?, muy poco. Lo necesario para que nuestras conciencias se adecuen rápidamente a las comodidades cotidianas. Y el año que viene, volveremos a ser noticia, porque niños perderán la vida por causas evitables, o porque enfermedades endémicas, o desastres naturales arrasen con sus vidas.
(1) “El racismo indio sobre las comunidades indígenas” en Formas de racismo indio en la Argentina y configuraciones sociales de poder. Editorial Pro Historia, Rosario, 2017 (es capitulo es una re escritura de otro que escribí en el 2004) https://www.academia.edu/37449443/Formas_de_racismo_indio_en_la_Argentina_y_configuraciones_sociales_de_poder
(2) “Según el Informe Geo Argentina, los factores básicos de riesgo ambiental para la salud relacionados con la deforestación, son el aumento de las catástrofes naturales y de los animales transmisores de enfermedades (vectores). En este sentido, la Organización Mundial de la Salud señala a la deforestación como un factor más que -junto al desarrollo agrícola, los embalses y los planes de regadío- puede desencadenar brotes de enfermedades parasitarias u otras de carácter infeccioso (…). Entre otras enfermedades afectadas por los cambios ambientales se hallan (…), la fiebre dengue, la leishmaniasis, la enfermedad de Chagas y la meningitis bacteriana (Informe sobre las Enfermedades Infecciosas, Eliminar Obstáculos al Desarrollo Sustentable citado en IEDPN, 2009)
Fuente: Política de parches. Por Sonia Álvarez Leguizamón

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