viernes, 25 de marzo de 2022

En el Gobierno empezó la cuenta regresiva para reordenar el Frente de Todos

Bajo el propósito de seguir mostrando gestión en un palacio de gobierno casi paralizado -en términos objetivos- el entorno presidencial continúa con las agendas de ocasión. Desde las usinas informativas oficiales se anunciaba textualmente el lunes pasado que: "11:30 el presidente Alberto Fernández recibe en Casa Rosada a las autoridades de la empresa siderúrgica surcoreana Posco”. Después haría lo mismo con representantes de la firma china Zijin Mining Group, junto al ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas y el gobernador de Catamarca, Raúl Jalil.

Mientras tanto, fuera de los flashes, se empezaba a conocer que, el fin de semana anterior, el jefe de Estado había decidido bajar el tono a la disputa con el cristinismo, pero sin entregar sus banderas, y mucho menos el papel que juega como titular del Poder Ejecutivo. Quienes prefieren (cada vez con más asiduidad) hablar en off, esgrimían en las galerías de Balcarce 50 que “Alberto sabe que lo quieren llevar a romper lo coalición, pero no les va a dar el gusto”. Ese lenguaje bélico es el que contrasta con las declaraciones públicas que comparten ambas facciones cuando repiten el clásico y agotador: “Hay que desdramatizar las discusiones internas”.

En ese cuadro que fuerza al jefe de Estado a disminuir la intensidad del enfrentamiento, Fernández tuvo que pedir a sus halcones que bajaran el tono. Entre otras cosas, aprovechó el feriado del jueves para ordenar la suspensión de la clásica conferencia semanal de su vocera Gabriela Cerruti, quien de todos modos salió por medios amigos a sugerir a aquellos que se muestran contrarios a lo sellado con el Fondo Monetario, se fueran de la alianza gobernante. Lo hizo en alusión a uno de los directores del Banco Nación, Claudio Lozano, aunque en realidad, se animó al tiro por elevación a los seguidores de la Vicepresidenta, y a la propia exmandataria. Un asistente gubernamental al que se lo consultó por los dichos de la ex diputada bromeó sonriente en el primer piso: “¿Y qué?.. ¿No podemos tener nuestra propia Fernanda Vallejos?".

El acuerdo con el FMI ya fue aprobado en el Parlamento y ocurrirá lo mismo en el directorio que encabeza Kristalina Georgieva (quien habló con Fernández y Guzmán hace horas). Eso va a pasar, más allá de problemas que surgen de lo negociado en materia de subsidios a la energía, algo que habrá que renegociar debido a los aumentos de gas y petróleo producidos por la invasión de Rusia a Ucrania. De todos modos, para el kirchnerismo las cartas no están echadas y persiste el reclamo para que se abran otros canales con el fin de no aceptar lo que describen como un cogobierno con el Fondo y Juntos por el Cambio -“los dueños de la criatura”- según el Instituto Patria.

El martes, Fernández tenía el compromiso de asistir antes del mediodía al Museo del Bicentenario para encabezar el Gabinete de Cambio Climático. Todo se retrasó porque resolvió conceder una entrevista radial -desde la Residencia de Olivos- a un periodista oficialista que antes había cuestionado las luchas intrínsecas en la coalición gobernante. En el extenso reportaje, el mandatario materializó el mensaje que había masticado entre el sábado y el domingo. Manifestó que “por narcisismo o egoísmo, no podemos darnos el lujo de desunirnos”, en un claro pedido de tregua, aunque aclarando que valora a Cristina y a Máximo, pero "no existe la presidencia colegiada, las decisiones la tomo yo”. Ese salir a afirmar lo que debería estar implícito retumbó a los oídos de los asesores (que no asesoran previamente), como otra muestra de debilidad de su jefe, algo que “debería evitar”, dijo uno de los consejeros, a quien se vio más preocupado porque su nombre no salga en esta nota que por lo que genera la verba presidencial.

Las declaraciones del titular del Ejecutivo levantaron polvareda en Rodríguez Peña 80 (sede del Patria), y según pudo saber quien escribe este texto, desde allí aseguran que nadie discute lo que dijo Alberto Fernández, pero sí se lo acusa de no cumplir con acuerdos preexistentes que derivan del momento en que se conformó el FdT, cuando él fue ungido para el cargo por CFK.

En Balcarce 50 existen quienes presionan al Presidente para que rompa con el kirchnerismo, pero también los que lo impelen a no sacar los pies del plato. Entre ellos está la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra, quien ya tuvo un papel protagónico cuando, después de la derrota en las PASO, salió a frenar la operación mediática en torno a Fernández (y ordenada por Juan Pablo Biondi a través de su segundo Marcelo Martín) sobre la supuesta aceptación de la renuncia al ministro del Interior, Eduardo de Pedro -que nunca fue- y que rompería el Frente prematuramente.

En el transcurrir de las batallas intestinas los funcionarios que responden al “albertismo” intentaron darle entidad a la “guerra contra la inflación en la Argentina” que prometió el mandamás del Ejecutivo. Así se sucedieron reuniones con las cámaras empresarias del sector alimenticio; la decisión de subir las retenciones a los derivados de la soja (harina y aceite) y el biodiesel, todo con la intención de subsidiar a los molineros y procurar que se mantenga el precio del pan. Medidas que, hasta ahora, dieron como resultado faltante de mercadería en góndolas y más discusiones al interior del oficialismo.

La pretensión es llevar a la práctica un método que dé buenos resultados, y que supere el fallido esquema de Precios Cuidados con controles infructuosos. Alrededor de estas normativas se abrieron más frentes de conflicto, tal es el caso del campo –que se radicaliza- y el de los productores de alimentos y bebidas que no dan crédito al plan. La iniciativa de retrotraer precios a febrero de este año 2022, y de imponer una canasta de 60 productos regulados, genera dudas en el propio oficialismo, porque recuerdan que no hubo forma de inspeccionar los más de 1400 que se intentaron controlar allá por octubre del año pasado.

El discurso duro de Roberto Feletti (Comercio Interior) contra el agro, al que acusó de llevar adelante un ataque especulativo para comprarse departamentos en Miami y 4x4 con el fin de salir “a la ruta a exhibir el lujo que tienen porque quieren convalidar una suba del 50% en dólares en sus stocks, por solo efecto riqueza, echó nafta al fuego. Más aún cuando explicitó: “Yo dije la otra vez: si vamos así, la Mesa de Enlace va a decidir qué comemos y qué no comemos”. La respuesta de la Sociedad Rural no se hizo esperar, y su presidente, Nicolás Pino, la caracterizó de “provocación”.

En el contexto de la vorágine donde, como señaló un colaborador gubernamental “se hace que hace hasta que se resuelvan las diferencias entre Alberto y Cristina”, el titular de la UCR y Gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, que asistió a una reunión del Foro de Intendentes Radicales, se desdijo en el Patio de las Palmeras ante los periodistas acreditados, al declarar que él no iba a alimentar la grieta. Horas antes había expresado que el “kirchnerismo se quiere llevar puesto a Alberto Fernández”.

A la vez que se suscitaban suposiciones sobre el devenir del oficialismo, quedó nuevamente expuesto el grado de improvisación en la Rosada. Ningún integrante de la Unidad de Gestión de Comunicación de la Presidencia podía confirmar, en el correr de los días, dónde iba a estar el presidente el 24 de marzo. Se habló primero de alguna actividad en Olivos, luego se arrojó la posibilidad de un viaje a La Rioja para homenajear al Obispo Angelelli (asesinado por la dictadura militar), y finalmente lo que ocurrió: un solitario acto matutino en el auditorio del ministerio de Ciencia y Tecnología que recordó a los científicos desaparecidos por el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”.

Entretanto, la Senadora Kirchner se reunió con Hebe de Bonafini en la sede de las Madres con el eco de fondo de la misiva de intelectuales que la respaldan  y que fue bautizada “Moderación o Pueblo”. Título que marca la dicotomía entre la jefa política del espacio y su ungido candidato a presidente en 2019. Después de la intentona de la portavoz Cerruti por tratar de que la titular de ese sector de los Derechos Humanos bajara los decibeles de las críticas que dirige a su jefe Fernández, la mujer del pañuelo blanco redobló las diatribas. Post encuentro con Cristina, y sin eufemismos, sostuvo que “Alberto Fernández no tiene nada que ver con nuestro espacio”.

La cosa no quedó ahí. Llegó finalmente la jornada de la Memoria, Verdad y Justicia, donde ya se sabía que La Cámpora iba a peregrinar desde la exESMA (centro de detención clandestino de la Escuela de Mecánica de la Armada) hasta la Plaza de Mayo. Precisamente allí se demostró el repudio hacia los moderados, primero a través de la voz del secretario general de la organización y responsable de la cartera de Desarrollo de la Comunidad bonaerense, Andrés Larroque, quien remarcó que "el Presidente fue jefe de campaña de un espacio que sacó 4% en una interna que participó y después fue convocado por Cristina", en referencia al 2017, cuando junto a Emilio PérsicoFernando “Chino” Navarro (ambos del resquebrajado Movimiento Evita), y otros integrantes del hoy llamado “albertismo”, fueron con Florencio Randazzo contra CFK, en favor del candidato de CambiemosEsteban Bullrich, que ganó la elección en la Provincia de Buenos Aires. 

El “Cuervo” fue explícito con respecto a cuál es el posicionamiento de la agrupación que representa: “No nos podemos ir de algo que nosotros constituimos”. En el desconcierto generalizado que confunde hasta a la tropa propia, Cerruti optó por correr hacia la 9 de Julio y sacarse una foto con el heredero de Néstor y Cristina Kirchner. Una imagen que rápidamente promocionó en sus redes. El “somos amigos, fue mi jefe de bloque”, que recita cada vez que se la consulta en la Rosada sobre su relación con Máximo, parece no caber en esta realidad de contrasentidos que pueden derivar en una grave crisis institucional. Las postales y fórmulas de minimización ya no surten efecto en nadie; ni en los leales a Alberto (que no la vieron en el acto oficial), ni en los periodistas y, mucho menos, en la sociedad en su conjunto, que percibe más un cambalache de final impredecible, que una simple controversia política entre amigos y compañeros de lucha.    

Vale decir que el diputado Kirchner apuntó otra vez a los albertistas y les advirtió que "el gobierno tiene que ser con la gente adentro". Otra demostración de fuerza fue el haber sumado a varios ediles bonaerenses, encabezados por Martín Insaurralde, intendente de Lomas de Zamora (en uso de licencia) y jefe de Gabinete de la PBA. Un caudillo comunal de peso que siempre huele dónde está el centro de decisiones y que hace rato definió a quien presta sus servicios. 

Más tarde, a la exposición de Larroque se sumó la de Axel Kicillof, quien también apareció al lado de Hebe, pero en la vereda de la Casa de las Madres. Allí, el gobernador de la PBA refrendó: “Estamos este 24 de marzo para empujar la barrera de lo posible. Hay que pensar para qué llegamos al Gobierno en el '19 y no es ni para permanecer, ni para seguir, ni para no molestar, es para darle de comer a la gente, para dar trabajo, para reactivar la industria y la producción”, y remató: “Al que no le interese pelearse con nadie, que sepa que no lo necesitamos, hay que dar todas las peleas”. La frase, como un misil, hizo blanco en la quinta presidencial donde ya estaba recluido Fernández. Primero fue “Wado” de Pedro con su renuncia ("declinable"), y ahora el otro hombre que más cercanía demostró tener en los dos primeros años de administración con Alberto, quien desde el ala pro Cristina salió a pegarle sin filtros.

Otra mala noticia que detonó en el edificio de Gobierno tuvo que ver con la derrota de Antonio Caló en la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), a manos de un sindicalista cercano a Máximo: Abel Furlán. El gremialista que sucedió al legendario Lorenzo “Loro” Miguel hace casi 20 años, fue uno de los que se incorporó a las filas albertistas y aconsejaba al propio Presidente -cuando empezaron los primeros cortocircuitos con su vice- “usá el poder que tenés ahora Alberto, aprovechá”. Por lo visto, ni él, ni el mandatario siguieron el axioma.

En la semana, un dirigente de Juntos por el Cambio que visitó Casa de Gobierno por un cónclave dedicado a tratar temas de gestión jurisdiccional (y que prefirió el anonimato) hizo hincapié en la preocupación que tiene la oposición por la guerra que se ha desatado en el oficialismo. Lo alarmante fue el comentario que hizo sobre Sergio Massa, con quien confesó haberse reunido pocas horas antes. Apuntó que el líder del Frente Renovador está tan preocupado como ellos por lo que está pasando. Es cierto que el tigrense no se despega de sus cigarrillos, esos que fuma sin parar oculto en su despacho mientras persiste en ser la garantía de gobernabilidad que le toca por elección, pero también porque sus socios -en disputa- lo han puesto allí.

El funcionario de JxC añadió que el problema está en la parálisis que sufre el Congreso y la administración nacional, y opinó que “cuando la presidenta era Cristina, ella era la jefa, más allá de lo que se piense sobre su persona, lo mismo con Mauricio, el jefe era él. Ahora no se sabe con quién hay que hablar para avanzar con temas claves”. Asimismo, advirtió que esto debe ser una advertencia para quien venga en 2023, “incluyéndonos a nosotros”, subrayó, e hizo foco en la situación que como espejo se da en la alianza a la que pertenece. “No puede haber un jefe por sobre el presidente de turno”. Algo que apuntó en mención a la figura de Macri, quien tiene predominio en el PRO sobre Larreta, Patricia Bullrich y Vidal -confesó- y que estimó podría tener un efecto repetición a la experiencia del FdT, en caso de no tener posibilidades de imponerse en las Primarias, a sabiendas de que el ex presidente quiere volver a ocupar el sillón de Rivadavia.

Lo que entienden los protagonistas de la película, y quienes la miran desde afuera, es que esta coyuntura es insostenible en el tiempo. Queda poco mandato para revertir la crisis económica que Cristina Kirchner infiere, se va a agravar por lo pactado con el organismo de crédito mundial y los errores cometidos. Una cumbre entre ambos, donde se ceda en algo, parece difícil, pero no hay muchos caminos, analizan los miembros del propio Gobierno. La ola de rumores y operaciones es infinita.

Desde Juntos aseguran que no hubo propuesta oficial para dar algún retoque al cronograma electoral: ergo, adelantar las elecciones, algo que los susurradores indican que es una contingencia que estudia el cristinismo para no perder más votos de cara al 2023 y tener la oportunidad de contener a su electorado, al menos en la Provincia de Buenos Aires. Este es uno de los tantos rumores que suena entre bambalinas.

Otros aseguran que un re-acordado cambio de Gabinete es lo único que podría descomprimir el tema y evitar un aterrizaje forzoso. “Si nadie afloja, esto no tiene salida”, refiere un intelectual kirchnerista que hoy habita las filas de los albertistas contradictorios (que por momentos parecen culposos), y que además firmó la epístola en favor de la unidad en respaldo al Presidente. 

La cuenta regresiva empezó a correr y ya nadie puede detenerla, pareciera que lo que se promueve hasta ahora es apenas una suerte de control de daños librado al azar, una fórmula que lo único que avizora es una incertidumbre peligrosa.  

Fuente: Juan Pablo Peralta desde Casa Rosada para Política y Medios (PYM) @JuamPaPeralta

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