
Una de las cosas que más llama la atención en referencia a la comunicación de este gobierno con los medios, y a través de ellos a la comunidad, es el tema de las voces elegidas para transmitir los mensajes del
Poder Ejecutivo. Desde el advenimiento de la democracia hasta la era
K, se respetó la figura institucional del vocero presidencial. En tiempos de
Alfonsín en esa función efectiva estuvo el periodista
José Ignacio López, en épocas de
Menem,
Humberto Toledo, para
De la Rúa trabajaron
Ricardo Ostuni y
Juan Pablo Baylac y
Luis verdi y
Eduardo Amadeo lo hicieron para
Duhalde. La llegada de
Néstor Kirchner vislumbró por primera vez una figura decorativa en ese cargo, ya que
Miguel Núñez jamás cumplió la tarea como se la conoce. En la continuidad del periodista en el puesto para la administración de
Cristina la situación sigue siendo exactamente la misma. Con extrañeza, los moduladores de la opinión u desarrollo de gestión de gobierno de los últimos seis años han sido, el
Jefe de Gabinete o el
Ministro del Interior, lo que deja expuesta una singular desconfianza por el pronunciamento público sobre las decisiones de gobierno que pueda hacer un miembro de la administración que no pertenezca y tenga relación directa con la mesa chica del poder.
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