Es difícil avizorar qué va a pasar con la oposición”, se resguarda Ricardo Sidicaro en el comienzo de la entrevista con Debate. Y apela a la estadística para fundamentar sus prevenciones: la ley de los grandes números indica que si alguien tira cinco mil monedas, 2.500 saldrán cara y 2.500 seca. En cambio, si se arroja una sola moneda, no se podrá hacer ninguna previsión, porque podrá caer de cualquiera de las dos caras. “En la Argentina, tenemos una sociedad muy heterogénea y grupos políticos muy pequeños, tanto en la oposición como en el Gobierno. Entonces, la política se vuelve imprevisible”, resume.
Doctor en Sociología en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París y profesor de la Universidad de Buenos Aires, Sidicaro se ha especializado en el estudio de las transformaciones del sistema político de la Argentina en las últimas décadas. Los tres peronismos: Estado y poder económico y La crisis del Estado y los actores políticos y socioeconómicos en la Argentina 1989-2001 son dos de sus obras claves. Ahora prepara un nuevo libro, Los kirchnerismos, que publicará Siglo Veintiuno Editores en los próximos meses.
El apoyo de la UCR y el Frente Amplio Progresista a la expropiación parcial de YPF, ¿permite inferir un cambio de estrategia en la relación con el Gobierno?
Este tipo de fenómenos concita, en realidad, un acuerdo que está por encima de las circunstancias actuales. En el caso de las Malvinas, no hay que olvidar que, en plena dictadura, todos los partidos se alinearon en la celebración de la guerra, salvo contados dirigentes. Y con respecto a YPF, también entienden que hay una suerte de consenso social que no habilita a tomar posiciones distintas. Entonces, las fuerzas de la oposición tratan de no quedar al margen de ese fenómeno.
Varias voces oficiales, sin embargo, señalaron que el consenso alcanzado en el tema YPF representa un rescate de la autonomía de los partidos políticos frente a las corporaciones mediáticas. ¿Cuál es su opinión al respecto?
Creo que esa forma de interpretación que convierte a los medios en grandes actores de la escena pública es parte de la devaluación de la política. La opción “Braden o Perón” no se puede traducir en la alternativa “Magnetto o el kirchnerismo”. La búsqueda de alteridades -ese otro al que adjudicarle grandes responsabilidades- es la que mejor indica la magnitud de una empresa política. Adjudicárselo a Braden era una empresa política de talla extraordinaria; pero adjudicárselo a TN creo que disminuye la calidad de la política.
¿Qué papel pueden jugar las figuras de la oposición, ante esa alteridad que las excluye?
Aquí se ha devaluado el juego político y lo que se descompuso en 2001 no se reconstruyó en los diez años siguientes. En realidad, era un sistema que ya venía devaluado. La crisis de los partidos políticos es un fenómeno mundial, pero es menos aguda en aquellos países en los que había fuerzas constituidas desde larga data. En la Argentina, en cambio, cuando comenzó el proceso de reconstrucción de la democracia, los partidos políticos casi no existían. Todos venían muy mal -desde la dictadura o antes de ella- y el retorno democrático estuvo más fundado en la ilusión de la sociedad que en la calidad de la dirigencia argentina. Quien mejor captó esa ilusión fue Raúl Alfonsín, porque Ítalo Luder no terminó de comprenderla. Luego, el peronismo quiso renovarse, pero el más renovador terminó siendo Carlos Menem. La gravedad de la crisis de los partidos políticos es algo que cuesta comprender en su verdadera dimensión.
¿Qué obtura esa comprensión?
En buena medida, se debe a que los medios necesitan que haya partidos políticos para ordenar la realidad. Pero hoy los vínculos de los dirigentes para crear una comunidad no son más que rencillas internas permanentes, sean en el partido oficialista o en la oposición. Y han perdido la capacidad de narrar historias verosímiles. Por otro lado, se les ha debilitado la representación social, aunque no por ellos, sino porque una sociedad tan heterogénea se vuelve menos representable.
¿A qué obedece ese fenómeno?
Cuando las sociedades están más integradas, son más representables. Pero la sociedad argentina es muy heterogénea. Entonces, los partidos políticos no podrían decir que representan al sector A, B o C, con la seguridad con que lo podían decir en otras épocas. Hoy, es un juego en el que cada uno piensa cómo maximiza posibilidades. Los partidos no constituyen una comunidad de deliberación. Si uno se pregunta quién es el partido, por ahí son dos personas, tres o cinco; en el mejor de los casos, nueve.
¿Por qué dice que los medios necesitan de los partidos?
Deben ordenar la realidad, si no ¿cómo se comunica? Entonces, la comunican diciendo que esa gente equis constituye el Partido Justicialista o de la UCR. Pero costaría mucho encontrar la asamblea deliberativa del PJ o de la UCR, porque son identidades que no tienen mucha consistencia. Las primarias abiertas le dieron a la oposición la posibilidad de ir con varios candidatos y de buscar un reconocimiento en la sociedad. ¡Pero eligieron los candidatos entre bambalinas! Ése no es un criterio que muestre la intención de construir un partido.
La UCR fue un actor preponderante de la agenda política durante todo el siglo XX. ¿Por qué hoy se ha transformado en una fuerza meramente parlamentaria, que controla sólo algunas intendencias de peso?
Hay una crisis en el alcance nacional de los partidos que, sin embargo, existe en el plano provincial y municipal. La resolución de este tema dependerá de los sufragios que obtenga cada fuerza en las próximas elecciones. Pero la escena política nacional de discusión es muy simplificada y, en consecuencia, no permite los grandes discursos de otras épocas.
Precisamente, el Frente Amplio Progresista logró el segundo lugar en las presidenciales, pero hoy muestra dificultades para imponer temas en la agenda pública.
Es muy difícil que un partido que tiene historia provincial pueda crear líderes de alcance nacional. Los peronistas han funcionado, desde 1983, como una confederación de partidos provinciales y municipales que tienen recuerdos en común que les permiten asociarse y llevar adelante políticas y candidaturas. Hoy están discutiendo las candidaturas, y dudando de las lealtades de las distintas filiales municipales y provinciales. Pero el peronismo revela, mejor que otras fuerzas, la fragmentación territorial de la Argentina.
¿Por qué caracteriza así a la actualidad del PJ?
De las tantas que circulan, creo que una de las mejores definiciones sobre el peronismo es la que se le adjudica a Guido Di Tella, quien decía que el peronismo era un partido de los ricos de las provincias pobres y de los pobres de las provincias ricas. A esa ecuación, yo complemento que, por las proscripciones que sufrió, se convirtió en el partido de la lucha contra las injusticias. Es decir, la injusticia electoral que sufrían los ricos de las provincias pobres; y la injusticia social que vivían los pobres de las provincias ricas. Y, como partido de lucha contra la injusticia, funcionó muy eficazmente.
¿Qué ocurrió durante el menemismo?
El peronismo perdió mucho de esa identidad, y hoy representa una heterogeneidad enorme y se transforma en una confederación muy compleja, como la definía Néstor Kirchner. Esas reformulaciones hicieron que la UCR, que desde 1946 se había definido como el “otro” del peronismo, también viera tambalear su propia identidad. Hoy se observan las dificultades que tiene, cualquier fuerza política, para construir un nosotros. Entonces, van a ir a elecciones, y podrán sacar más o menos sufragios a raíz de los acuerdos que puedan hacerse. El liderazgo de Kirchner fue un liderazgo de transacciones, de negociaciones. Con Cristina Kirchner, se redujeron esas transacciones; por el contrario, representa mucho más la idea de la construcción de una fuerza política propia.
¿Por qué cree que se produce ese cambio en el estilo de liderazgo?
Desde 2003, lo que se denominó kirchnerismo fue la alianza entre el pequeño grupo que acompañaba a Néstor Kirchner y la confederación peronista. Una vez que el kirchnerismo -o el cristinismo- crece, necesariamente tiene que entrar en conflicto con los partidos peronistas, porque las candidaturas son bienes escasos. Y no hace falta ser economista para saber que el reparto de bienes escasos conlleva conflictos.
En los últimos meses, el kirchnerismo intentó aligerar las deudas que tenía con distintos sectores aliados.¿Qué modificaciones puede generar en esa construcción un eventual cambio en la conducción de la CGT?
La CGT ingresó en la mesa de las transacciones kirchneristas por vía de Hugo Moyano. Cuando se le recorta espacio, revela ser una corporación que tiene una base social. Y esa base social pide mejores salarios. Entonces, no es sorprendente que eso suceda. Ahora bien, pese a que otros dirigentes puedan constituir una CGT más próxima al kirchnerismo, sería ilusorio creer que sería una CGT kirchnerista. Se trataría, también, de una corporación que cree que la mejor estrategia para conseguir resolver algunas demandas sería acercándose al Gobierno. Pero son todos jugadores que calculan.
Con su rechazo a la expropiación de YPF, el macrismo se posicionó como la oposición más acérrima al Gobierno. ¿Cómo podrá sortear sus dificultades de instalación territorial, de cara a las elecciones de 2015?
Uno puede pensar que el PRO se está posicionando para tener un liderazgo del peronismo tradicional. El macrismo entra por una puerta que se podía asociar al neoliberalismo, pero hoy tiene mucho de adaptación del populismo a la ciudad opulenta. Creo que tiene en miras ir en búsqueda de los peronistas disidentes y, de esa forma, lograr los acuerdos necesarios para una implantación territorial que, solos, les costaría mucho conseguir. Pero el estilo del macrismo está muy marcado por el nivel de ingresos de la Ciudad de Buenos Aires, que se parece más a Austria que a Catamarca.
¿Por qué señala que es una adaptación del populismo?
El vecino es la referencia populista de la ciudad opulenta. En ese sentido, el PRO interpela aquellos intereses que uno puede decir que están inclinados hacia la derecha, pero no es muy distinta a la forma en que interpela el populismo en Formosa, por ejemplo. Aunque está claro que las necesidades son distintas en ambos territorios. El tema es que, cuando el populismo se hace desde un Estado, como lo hizo Perón, se convierte en algo trascendente. Pero cuando se hace en estos intercambios cara a cara, se transforma en una fuerza conservadora, sin importar la raíz que tenga.
En la última semana, el gobernador Daniel Scioli admitió su intención de ser candidato a presidente en 2015. ¿Por qué cree que anticipó su jugada?
Scioli tiene posibilidades de captar el electorado del peronismo y sumar votos hacia los sectores más moderados. Con Menem, el peronismo necesitó hacer una alianza con los votos de una derecha neoliberal. El kirchnerismo se alió con el sector llamado progresista. Pero esas combinaciones dejan siempre espacios libres. Hoy, en el peronismo se observa una disputa entre fracciones que, comparada con otras épocas, es muy prolija. Si el cristinismo está buscando constituirse como partido político y puede emanciparse de la vieja tradición peronista, que es lo que muchos suponen que sucederá, el sciolismo tratará de anudar las relaciones con esa tradición, sabiendo que tiene un margen con aquellas personas que son distantes del cristinismo.
Fuente: Revista Debate
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