Algunos economistas que en las últimas jornadas se cruzaron con Guido Sandleris coinciden en el diagnóstico: lo notan golpeado. Preocupado por la situación. "Muy humilde y hasta empático con quienes la están pasando mal por la crisis", enfatiza uno de los consultores que hace unos días compartió una cena con el banquero central.
No es para menos. A punto de cumplir seis meses, el "Plan Sandleris" está bajo fuego. El paquete lanzado al inicio de octubre último tenía como único objetivo la estabilización del tipo de cambio. Algo que quedó en duda: solo en lo que va de marzo, el precio del dólar subió 12%, cuatro veces más de lo que, en promedio, rinde un plazo fijo.
Un panorama radicalmente distinto al de hace apenas un mes, cuando el vicepresidente del Central, Gustavo Cañonero, les pedía a los periodistas que lo dejaran "disfrutar el momento" de una breve paz cambiaria.
El alza del tipo de cambio se aceleró en las últimas jornadas, a pesar de que el Banco Central intentó morigerar esa tendencia con una fuerte suba de la tasa de interés de referencia, lo que le agrega una dosis adicional de incertidumbre a la situación.
¿Se agotó el plan de estabilización? Algunos de los economistas con mayor reputación en la City han sido muy críticos en los últimos días. La credibilidad en el esquema se cortajeó, sin dudas. "Confianza cero", dice un banquero para graficar el momento.
Postulados en revisión
Lo cierto es que algunos de los postulados de Sandleris han quedado sepultados por la realidad. Sobre todo aquello de que el severo apretón monetario serviría para aplacar al dólar. Y que la inflación mostraría una tendencia bajista, mes tras mes.
Primero Alfonso Prat Gay y luego Ricardo Arriazu -solo por mencionar a dos de los economistas más escuchados en la City porteña-, han disparado contra la férrea estrategia encarada por el Banco Central, pero impuesta por el Fondo Monetario Internacional.
Prat Gay calificó de "diabólico" al esquema de bandas cambiarias consensuadas con Washington. Arriazu directamente acusó de "talibanes flotadores que no entienden que Argentina piensa en dólares" al staff del Fondo que impuso las reglas adoptadas por el BCRA.
Semejantes definiciones no hicieron más que ahondar las dudas y la incertidumbre sobre lo que podría sobrevenir en las próximas semanas. ¿Puede repetirse la pesadilla del año pasado, con un billete verde disparado? Algo que tendría, sin dudas, impacto económico y social, pero sin dudas también político.
Mauricio Macri sabe que no hay chances de reelección con una nueva devaluación, lo que implicaría un rediseño del escenario electoral.
Frente al recalentamiento del mercado cambiario, en la Casa Rosada y en el Banco Central llaman a la calma. El argumento se enfoca en que las subas de esta semana se explican por la ola negativa que hundió a las monedas de la región y a otras emergentes, como la lira turca.
Y confían en que, a partir de la próxima semana, la oferta de billetes verdes se acomodará con las liquidaciones de los exportadores de soja. Minimizan la posibilidad de un escenario donde haya retención de divisas por parte del "campo".
Según el economista Miguel Kiguel, ese aporte debería acercar entre u$s50 y u$s75 millones diarios que hoy no están. A los que se sumarán los u$s60 millones que otorgará el FMI a partir de mediados de abril. Pero para ese momento, en los plazos que vive la Argentina, falta una eternidad.
Tasas de interés, con la pólvora mojada
Aunque el campo haga su aporte, desde algunos bancos internacionales observan debilidades. Aun incorporando la volatilidad en los mercados emergentes, el contagio violento hacia la Argentina se analiza como una fragilidad sobre una partitura que se creía a prueba de balas.
Y, lo peor, radica en que la tasa de interés -el principal arma del BCRA para defenderse de un ataque- dejó de disciplinar al "mercado". Al menos en estas dosis.
"Hoy en día resulta muy barato apostar en contra de la Argentina", resume el analista de un banco europeo con sede en Wall Street. "El mercado cambiario se mueve con muy poco dinero", concluye, dando una pista de lo que sucedió en las últimas jornadas.
En el Gobierno tomaron nota de que un grupo de fondos de exterior desarmaron sus posiciones en Lecap (deuda en pesos) para dolarizarse y sacar las divisas del país. Un carry trade negativo.
Llegado a este punto, el tema de debate pasa a ser si aun en un nivel de 68,3%, la tasa sigue siendo baja. Ocurre que, a diferencia de lo que sucedía al inicio del Plan Sandleris, ahora no todos están de acuerdo con que la tasa siga teniendo el mismo poder disuasorio ante el mercado cambiario.
El argumento de los escépticos es que si el Central respondiera a esta volatilidad del dólar con una suba fuerte de las tasas, podría producirse un efecto opuesto al buscado.
El comentario entre inversores y banqueros es que una medida de ese tipo podría ser leída por el mercado como una señal de debilidad, algo así como un "manotón de ahogado" que genere pánico e induzca a una salida de capitales a un ritmo mayor que el observado hasta ahora.
La debilidad del esquema armado por el FMI -y aceptado por el Banco Central- radica en que cuando se da esta dinámica, la mesa del BCRA se queda atada de manos. No puede intervenir para atenuar la suba del tipo de cambio. En la Argentina, un dólar en continua alza trae problemas.
La regla consensuada con el FMI dice que el Central sólo podría vender divisas cuando la cotización sobrepase el techo de la banda cambiaria, que hoy ronda los 51 pesos. Es decir, al dólar todavía le queda un 13% de recorrido alcista sin que la autoridad monetaria pueda intervenir. En el contexto inflacionario que atraviesa el país, ese dato luce desolador.
Con las manos atadas para intervenir en el mercado, quedan, sin embargo, algunas medidas que podrían mejorar la situación. El objetivo central es, naturalmente, que haya pesos que se vean tentados a permanecer en colocaciones de moneda nacional.
Del lado de los bancos, se analiza que el monto que obligatoriamente deben dejar como encaje en el BCRA pueda tener un mayor porcentaje de Leliqs.
Con las manos atadas para intervenir en el mercado, quedan, sin embargo, algunas medidas que podrían mejorar la situación. El objetivo central es, naturalmente, que haya pesos que se vean tentados a permanecer en colocaciones de moneda nacional.
Del lado de los bancos, se analiza que el monto que obligatoriamente deben dejar como encaje en el BCRA pueda tener un mayor porcentaje de Leliqs.
De hecho, ese había sido uno de los factores clave para el éxito inicial del Plan Sandleris en octubre: al permitírsele que la totalidad de los encajes por los nuevos depósitos pudieran estar integrados por estas letras, las entidades trasladaron la suba de tasas a los plazos fijos, sacándole presión al tipo de cambio.
La otra medida -de la que hace semanas se está hablando con los bancos- también apunta a inducir a una nueva suba en el interés que pagan los plazos fijos. Si bien hoy la tasa pasiva es relativamente alta -42% para los pequeños ahorristas-, mantiene una diferencia de más de 20 puntos con lo que remuneran las Leliq.
La otra medida -de la que hace semanas se está hablando con los bancos- también apunta a inducir a una nueva suba en el interés que pagan los plazos fijos. Si bien hoy la tasa pasiva es relativamente alta -42% para los pequeños ahorristas-, mantiene una diferencia de más de 20 puntos con lo que remuneran las Leliq.
Para las entidades, semejante diferencial se traduce en renta pura, pero para el Central el esquema no cierra, porque no permite que las altas tasas atraigan a los depositantes.
La solución al problema sería pasar de licitaciones semanales a mensuales. Los banqueros argumentan que ellos no pueden pagar más por un plazo fijo a 30 días si el instrumento que les permite hacerlo -es decir, las Leliq- vencen a una semana. Por lo tanto, en la mesa chica de Sandleris avanzan en una medida para satisfacer ese reclamo.
De esa forma, se lograría que parte de los pesos que circulan en el mercado se canalicen hacia colocaciones alternativas al dólar. La pregunta, claro, es si aun así será suficiente como para calmar a un mercado nervioso.
La solución al problema sería pasar de licitaciones semanales a mensuales. Los banqueros argumentan que ellos no pueden pagar más por un plazo fijo a 30 días si el instrumento que les permite hacerlo -es decir, las Leliq- vencen a una semana. Por lo tanto, en la mesa chica de Sandleris avanzan en una medida para satisfacer ese reclamo.
De esa forma, se lograría que parte de los pesos que circulan en el mercado se canalicen hacia colocaciones alternativas al dólar. La pregunta, claro, es si aun así será suficiente como para calmar a un mercado nervioso.
El efecto inflacionario
Aun cuando el dólar lucía tranquilo, la inflación ya se había instalado como un tema muy preocupante. La inercia alcista que muestran los precios -sobre todo en el rubro de los alimentos- no había sido prevista por Sandleris y su equipo. Reconocidas consultoras, como Elypsis y MacroView (Melconian & Santángelo), midieron que la inflación de marzo se acercará al 4%.
Y ahora, con esta renovada presión cambiaria, el escenario podría empeorar. De hecho, los lácteos -uno de los rubros que más pesan en el índice de precios minorista- vienen con nuevos aumentos a partir de la primera semana de abril. Algunos de esos incrementos superan nada menos que el 10%.
Como se sabe, la constante suba de los precios y la consabida pérdida de poder adquisitivo de los salarios han venido socavando la imagen positiva de Mauricio Macri, de cara a las próximas elecciones. Un dato que es seguido muy de cerca por los inversores internacionales.
Se da entonces el peor de los escenarios. Un círculo vicioso: hay fondos de inversiones que salen de la Argentina atemorizados por el escenario electoral; ese movimiento sube el tipo de cambio, lo que a su vez presiona sobre la inflación, que erosiona la imagen de Macri, lo que asusta a los inversores.
Esta realidad suele ser criticada en algunos bancos. Hay analistas que contemplan que ese círculo vicioso es alimentado por la propia Casa Rosada, cada vez que fomenta la polarización con Cristina Kirchner.
A los ojos de los inversores extranjeros, la ex mandataria suele ser vista como el peor de los cucos. Y cuando -como ocurrió en la mañana del miércoles- Macri azuza que "volver atrás sería una catástrofe para la Argentina", no hace más que alimentar el monstruo. Darles argumentos a los financistas para sacar los dólares.
"¿Quién se quiere quedar a contemplar si en octubre gana él o Cristina? Algunos fondos de Wall Street prefieren mirar el resultado del partido desde sus casa", resume uno de los consultores preferidos de la City, ante una consulta de iProfesional.
Otro consultor destaca un hecho positivo, "pero que hay que cuidar". Se refiere a los depósitos en pesos que los argentinos atesoran en los bancos. El volumen de plazos fijos creció $400.000 millones desde que se puso en marcha el "Plan Sandleris". Se trata del dinero que podría buscar refugio en los dólares durante la campaña electoral.
Dos banqueros consultados destacaron que, hasta ayer, los depósitos se mantuvieron en calma. Que no se elevó el nivel dolarización, algo tan característico de los procesos electorales en la Argentina.
Con la agitación cambiaria, esta es una de las variables a monitorear. Los financistas están atentos a que no se adelante esa dinámica que, a lo sumo, se espera que suceda más adelante, cerca de las elecciones. De suceder ahora, alegan, la situación financiera podría empeorar y las chances de Macri, erosionarse.
¿Se adelantarán los "mercados" -como suele suceder- a ese escenario tan temido? Era "la" pregunta que, hasta la noche del miércoles, nadie podía responderse. Por las dudas, en Reconquista 266 cruzaban los dedos. No había mucho más por hacer. Aunque parezca mentira.
Fuente: iProfesional
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