Todos hemos fracasado en una presentación importante. Tras semanas de cuidadosa preparación y práctica, sientes
que estás listo para anotar un jonrón, pero llega ese día y, por algún motivo,
ninguno de tus chistes resulta gracioso, balbuceas cuando hablas de los
cálculos que hiciste y la tecnología parece estar en tu contra.
La vergüenza y el golpe para tu autoestima pueden
manifestarse de maneras ilimitadas —y algunas veces pareciera que lo hacen
todas al mismo tiempo— y la respuesta de nuestro cuerpo al fracaso incluso
puede asemejarse a la del dolor físico, según escribe Bradley Staats, profesor
adjunto de la Escuela de Negocios Kenan Flagler de la Universidad de Carolina
del Norte, en Never Stop Learning: Stay Relevant, Reinvent Yourself and Thrive.
“Respondemos de esa forma y luego nos sentimos mal de
haberlo hecho, entonces tratamos de esconderlo en lugar de aprender de ello”,
explicó Staats. “No deberíamos sentirnos avergonzados de la reacción. Es
natural”.
Aunque la mayoría de la gente prefiere procesar el fracaso
por su cuenta y pasar a otra cosa lo más pronto posible por miedo a hacer una
escena o parecer poco profesional, darse tiempo para reflexionar y hablar sobre
los resultados indeseados puede ayudar considerablemente a crear lugares de
trabajo más agradables, de confianza y, además, productivos.
Sin embargo, primero hay que hablar de lo que sucedió.
Curso básico para hablar del fracaso
Tras fracasar —ya sea en público o en privado— puede ser
estresante iniciar una conversación sobre lo que ocurrió con tus compañeros de
trabajo o tu jefe, en especial si te encuentras en las primeras etapas de tu
carrera y no te sientes seguro de tener mucho capital profesional con el cual
trabajar.
“Creo que casi todos pueden beneficiarse de compartir y
escuchar otro ángulo”, comentó Tasha Eurich, una psicóloga organizacional que
reside en Denver. “Es saludable preguntar qué salió mal en una reunión. Tienes
que involucrar a otras personas en el proceso de aprendizaje”.
Puede resultar tentador esconderte detrás de la seguridad de
alguna herramienta de comunicación grupal como Slack o en el correo
electrónico, pero hablar en persona sobre el fracaso puede ser particularmente
efectivo para construir relaciones más fuertes entre los colegas. La capacidad
de transmitir el tono, el lenguaje corporal y otras reacciones no lingüísticas
suele tener un efecto positivo y humanizador en estas conversaciones; todo eso
se pierde en los correos electrónicos, explicó Staats.
También vale la pena pensar cómo hablar del incidente: una
sesión con mucha palabrería y desahogo puede ser catártica, pero también corre
el riesgo de convertirse en egocéntrica o melodramática.
“En lugar de contar toda la historia de lo terrible que
salieron las cosas, puedes empezar con un: ‘¿Me puedes ayudar con esto?’”,
sugirió Staats. “Hemos visto que cuando haces preguntas a los demás, por lo
general la mayoría verdaderamente quiere ayudar”. Agregó que al hacer la
pregunta “activamos en ellos ese espíritu de ayuda”.
Además es recíproco. Cuando nuestros colegas nos hacen
preguntas, es más probable que nos formemos una opinión positiva de ellos
porque vemos que recurren a nosotros con humildad al percibir que nuestros
conocimientos son valiosos, según Staats.
“Cuando eso ocurre, en realidad lo tomamos como un
cumplido”, comentó.
Usa tus fracasos para hacer amigos
En una nueva publicación, la coautora Alison Wood Brooks,
profesora asistente de la Escuela de Negocios de Harvard, descubrió que hablar
sobre los fracasos puede ayudar a humanizar a la persona que comparte la
experiencia al hacerla más accesible y cercana en el trabajo. Además, aumenta
en general los niveles de la llamada “envidia de la buena”, que puede motivar e
impulsar a los colegas a desempeñarse mejor.
Sin embargo, el enemigo de la envidia de la buena, según el
artículo, es la “envidia de la mala o malintencionada”: la que sienten los
demás cuando hablamos de nuestros logros con mucha más frecuencia que de
nuestros momentos difíciles. Proyectar esa imagen de perfección puede ser
particularmente nocivo para quienes están en posiciones de liderazgo, pues
pueden ser considerados hipócritas, según descubrieron Brooks y sus colegas.
Una forma sencilla de entender esto es observar las vidas
pulidas, pero poco realistas, que muchos de nosotros presentamos en las redes
sociales.
“En Instagram y Facebook, la gente publica una imagen
curada, resplandeciente y hermosa de sí misma, que contribuye a la creencia
general de que los demás no experimentan tantos fracasos como nosotros”,
manifestó Brooks.
En última instancia, los investigadores descubrieron que
hablar sobre el fracaso —tanto durante como después del hecho— puede ayudar a
cultivar relaciones más cercanas con los colegas.
Además de ayudarte a parecer más accesible y agradable,
hablar sobre el fracaso y alentar a tus pares a hacer lo mismo también puede
hacerte un trabajador más eficiente.
Amy Edmondson, profesora de Liderazgo y Administración en la
Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, ha estudiado tres tipos de
fracaso: el fracaso evitable, el fracaso complejo y el fracaso inteligente.
Los dos últimos tienen el mayor potencial para promover el
aprendizaje en el trabajo.
“Los fracasos complejos ocurren cuando sabemos bien qué
necesita hacerse. Contamos con procesos y protocolos, pero una combinación de
factores internos y externos se unen de tal forma que producen un resultado
fallido”, explicó Edmondson. “Estos tipos de fracasos ocurren todo el tiempo en
la atención hospitalaria, por ejemplo, en la que hay demasiada volatilidad o
complejidad en el entorno, de tal modo que las cosas simplemente suceden”.
Edmondson agregó que es difícil decir quiénes son los
responsables de los fracasos complejos, pero que mantenerse atento a estos
tipos de errores puede ayudar a mejorar los procesos existentes.
De igual modo, el fracaso inteligente tiene lugar cuando
estamos trabajando en áreas en las que no tenemos experiencia o pericia, o en
áreas que son inexploradas en un sentido amplio de la industria.
“Tal vez lancemos un producto nuevo que nunca ha estado en
el mercado y es un fracaso. ¡Deberíamos decirles a todos!”, aconsejó Edmondson.
Cuando un fracaso inteligente se esconde o no se menciona,
otros corren el riesgo de repetir exactamente los mismos errores. ¿El
resultado? Organizaciones cada vez más ineficientes que repiten los mismos
errores, en lugar de aprender de ellos.
Según Sara Canaday, entrenadora ejecutiva y autora de You —
According to Them, el aumento en la cantidad de empresas emergentes ha hecho
mucho más aceptable celebrar abiertamente un fracaso inteligente.
“De repente, la gente dice cosas como: ‘Fracasa rápido o
aprende de los fracasos’. Esta frase es totalmente nueva en la nomenclatura
empresarial”, manifestó.
Al vincular la resiliencia a la innovación y el crecimiento,
las empresas emergentes contribuyen a una cultura profesional general que
enmarca el fracaso como una experiencia positiva de aprendizaje. De igual modo,
muchos gerentes de contrataciones buscan cada vez más que los candidatos a un
puesto de trabajo sean resilientes. Esto quiere decir que puede beneficiarte en
gran medida aceptar reflexivamente la pregunta tan frecuente en las entrevistas
de trabajo en la que debes hablar sobre una ocasión en la que hayas fracasado y
cómo superaste el desafío.
Eurich recuerda un proceso de entrevista en el que un
candidato no podía reconocer o pensar en ningún error profesional que hubiera
cometido.
“Contra mi consejo, lo contrataron de todos modos”,
manifestó. “Acabó siendo uno de los empleados más problemáticos tanto desde la
perspectiva del desempeño como la jurídica. Es sumamente importante filtrar a
la gente a nuestro alrededor con base en su disposición a hablar de sus
fracasos”.
Conoce a tu público
Incluso cuando te sientas cómodo con la idea de compartir
tus fracasos en el trabajo, es importante recordar que no todas las empresas
tienen una cultura que dé la bienvenida o incluso tolere este tipo de apertura.
Ello no quiere decir que los empleados no puedan crear
“espacios seguros” entre ellos para compartir sus dificultades. De hecho,
Edmondson alienta que se haga, pero es probable que factores como la antigüedad
tengan impacto en la recepción de las conversaciones sobre el fracaso.
En un artículo reciente, Brooks habló sobre el profesor de
Princeton Johannes Haushofer, quien publicó un “CV de fracasos” compuesto por
una larga lista de “puestos, becas y premios” para los cuales se había
postulado y había sido rechazado.
Haushofer comentó que escribió por primera vez su currículo
en 2010 “en respuesta a un amigo que no había obtenido algo que había
solicitado, para consolarlo”.
“En 2016”, recordó, “unas personas cercanas a mí no
obtuvieron una oportunidad que querían, así que lo actualicé y también se los
envié. Parecía que era bien recibido, así que lo seguí actualizando”.
De hecho, la mayoría de los correos electrónicos positivos
que ha recibido desde que publicó el CV de los fracasos en su página web han
provenido de estudiantes de doctorado más jóvenes, quienes han expresado su
alivio y encontrado solidaridad en sus dificultades.
“Si un estudiante de doctorado de primer año que es
relativamente desconocido publicara un currículo de sus fracasos, bueno, tal
vez no funcionaría tan bien”, afirmó Brooks. La académica reconoció que para
los jóvenes profesionistas es más arriesgado hablar sobre el fracaso de manera
global, pero dijo que si los trabajadores recién llegados encuentran el público
correcto —a saber, sus pares profesionales y no sus superiores— para hablar
sobre los fracasos, vale la pena, ya que se obtiene el beneficio de construir
confianza y humanizar a los demás.
“Si estás comiendo con uno de tus pares, entonces revelar el
fracaso es una estrategia magnífica para inducir niveles de simpatía al reducir
la envidia malintencionada”, comentó Edmondson.
Hablar sobre esa presentación que salió mal puede ser
arriesgado, pero vale la pena tomar ese riesgo siempre y cuando lo hagas
intencionalmente (en especial si estás harto de no ser invitado al bar después
del trabajo).
Fuente: The New York Times
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