El saliente mandatario argentino, Mauricio Macri, inició su gestión en 2015 utilizando, de manera polémica, la potestad presidencial de firmar Decretos de Necesidad y Urgencia. Lo hizo en esa oportunidad, nada más y nada menos, que para nombrar a dos jueces en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se trata de Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz. Después de ser criticado por propios y extraños, esos nombramientos finalmente pasaron por el Parlamento nacional, pero de todos modos dejaron en claro cuál iba a ser la manera de gobernar del líder PRO.
Hasta enero de este año MM firmó 48 DNU, su antecesora, Cristina Kirchner, dejó 82 en ocho años, pero ninguno de los dos tiene el récord de Eduardo Duhalde en su año y cuatro meses en la Casa Rosada como presidente elegido en Asamblea Legislativa. En ese contexto de grave crisis que se generó en 2001, el hombre que había perdido las elecciones con Fernando de la Rúa, estampó su firma en unos 111 DNU.
Esta digresión en materia de la utilización de las lapiceras presidenciales marca dos cosas claras, primero, la enorme tendencia del Poder Ejecutivo a saltear al Congreso, y en segundo lugar, que cada contexto deja justificaciones históricas que pueden dar cierta validez, o no, a ese mecanismo constitucional que resulta demasiado subjetivo, y que siempre es cuestionado por quienes tienen ambiciones de ocupar la primera magistratura. Críticas que terminan cuando llegan a Balcarce 50, claro.
Volviendo a las formas que marcaron, y marcan tendencia en la utilización del poder por parte de Macri, quien también utilizó (como tantos otros) en campaña la famosa frase “gobiernan por decreto”, ya sin esa vía legal y técnica el hombre que concluye su mandato el 10 de diciembre opta ahora por dirigir a dedo sus decisiones políticas al interior de la alianza política que lo llevó al cargo que anhelaba desde tiempos en que era alcalde de la Ciudad de Buenos Aires.
La elección del 27 de octubre que selló la derrota del oficialismo generó dos batallas latentes, una hacia afuera con el Frente de Todos que depende de la segunda. Por estas horas la pelea más importante para el máximo operador macrista y todavía jefe de Gabinete, Marcos Peña, es la que se desarrolla puertas adentro, en el propio seno de Cambiemos.
A las puertas del nuevo oficialismo que llega en un mes con capacidad de negociar quórum propio, los radicales que obtuvieron triunfos en sus distritos provinciales, tal el caso del ex gobernador y titular de la UCR, Alfredo Cornejo, no quieren acatar órdenes de quien perdió a nivel nacional y se autopostula “jefe de la oposición”. Mucho menos del impuesto jefe de bloque en la Cámara Baja y aún ministro de seguridad en la provincia de Buenos Aires, Cristian Ritondo. Por ahora el macrismo puro tiene asegurado a los 10 legisladores nacionales bajo la égida de la renunciada diputada Elisa Carrió, cercana al hombre del radicalismo cordobés, Mario Negri, pero no a los cornejistas.
Esa disputa en la pata radical quedó expuesta por uno de los miembros que cuestionan el liderazgo del mandatario que no pudo revertir el resultado de las Primarias del 11 de agosto, Omar De Marchi, quien cuestionó esa idea del macrinómetro que se revisa todos los días en el primer piso de Casa de Gobierno.
Esta es la parte anecdótica de la trifulca palaciega. En rigor de verdad, lo que preocupa al núcleo duro y cada vez más pequeño que rodea al Presidente, es que el interbloque opositor (PRO-UCR-CC) quedará inevitablemente partido y con posibilidad de que haya una migración de escaños que pueden llegar a negociar algunos proyectos de ley con el FdT en votaciones claves. Tengamos en cuenta que si hay algo que no les gusta a los diputados provinciales es que porteños, y más aún derrotados en las urnas, les digan que es lo que tienen que hacer.
El peso específico de Sergio Massa en el “Albertismo” le ha dado frutos que ni él esperaba. Logra suceder en la presidencia de la Cámara de Diputados al díscolo macrista del peronismo, Emilio Monzó, quien le podría llegar a garantizar respaldo de los seis legisladores propios que le responden en Cambiemos, algo que sumado a su posicionamiento como el cuarto hombre en la línea sucesoria, le da el valor agregado de este quiebre que dejará con menor capacidad de fuego a los adversarios. Un escenario soñado para la administración que viene y que ya tuvo consenso en el llamado a Sesiones Extraordinarias con el objetico de aprobar normas esenciales en el inicio de la gestión de los Fernández, que además tiene números favorables en el Senado.
Por su parte, a los insurrectos del índice presidencial les aguarda otro acto del jefe que no quieren aceptar, en este caso a modo de despedida en Plaza de Mayo. Una movilización que ellos no leen como una celebración después de la debacle económica que deja el gobierno en retirada, sino como otro mensaje de Macri que insiste en dejar en claro que no tiene la más mínima intención de convertirse en calabaza apenas empiece la madrugada del 11 de diciembre.
Fuente: Juan Pablo Peralta para Globatium.es
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