El gerente de una de las fábricas de alimentos más
importantes del país admite, con los datos en la mano, que la profundidad de la
crisis es más severa de lo imaginado. La preocupación se le nota en su tono de
voz: "La caída en las ventas empeoró. En abril nos dio 9,1% por debajo del
mismo mes del año pasado. Desde la explosión de la convertibilidad que no
veíamos registros tan malos. Estamos hablando de comida, nada menos".
Otro ejecutivo, del rubro bebidas, traza un panorama
problemático. En algunas categorías, la contracción en las ventas luce
dramática: en gaseosas, cervezas o snacks, productos que pueden considerarse
por fuera de las primeras necesidades, la baja alcanza al 25% interanual.
En otros segmentos, como lácteos y panificados, la
retracción llega al 20% cuando se compara con abril del año pasado. Una de las
principales fabricantes de productos de limpieza estimó en 19,6% la merma en
las ventas en relación con el primer cuatrimestre de 2018, justo antes de que
comenzara la crisis cambiaria.
Uno de los directivos de una fábrica de alimentos líderes
asegura que, en lo que va de mayo, las ventas vienen "de regulares a
malas". Aunque recomienda aguardar a la semana que viene para observar si
se da un repunte de último minuto.
Un dato revelador compartido por algunas empresas de consumo
masivo pone de manifiesto la actitud del público frente a la crisis: no sólo se
consume menos sino que en casi todos los segmentos hay traslado de primeras y
segundas marcas a terceras y cuartas.
"Vemos que la gente aumenta el volumen de sus sus
compras en los últimos diez días del mes. Gasta lo mínimo y necesario en las
primeras semanas por precaución. Guarda el dinero por temor a que no le alcance
y recién se relaja a fin de mes. Dos de cada tres productos se venden en los
últimos 10 días", cuenta a iProfesional el empresario de la alimenticia
líder.
Las consultoras especializadas en el consumo masivo vienen
midiendo el derrape. El último informe de Scentia, por caso, marca una caída de
6,4% para abril (contra abril 2018), mientras que la baja durante el acumulado
del primer cuatrimestre alcanza al 7,1%.
El completo trabajo de Scentia da algunas de las pautas que
explican semejantes retrocesos: "El 70% de la gente con bajos ingresos
explica el 50% del consumo masivo", señala Osvaldo del Río, socio de la
consultora.
La correlación es directa: la pérdida del poder adquisitivo
de la población -de unos 12 puntos en el último año de acuerdo a estimaciones
del sector privado- golpea inevitablemente sobre las ventas comerciales. Aun
cuando se trata de productos de consumo masivo, entre ellos de alimentos.
Una pirámide que se hunde
Del Río, en base a los datos del Indec y a un relevamiento
de los tickets de los supermercados y mayoristas, realizó una pirámide del
consumo, de la cual se extraen conclusiones adicionales sobre lo que está
sucediendo en la economía.
El 70,2% de la población tiene ingresos personales de hasta
(tan sólo) $17.000 mensuales. Esas personas destinan $5.000 en promedio a la
compra de alimentos. Es decir, prácticamente el 30% de lo que ganan.
Otro 21,2% de la gente obtiene entre $17.000 y $32.000. En
ese tramo, el promedio destina $8.500 en promedio para comprar la comida. Para
que quede claro: nueve de cada diez personas ganan hasta $32.000 mensuales. Con
ese panorama, luce lógico que los niveles de consumo muestren números en rojo
frente a la crisis y la inflación.
Apenas un 5,5% embolsa entre $32.000 y $53.500. Y derivan
$14.500 a la adquisición de alimentos. Y tan sólo un 2,7% gana por arriba de ese
tope de $53.500.
Ante esta realidad, los consumidores adoptan medidas
defensivas. Según el reporte de Scentia, los que tienen ingresos bajos reducen
sus visitas al supermercado y recortan la lista de artículos.
También lo hacen aquellos de niveles de ingresos altos. En
sus casos, dejan de realizar compras puntuales. Las que no estaban previstas, y
que muchas veces se relacionan con el consumo placentero. Se corta el
"darse un gustito".
De acuerdo a los registros de Scentia, los consumos de
productos "para limpiar la ropa" fueron los más perjudicados el mes
pasado, con una caída de 13,7% en relación con abril de 2018.
En segundo lugar en el ranking de la crisis figuran las
"Bebidas sin alcohol", con una contracción interanual del 12,7%.
Luego le siguen las "Bebidas con alcohol" (-11%);
"Higiene", con una merma de 7,9%; y el rubro de los "Alimentos
frescos" (carnes, huevos, pastas y congelados), que retroceden el 7,1%.
La baja en los productos utilizados en el desayuno y en las
meriendas alcanza al 7,4% interanual.
Consumo helado, ¿precios más fríos?
La pregunta del millón para economistas y, sobre todo, para
los funcionarios del equipo económico refiere a si, en medio de semejante
parate, la inflación empieza a desacelerarse. La presunción que tienen en el
Palacio de Hacienda es que, en efecto, los precios de los alimentos se irán
ajustando a esa fría realidad.
Los fabricantes aseguran que, de no mediar una nueva sorpresa
cambiaria, las compañías ya no tendrán motivos para realizar aumentos de
precios generalizados. Y que solamente habrá ajustes mensuales puntuales, más
acordes a los movimientos del mercado en una economía que atraviesa por una
recesión profunda.
Es la indicación que esos mismos empresarios le manifestaron
a Nicolás Dujovne en las últimas semanas.
Los funcionarios se ilusionan con una inflación que este mes
empiece con el número "2". Y ya no con el "3". Los propios
empresarios admiten que la economía, efectivamente, podría ingresar en una zona
de "deslizamiento bajista de la inflación".
Se trata de un dato político de envergadura: la Casa Rosada
necesita que el tipo de cambio siga estabilizado de acá hasta las elecciones.
Y, en ese contexto, que la inflación vaya cediendo, de manera que se traduzca
en un alivio para los bolsillos de los votantes.
En el esquema oficial, los aumentos salariales que están
cerrando los principales gremios debería ayudar a una reactivación -suave pero
reactivación al fin- en los niveles de consumo.
Al menos siete gremios acaban de acordar aumentos salariales
del 28% con cláusulas de ajustes por la inflación de este año. En la lista
figuran algunos de los más representativos del mundo laboral, como los
empleados de comercio, la Unión Obrera Metalúrgica, los estatales de UPCN y los
gastronómicos.
Incluso, algunos de ellos, como los metalúrgicos, obtuvieron
una compensación -en el caso de ellos del 8%, mientras que otros tuvieron una
suma fija- por la inflación del año pasado.
En el corto plazo, estos arreglos beneficiarán a más de dos
millones de trabajadores. Eso está claro. Lo que no se sabe es su impacto a la
recuperación del consumo global. En la Argentina existen 27,8 millones de
personas con algún tipo de ingreso.
También es cierto que la Casa Rosada precisa anotarse algún
gol a favor en materia económica. Los últimos datos de actividad sepultaron la
chance de una recuperación a corto plazo, al menos que sea visible para el
electorado.
A lo sumo, los funcionarios pretenden mostrar que, con la
calma financiera, la inflación muestra un camino descendente tras el pico de
marzo. Y que los salarios pueden mejorar, en ese contexto.
Es la única ficha que, antes de las elecciones, podrían
mejorar el panorama económico.
Fuente: Claudio Zlotnik para iProfesional
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