En estos tiempos en que la tecnología, en cualquier espacio de la vida, es el pan nuestro de cada día, no se recuerdan ciertos momentos en que se produjeron hechos sobre los cuales nadie se ocupó y que “Crónica” trae desde el pasado, convirtiéndolos, sin duda, en una verdadera novedad, sorpresa o como quiera llamársela.
En el trajinar de los años hemos presenciado un acontecimiento que comenzó en una de las oficinas de la Casa Rosada y la convirtió, por primera vez, en uno de esos episodios de la tecnología de avanzada, que hoy, lógico, ha sido superada por otras que llegan a tal punto que son difíciles de describir.
Antes de entrar en lo esencial de nuestra historia, debemos señalar que actualmente -ya lo señaló “Crónica” en su sección “Intimidades”- se están colocando por casi todo el edificio una serie de elementos digitales, donde se mostrará cómo debe controlarse el paso de quienes entran y salen.
PORTERO ELÉCTRICO
La Casa Rosada tuvo en la década del 90 su primer portero eléctrico de la historia. Sí, resulta que a pocos metros de la Sala de Periodistas se ubicó una oficina que atendía asuntos administrativos a través de un funcionario de nombre muy conocido: Alfredo Péculo. Muchas veces lo habrá escuchado o nombrado en diferentes medios por su tarea privada, ligada a las pompas fúnebres. El hombre, como asesor del gobierno menemista, se hizo poner en su oficina o despacho un portero eléctrico y atendía preguntando siempre “¿Quién es?” La réplica en cierta oportunidad fue a nuestra colega de La Nación María Elena Pollak, quien quería consultarle, precisamente, cuál era el significado de tener un portero eléctrico en la puerta de su oficina.
No hubo muchas explicaciones, pero consideró el hombre que era “un sistema innovador de la tecnología”. Se autocalificó como “avanzado”, y la verdad es que para la Casa Rosada era un hecho inédito. Actualmente, en la casa hay una serie de controles de tecnología avanzada. Por otra parte, las renovaciones que se hacen constantemente por decisión de Cristina se ponen en evidencia día a día con la presencia novedosa de aparatos bajo la responsabilidad directa de uno de los hombres del gobierno que no descansa un instante sobre el particular.
RENOVACION TOTAL
Se trata del secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, quien sigue al pie de la letra las directivas presidenciales para establecer nuevos mecanismos y sistemas dentro de los despachos y oficinas, tanto de la planta baja como del resto del edificio, conformado por otros dos pisos y una amplia terraza, todo rodeado de elementos de primer nivel técnico. No sólo desde la planta baja hacia arriba, sino las renovaciones que se han hecho en el edificio de Balcarce 50, hacia donde estaban los sótanos. Se puede contemplar el Museo de la Rosada, donde alguna vez funcionaron los recintos que los periodistas calificaron de “catacumbas”, por donde circulaba el ferrocarril desde las entrañas de la tierra hasta la Aduana, llamada “la Aduana Taylor”.
Con el paso del tiempo se han abierto espacios dispuestos para la comodidad del ingresado y del funcionario instalado, que se desenvuelve con elementos sumamente modernos en cada una de sus tareas. El portero eléctrico de Péculo quedó en el olvido y hoy se advierte una arquitectura moderna, con mobiliario acorde con los tiempos que se viven.
LOS ALJIBES
En una amplia zona continua al Patio de los Patriotas se levanta la poesía del sitio de los aljibes. El sentimental recuerdo de esos pedazos de la historia centenaria se podrán evocar después de la inauguración que hará la Presidenta. Hay más: la Sala de Periodistas también está siendo reformada y puesta “de primera”, y en poco tiempo más, si no se desmienten palabras oficiales, un nuevo mobiliario se incorporará al recinto donde desde casi toda la vida funciona el lugar de los cronistas acreditados. De este modo, se espera que alguna vez en el rincón de la información gubernamental aparezcan las más altas autoridades para cambiar un estilo oficial que carece de un contacto directo, especialmente con la jefa del Poder Ejecutivo. Nadie deberá tocar un timbre o portero eléctrico para ingresar al salón del primer piso donde está el cronista. Será un placer recibirla y recibir a toda persona integrante del gabinete nacional o visitante de la Presidenta. Será todo un placer escribir o grabar para los medios cualquier tipo de conferencia de prensa. Sólo falta eso. Y es lo que más ansían los periodistas.
EL MINISTRO QUE MOSTRO SUS GLUTEOS
Cuando lea todo no se pierda detalle. Sería un desperdicio hacerlo, se tomará la cabeza o quizá dirá “esto no puede ser”, o acaso “esto es algo trucho de los periodistas”. Pero es la realidad. Aquí vamos. Cuando era ministro del Interior de Carlos Menem, José Luis Manzano tenía diferentes actitudes que derivaban en anuncios serios y también otros que salían de los común. Por ejemplo, era un excelente comedor de pastas bien “al dente”, que le llevaban a su despacho especialmente preparadas y que muchas veces abrían el apetito a todos los colaboradores, a quienes invitaba a degustar esos manjares. Después se dedicaba a descansar unas horas y enseguida a hacer ejercicio físico. Siempre manteniendo la línea.
El hombre era sumamente “coqueto”, porque vestía y viste impecable y además siempre estaba preparado para algún nuevo “look”, por si acaso aparecía alguna arruguita en algún lado. Y se produjo. Sí, siga leyendo. Un día salió en los diarios que el ministro Manzano se había hecho la cirugía estética. Por supuesto que se generó una convulsión informativa para buscar la realidad de la noticia. No era cierto. Por lo menos en lo que hace a la cara, pero sí en otro lado. Corrió la versión que José Luis se había operado los glúteos para hacerlos más adecuados a su físico y sin duda buscar esa presencia que era un deseo evidente de parte del joven ministro. Por varios días se rumoreó la operación en el lugar mencionado, hasta que una vez el funcionario subió hasta la Sala de Periodistas y, sin decir agua va, remató: “Jamás me operé el rostro”. Pero quedaba la duda de los glúteos. Eugenio Paillet no tuvo mejor idea que decirle: “No le creemos; ¿por qué no nos muestra si se operó o no el trasero?”.
La respuesta no se hizo esperar. Sin más preámbulos, se bajó los pantalones en pleno recinto y a primera vista no se observaba nada a primera vista. Sin embargo, alguno advirtió algún retoquecito en el lugar. Fue “la historia del día”, como dice un programa de televisión. Con descarado gesto el ministro sonrió de buena gana y sentenció: “Ahora están satisfechos, ¿no?” La verdad que sí. Resultó un “blooper” de los que sólo se ve por televisión. Un nuevo episodio desconocido que “Crónica” le ofrece en estas notas. Hasta el próximo domingo.
Fuente: Diario Crónica
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