viernes, 11 de enero de 2013

La desidia de tener mascotas peligrosas se ha vuelto una mala costumbre urbana

Hace tiempo que observo con preocupación la cantidad de mascotas peligrosas, por llamarlas de alguna manera, que conviven entre nosotros, ya no sólo en las calles de la ciudad sino en los edificios, casas y lugares de esparcimiento. Por moda o porque se ha transformado en un negocio millonario cada vez crece más esta costumbre de tener animales viviendo la vida a la par nuestra. Una cosa son los animales pequeños que se han acostumbrado a la vida casera, otra muy distinta son las razas grandes que verdaderamente dan miedo cuando uno se las cruza con sus dueños en ascensores, pasillos, entradas y salidas de edificios, inmuebles o en las mismas veredas. Todos fuimos testigos de alguna situación en la que estos caninos se salen de sus casillas porque ven otros perros o por alguna situación que los pone nerviosos. En esos casos sin querer los cuadrúpedos ponen en riesgo la integridad de sus paseadores, propietarios o de los transeúntes. En esta nota  de Clarín se cuenta la triste situación que vive un nene de cuatro años, Tiziano, luego de haber sido atacado por una de estas especies violentas, que en realidad no tienen la culpa de haber sido obligadas a vivir en centros urbanos y permanentemente encerradas en una viviendas. En este lamentable caso se trata además de un ejemplar que pertenecía a la familia de la pequeña víctima. Imaginen la peligrosidad entonces para quienes ni siquiera conocen a estos animales. Antes no se permitía, por ejemplo, tener mascotas en los edificios, hoy hay familias que tienen en pequeños ambientes hasta dos o tres perros, algo realmente difícil de entender. Ya que como ciudadanos no nos podemos poner límites al respecto, demostrando una gran cuota de impericia, esperemos que las autoridades competentes empiecen a pensar una legislación para regular esto.
En el octavo piso del Hospital Militar, en Palermo, Tiziano duerme sedado. Tiene 4 años y el viernes –8 horas después de haber sido atacado por el Pitbull de los tíos de su mamá–, debió ser sometido a una cirugía neuro ósea y a una reconstrucción facial. Pero lo que el día del ataque fue la única opción ahora es el peor de los problemas: saben que el perro no tenía la última vacuna antirrábica pero como lo ahorcaron con un cinturón para abrirle la boca, ya no pueden analizarlo para saber con qué otra infección podría encontrarse Tiziano. “Llegó con una fractura en el cráneo arriba del ojito, desprendimiento de un párpado, cortes en la cara y una mordida profunda en la garganta que no llegó a tocar la tráquea” , dice despacio y con los ojos llorosos Diego Alegre, su papá. “Puede respirar pero está entubado por la sutura de la garganta. Ahora lo que más preocupa es el riesgo de infección. Nos dijeron que estuvo mal haber matado al perro porque ahora no podemos saber qué pudo haberle transmitido”. Nadie sabe por qué Choco, el Pitbull de 5 años, lo atacó. “Mi hijo no se acercaba a ningún perro, ni al nuestro que es del tamaño de mi zapatilla”, dice Diego. “No quiero echar culpas pero siempre les dije ‘esos perros no me gustan’. Nadie debería tener a esos perros como mascotas”. En el ataque, además, le arrancó tres dientes . El viernes Tiziano fue trasladado desde el Hospital Gandulfo. A las 22 entró al quirófano y salió de madrugada. Durante tres horas, los cirujanos limpiaron los fragmentos de hueso y reconstruyeron la cara para que los vasos sanguíneos comiencen a sellarse. La estética, será otro round. Alguien había dicho el viernes que el nene había quedado inconsciente enseguida. Y ese “no sintió nada”, de algún modo, parecía un consuelo. Pero es acá donde Diego respira hondo para evitar el llanto: “Se la bancó como un león pero no se desmayó nunca. Cuando pudieron abrirle la boca al perro, Tizi se paró y salió corriendo. Cuando yo llegué al hospital me hablaba: “Hola papi, mirá, me mordió un perro, ¿me traés una Coca?”. La pelea de Tiziano, recién empieza.

Fuente: Clarín

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