La expresión fue originalmente “pagar el pato”. En ambas domina la idea de tener que pagar las consecuencias de algo, de un hecho o situación que es ajena a uno. En la España de la inquisición, los judíos debían pagar tributo por la adquisición de la Torah, libro sagrado que contiene los preceptos de la ley mosaica. A dicho tributo se lo llamó pacto o tora. Estaban obligados a pagarlo los que convivían con judíos o se confundían con ellos. Como el pueblo pronunciaba “pato” en lugar de “pacto”, quedó la expresión asociada a este animal. Al llegar la frase a América, quedó asociada a la víctima y al pavo, animal que se consumía en las bodas. Decididamente se confunden pavo con pato, y así ambas frases se confunden pero significan lo mismo: acabar siendo responsable de algo que se nos endilga, en lo que no tenemos ni arte ni parte. Pagar culpas ajenas.
lunes, 16 de marzo de 2015
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