lunes, 28 de julio de 2014

Gaza: la victoria pírrica de Israel

El inicio de este cruel conflicto que mantiene en vilo a la opinión pública mundial fue el hallazgo sin vida de los tres jóvenes israelíes secuestrados en Cisjordania cuatro semanas atrás, cuya intensa búsqueda derivó en la muerte de seis palestinos, la confiscación de bienes por más de tres millones de dólares y la detención de cientos de personas sin ningún tipo de acusación legal. Hay pocas dudas de que Israel conocía el fatal desenlace de los adolescentes -la sangre encontrada en el auto junto a la evidencia balística, el sonido de los disparos en la llamada de emergencia hecha por uno de los jóvenes y el hecho de que durante décadas no ha habido en Cisjordania una situación de rehenes donde los secuestrados hayan sido más de uno. Sin embargo, las autoridades israelíes escatimaron estas pruebas en pos de azuzar a la sociedad israelí, a la que se le hizo creer que los secuestrados estaban en poder de Hamás - sin mostrar evidencias hasta el día de hoy- mientras una campaña pública para su liberación fue lanzada como pretexto para realizar la mayor operación militar de la última década en los territorios ocupados. Finalmente, llegaron los pedidos de revancha: una página de Facebook llamada "La gente de Israel pide venganza" recibió decenas de miles de "me gusta", soldados israelíes comenzaron a postear fotos con sus caras tapadas y mensajes escritos exigiendo "ojo por ojo" y hasta más de un diputado israelí clamó por un genocidio contra el pueblo palestino. Más tarde, y como consecuencia previsible de la constante incitación, llegó el secuestro de un adolescente palestino de 16 años residente en Jerusalén, que terminó acuchillado y quemado vivo en un bosque de su ciudad por parte de un grupo de judíos israelíes. Automáticamente, comenzaron las protestas en Jerusalén y Galilea de la población palestina que vive dentro de Israel, de una magnitud no vista en los últimos 13 años. Mientras tanto, Hamás, con todos sus líderes políticos presos en Cisjordania, acusados de instigar el secuestro de los jóvenes israelíes, vio una oportunidad de alterar su suerte y hacer lo que mejor sabe para recuperar el apoyo “de la calle" (ya que debido al 40 por ciento de desempleo que existe Gaza venía en baja): resistir violentamente la ocupación y disparar cohetes hacia el sur de Israel. El flamante gobierno de Unidad Nacional palestino, deslegitimado por el “mundo libre”, su dinero -confiscado por Israel- para pagar a más de 30.000 trabajadores estatales en Gaza, y la detención de los prisioneros que habían sido liberados en el intercambio por el soldado israelí Gilad Shalit fueron las otras causas de la iniciativa de Hamás. Israel, ni lerdo ni perezoso, acepto el desafío y contestó con una operación militar denominada "Margen protector". El objetivo público de esta operación militar fue el de restaurar la calma en la periferia de Israel, lo que traducido a la óptica militarista de las autoridades israelíes significa "matar palestinos". Paradójicamente, Israel considera que si le causa a los palestinos mayor dolor del que están dispuestos a soportar entenderán la lección. El general retirado y antiguo coordinador de actividades de gobierno para Cisjordania y Gaza, Oren Shachor, lo explicó con estas palabras: "Si les matamos a sus familias, se asustarán". Cualquier persona con un mínimo conocimiento de la dinámica del movimiento de resistencia palestino sabe que la destrucción de los almacenes de armas de Hamás es inútil, debido a que ya en otras oportunidades ha demostrado, como Hezbollah en el Líbano, que se rearma con una rapidez sorprendente. También el descubrimiento y la posterior voladura de los túneles subterráneos hacia Egipto tienen poca incidencia ya que también han demostrado que serán rápidamente reconstruidos puesto que constituyen la única salida al mundo exterior que tiene Gaza para el ingreso de bienes materiales no autorizados por Israel, como el papel, los zapatos, la madera y la ropa. Para los palestinos, un túnel debajo de una vivienda no sólo se ha convertido en un símbolo de resistencia, sino en una fuente muy importante de ingresos para su dueño. Derribar al gobierno de Hamás en Gaza es otra alternativa no deseada por Israel -a pesar de sus declaraciones rimbombantes- pues debería volver a ocuparla militarmente y hacerse cargo económica y civilmente de más de un millón y medio de palestinos. Algo así como un Vietnam en miniatura, ya sin comunismo pero con un islamismo militante y armado por la riqueza de los países árabes. En los días que vienen, la operación “Margen Protector” -como antes sucedió con las acciones militares “Lluvias de Verano”, “Nubes de Otoño”, “Invierno Caliente”, “Plomo Fundido”, “Eco de Retorno”- llegará a su fin e Israel y Hamás declararán al unísono su victoria: mientras que Hamás dirá que se enfrentó al ejército más poderoso de Medio Oriente, enviando a la mayoría de sus habitantes a refugios anti-bombas e interrumpiendo el tráfico aéreo israelí de dieciocho aerolíneas internacionales, Israel argumentará que le causó el suficiente daño para obligarlo a pensar sobre las futuras consecuencias antes de volver a lanzar cohetes. La tranquilidad durará unos meses durante los cuales Hamás tratará de mejorar su armamento e Israel se enfocará en el cumplimiento de un acuerdo que no le exija ninguna concesión territorial. La tregua estará enfocada en el “día a día” de los habitantes de Gaza -entrada de comida, electricidad, materiales de construcción- y le permitirá a Israel un amplio margen de maniobra y poder. Mientras que cualquier pacto esté fundado en los problemas cotidianos de la vida en Gaza, todo es controlable: un camión de comida más, otra liberación de fondos, la ampliación de la zona de pesca autorizada a los palestinos, un aumento de permisos para atenderse en hospitales israelíes, etcétera. En palabras del periodista israelí Jack Khoury: "Israel seguirá siendo el soberano, el poder gobernante que determinará cómo será la vida para los inferiores y primitivos palestinos”. Y cuando la nueva ronda de enfrentamientos se inicie, Israel apuntará con su dedo y se preguntará: “¿por qué nos atacan si nosotros no tenemos colonos en Gaza, les damos comida y electricidad y los atendemos en nuestros hospitales?” Lo que Israel no dirá es que, al retirar unilateralmente sus colonias de Gaza - que totalizaban unos 7000 colonos distribuidos en más del 25 por ciento del territorio gazatí-, cerró sus fronteras, bloqueó su espacio aéreo y marítimo, estableció drones por todo el territorio junto con tanques en las colinas de los alrededores de Gaza y les privó el derecho de importar y exportar mercancías, imposibilitando el crecimiento de su economía. Nunca negoció con ellos y nunca los trató como seres humanos. Y nunca se preguntó cómo personas orgullosas podrán vivir indefinidamente en esas condiciones. También afirmará, cuando la próxima lista de muertes palestinas se incremente, que no es intención de Israel dañar civiles ni niños, a pesar de que esta afirmación resulte inexplicable al bombardear una de las zonas más densamente pobladas del planeta y donde el 40 por ciento de su población no supera los 14 años. Mucho cambió en Israel en los últimos años luego de tanta deshumanización del sufrimiento ajeno y justificación de la opresión. Ya nadie se sorprende cuando un miembro de la Knesset (el parlamento israelí) llama a una guerra contra el pueblo palestino en su página de Facebook, le grita a un legislador árabe-israelí que es un "terrorista" en una sesión de comisión parlamentaria o donde el líder de “centro” presenta una propuesta para prohibir a un partido nacionalista árabe. Ya no causa estupor que el director de un periódico sugiera muy livianamente "transferir" a la población árabe de la Cisjordania ocupada o que el mismísimo canciller israelí prometa hacer todo lo que esté en su alcance para prohibir a una señal internacional crítica con el accionar del Estado de Israel, un país que considera como enemigo a cualquiera que no comulgue con las políticas de un gobierno ultra-violento. Una nación que persigue y echa de sus puestos de trabajo estatales a árabes que acusan al ejército de Israel por sus crímenes de guerra en sus páginas personales de Facebook. A pesar de que la mayoría de los ciudadanos de Israel afirman "desear la paz”, lo cierto es que se trata de una paz sin justicia; sin contemplar que sin justicia no es posible la paz. La evidencia más clara de esta manipulación verbal se encuentra en la colonización de Palestina. Es imposible conciliar la construcción de asentamientos-donde viven uno de cada diez israelíes-, con el llamado a una paz duradera. No es posible tomar en serio a estas convocatorias pacifistas mientras sigan construyéndose enclaves coloniales. Desde hace mas de dos décadas que los palestinos negocian con Israel la búsqueda de su estado nacional y sólo han recibido más colonos, bloqueos, muertes y un muro de separación que es cinco veces más largo que el Muro de Berlín. Es necesaria una revolución cultural en Israel, que considere al palestino como un igual, que esté dispuesta a cambiar paradigmas respecto de la población árabe: una revolución en la cual el bombardeo de hospitales y viviendas o el asesinato de mujeres y niños no encuentre ningún tipo de justificación moral, sino la próxima guerra con los palestinos o una tercera intifada será lo único que asome en un horizonte cada vez mas sombrío. Es hora de premiar la diplomacia y no la violencia porque los ataques contra los israelíes van a continuar, el apoyo a Hamás va a aumentar y la resistencia violenta va a seguir porque la ocupación es el verdadero combustible del terror o, en palabras del gran escritor israelí David Grossman: "No hay forma de evadir el castigo por lo que ha estado ocurriendo aquí durante casi 50 años"

Fuente: Ezequiel Koper para la Agencia Paco Urondo

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