viernes, 5 de agosto de 2022

El Frente de Todos prefirió el ajuste de Massa y no el de Guzmán

Desde que se supo que Sergio Massa asumiría la cartera de Economía, Producción y Agricultura -recién el miércoles de esta semana y con el fin de tener tiempo para armar su equipo y plan de Gobierno- la pregunta obligada en Casa Rosada fue: pero ¿cómo? ¿si cuando renunció Martín Guzmán, el 3 de julio, se dijo que el tigrense había presentado un programa a Alberto Fernández y a Cristina Kirchner pero que había sido rechazado? ¿qué cambió entonces?

Seguramente, y a estas alturas, el interrogante resulta anecdótico, pero es una muestra de la reconfiguración que tuvo que llevar adelante la administración del Frente de Todos, que permanece en la rueda loca de la incertidumbre.

Una de las cosas que se le había criticado a Silvina Batakis -quien estuvo sólo 536 horas en la cartera económica- fueron los diez días que se tomó para designar a su efímero grupo de colaboradores y la estrategia, que fue considerada por propios y extraños como un “guzmanismo sin Guzmán”.

El hombre que renunció el martes a la banca y a la presidencia de la Cámara de Diputados, fue dando a conocer los nombres de sus funcionarios a través de tuits, que la prensa seguía como a un oráculo. Asimismo, desde esa red intentaba despejar rumores y demostrar que ya estaba a cargo de la situación con total compromiso: “Decidí asumir la responsabilidad que me toca con alma y vida”, sentenció a los seguidores que se iban abarrotando en su cuenta.

Si la situación en Balcarce 50 fue mutando desde la derrota en las PASO y la fiesta de Fabiola Yáñez en Olivos, ese fenómeno se aceleró de manera irreversible desde la dimisión del discípulo de Joseph Stiglitz. La agenda presidencial quedó relegada a no darse a conocer, o a estar compuesta de actividades meramente protocolares, como recorrer obras en la Provincia de Buenos Aires, visitar Catamarca y Santa Fe, lanzar programas educativos en el Museo del Bicentenario, y/o, tomar juramentos, como el primero que hizo el lunes a Mercedes Marcó del Pont (como reemplazante de Gustavo Beliz en la secretaría de Asuntos Estratégicos), y el segundo del miércoles, que tomó al propio “superministro” Massa, quien antes de abrazar el imaginario bastón de las finanzas vernáculas obtuvo una foto con la vicepresidenta en su despacho del Senado. Algo que la “Griega” no había conseguido.

Mientras tanto, el sector de comunicación de la Jefatura de Gabinete se encargó de notificar, especialmente a los medios televisivos, que Juan Manzur estaría hablando bien temprano en la explanada del palacio rosado en estas jornadas aciagas. El tucumano -que sobrevivió a la tormenta- no hizo más que arrojar a Massa los mismos elogios que un par de semanas atrás le replicó a Batakis. Un servicio mañanero de optimismo, que agregado a las reuniones y giras permanentes del ministro coordinador, no demuestran gestión efectiva desde esa isla que los principales socios de la coalición gobernante ya ni siquiera observan.

La cerrada defensa a la ex presidenta Kirchner con respecto a la causa Vialidad -frente al alegato del fiscal Diego Luciani- hizo mutis por el foro en los pasillos de Casa de Gobierno en medio de las tensiones por la metamorfosis que se estuvo gestando en la estructura de poder al interior del Gobierno. Es que se percibía, especialmente en el despacho de Fernando “Chino” Navarro (Secretario de Relaciones Parlamentarias y dirigente del Movimiento Evita), malos augurios en los anuncios que el ex intendente de Tigre diagramaba contrarreloj en sus oficinas de Av. del Libertador 850.  

Las sospechas se materializaron poco después de la multitudinaria asunción de Sergio Massa en el Museo del Bicentenario, que tuvo más de 500 invitados, casi mil, que fueron los que forcejearon por entrar, llegando al extremo de romper un vidrio de ingreso al lugar. Un publicitado evento que además convocó a varias personas que se manifestaban a favor y en contra de los políticos que llegaban al lugar en sus vehículos de alta gama.

No faltaron escraches, de los que tuvo que escapar entre otros, Pablo Moyano (Secretario adjunto del SiChoCa), y el mismísimo ungido ministro, que sufrió golpes en la camioneta que lo trasladaba a su jura entre insultos mezclados con saludos de militantes de su Frente Renovador, a quienes luego, entre festejos por su llegada al Gabinete nacional, tuvo que calmar para que no cantaran el nombre de su fuerza política. El reto fue dirigido a su esposa y titular de AySa, Malena Galmarini, que se mezclaba entre sus hijos, dirigentes renovadores, su padre: el “Pato” Galmarini, y la pareja de éste, Moria Casán.

Hubo sindicalistas, empresarios que iban desde el presidente de la UIA, Daniel Funes de Rioja a su amigo Daniel Vila, padrinos políticos como José Luis Manzano, y para darle un tinte bien peronista, el conocido bombisto del peronismo, "el Tula". Participó el funcionariado en ejercicio, algunos “ex” como Daniel Scioli, y algunos intendentes, legisladores y gobernadores, tal el caso de Axel Kicillof. La ausencia más notable fue la de Máximo Kirchner, quien reconstruyó la relación con el ex jefe de Gabinete de su madre a medida que Fernández se alejaba de las expectativas de Cristina.

Lo más esperado se escuchó en el Microcine del 5to piso del Palacio de Hacienda, donde Massa esbozó los principales ejes de su estrategia, -que van atados a las metas acordadas con el FMI, en particular en materia de déficit (2,5%)- para obtener orden fiscal, sostener el superávit comercial, fortalecer las reservas, y un polémico desarrollo con inclusión social. Este último punto fue cuestionado desde sectores opositores de izquierda, pero también por integrantes de la alianza frentista. Públicamente lo hizo Juan Grabois (MTE y UTEP), y en privado el sector de las organizaciones sociales oficialistas, que aguarda ver cómo rumbea la estrategia del ex diputado.

La revisión de los planes sociales a través de universidades, que advirtió el flamante funcionario, es vista por muchos como futuro trabajo precarizado y una peligrosa quita de ayuda, que hasta ahora, ha garantizado que la calle esté controlada a través de ese preciado bien que desde el 2001 necesita -sine qua non- la clase política: “la paz social”.

Las clases medias y bajas se verán afectadas por la quita de subsidios, que con un tope de consumo (400kw) incorporará más usuarios a las subas de luz y gas, pero también de agua. A este ajuste se agrega el último del transporte en el AMBA y los que están haciendo las prepagas y empresas de telecomunicaciones, que alcanzan el 19 por ciento.

Ni hablar de las remarcaciones en precios de todos los rubros, especialmente el de alimentos, y que el nuevo secretario de Comercio Interior, Matías Tombolini, aseguró que va a combatir con un remozado programa de Precios Cuidados. Un sistema que ya le fracasó a Roberto FelettiGuillermo Hang Martín Pollera.

La leve baja del dólar blue en la previa al aterrizaje forzoso del líder del FR se fue diluyendo, y obviamente, lo que fue aumentado se sostuvo y persiste en esa línea ascendente. En ese contexto, el Banco Central, frente al que continúa otro superviviente: Miguel Ángel Pesce, tuvo que vender 675 millones de dólares en cuatro días. Esa pérdida de reservas es una de las cosas que más preocupa a los colaboradores massistas.

La frutilla del postre en los cortocircuitos de gestión y comunicación del Gobierno lo dio la portavoz Gabriela Cerruti, que volvió a sus conferencias de los jueves, pero con un discurso más errático que el de costumbre, y mayores restricciones al trabajo de los periodistas acreditados, quienes persisten en que se les regularice el tema de sus credenciales que están paralizadas desde principio de año. Un desmanejo intencional que pretende meter temor sobre la continuidad laboral de la mayoría de los trabajadores de prensa en la sede del Poder Ejecutivo. Un sistema de disciplinamiento que hasta ahora no le viene dando resultados a la ex periodista.

La vocera de Fernández arrancó su presentación pública señalando que después del encuentro de trabajo que mantuvieron el jefe de Estado y el nuevo mandamás económico “recuperamos una cierta sensación de estabilidad". La frase cayó muy mal en el entorno de Massa, quien no comparte, al igual que CFK, el estilo de la persona elegida por Vilma Ibarra para ser la encargada de la ya desguazada Unidad de Comunicación de Gestión Presidencial, que, de todos modos, funciona ahora -y en otro formato- desde la Secretaría de Comunicación y Prensa del área, bajo la égida de Cerruti y su segunda, Roxana Barone. El remate a la rueda de prensa fue censurar las últimas cuatro preguntas que debían realizar, quien escribe este artículo, y tres colegas más. 

Los que caminan las galerías de la Rosada, hasta hace poco estaban divididos entre albertistas y cristinistas que se repelían por cada decisión que se tomaba en materia económica. La crisis de envergadura que fustiga a la Argentina hoy genera un fenómeno inesperado: ambos bandos confiesan en voz baja que el arribo del “Renovador” -como le dicen los que evitan nombrarlo- era inevitable en este contexto en donde los gobernadores y ediles del PJ, junto a otros peronistas de peso, se plantaron a un año y medio de las elecciones con el fin de evitar una grave derrota el año próximo.

Los que más rechazan la opción Massa han iniciado el ejercicio del desgaste que ya ejecutaron con Guzmán y Batakis. Entienden que ajustar no puede ser el camino y predican, casi sin disonancias, que de donde vienen los problemas nunca vienen las soluciones. Un dirigente que visita la Rosada asiduamente esbozó una tesis que él mismo catalogó de raigambre peronista, bajo el concepto de que primero está la Patria, después el Movimiento, y luego los Hombres: “Si a Sergio le va más o menos bien, nos beneficiamos todos, si las cosas salen mal, se perjudica él”.


Fuente: Juan Pablo Peralta desde Casa Rosada para Política y Medios (PYM). Más información exclusiva de Balcarce 50 a a través de @JuamPaPeralta

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