sábado, 4 de marzo de 2023

Ante la indefinición y la crisis, se desdibuja la reelección de Alberto Fernández

La verborragia de ansiosa campaña electoral viene afectando esa fantasía que alguna vez pergeñaron dirigentes y empresarios como Juanchi ZabaletaEduardo ValdésSantiago CafieroJulio Vitobello Enrique Albistur, entre otros. Nos referimos al nunca germinado “albertismo”.

La angustia del final mete presión en el entorno del presidente Fernández, que sufre por adelantado aquello que escribió hace muchos años Alfredo Lepera, y que tan bien grabó Carlos Gardel en el tango Cuesta Abajo: “El dolor de ya no ser”.

En el contexto de las improvisaciones que se están dando en el armado de agendas y discursos, el jefe de Estado parece no tener en cuenta que cada error que comete en sus alocuciones hace el caldo gordo a sus, cada vez más numerosos, detractores.

El lunes en el Chaco, junto a uno de los gobernadores que amaga con precandidatearse a la primera magistratura, Jorge Milton Capitanich, se animó a decir que “hoy con alegría escucho que su preocupación (la de los docentes) es que no tengan que pagar Ganancias porque sus sueldos han crecido de tal modo que empiezan a verse afectados por el impuesto”.

No pasó mucho para que tuviera que salir hasta el propio ministro de Educación bonaerense, Alberto Sileoni, a desdecir los dichos presidenciales, incluyendo a gremialistas cercanos al oficialismo. La realidad indiscutible es que pocos maestros tienen esa inquietud, le respondieron a coro.

Mientras se suceden estos avatares, los asesores del jefe de Estado se muestran cada vez más irritados, desencajados, sobreexcitados, enojados y perturbados, con una situación que obviamente los está superando. La portavoz Gabriela Cerruti, más allá de sus viajes a Europa, hace dos semanas que no da conferencias de prensa porque está cada vez más enojada con los periodistas acreditados en Casa Rosada.

Considera -junto a su equipo- que somos el enemigo a excluir de la información. Pareciera que fuéramos nosotros los que escribiéramos las exposiciones de su jefe o esbozáramos algún criterio de la gestión, dentro del restringido margen de toma de decisiones que Fernández tiene en la coalición gobernante.

Esa radicalización, a la que ya hemos hecho alusión en esta columna, atraviesa a todos los albertistas, que no se cansan de echar culpas por sus desdichas a la prensa, a la pandemia, a la guerra y a la oposición kirchnerista y macrista. La situación ha llegado a tal nivel de paranoia, que desde esos despachos dan órdenes sin detenerse a pensar un minuto en las consecuencias que pueden producir.

Esta semana, desde la Secretaría General de la Presidencia (a cargo de Julio Vitobello) y la de Prensa y Comunicación, comprometieron en varias ocasiones al personal de Casa Militar, enviándolos a censurar la actividad periodística de quienes cumplimos esas funciones en Casa Rosada.

Algo absolutamente ilegal, que va contra la Libertad de Expresión y el derecho constitucional de los ciudadanos a recibir información veraz, responsable y plural desde el centro neurálgico de la política: la sede del Poder Ejecutivo Nacional. Parece que un extraño síndrome de propiedad en lo que respecta a lo público -porque pertenece a todos los argentinos- se ha apoderado de un funcionariado que está de salida y ve contrincantes en todas partes.

En la vorágine diaria, la seguidilla de estrambóticas declaraciones del mandatario no cesaron, y el martes, cuando Fernández fue a la localidad bonaerense de Morón a inaugurar una red cloacal, se despachó diciendo que él sabe que hay argentinos que sienten que sus ingresos no les alcanzan como consecuencia de la pandemia y de la guerra, pero intentó aclarar que “no todos somos lo mismo en política”.

Pidió además, sin la más mínima autocrítica, que no se cambie el rumbo de la Argentina. “No importa quién va presidir el país a partir de diciembre, lo que importa es que sea uno de los nuestros”, sentenció -sumándose indirectamente- a una pelea electoral endógena que para los kirchneristas está perdida, especialmente si Fernández llegase a ser candidato.

Las horas transcurrían y llegaba la apertura de sesiones ordinarias en el Parlamento. En Balcarce 50 varios se adjudicaban la redacción del texto que Alberto Fernández leería frente a la Asamblea Legislativa. El que picó en punta fue el flamante jefe de asesores del Presidente, Antonio Aracre, el ex CEO de Syngenta, que es visto con resquemor por varios leales al mandatario, y muchos más por los espíritus cristinistas. Por los pasillos circulaba que en el escrito trabajaban Vilma IbarraCerruti y el propio mandatario.

Lo cierto, es que la hora señalada llegó, y siguiendo los protocolos “La Jefa” estuvo donde tenía que estar, pese a las especulaciones que se hicieron de antemano con respecto a su posible ausencia. Lo mismo ocurrió con los dos principales jueces de la Corte Suprema, Horacio Rosatti Carlos Rosenkrantz; las caras más conocidas del gremialismo, caso Héctor Daer Hugo Moyano, y las organizaciones sociales, que ahora hacen equilibrio entre CFK y los 9 meses que quedan de AF.

Hubo una movilización "a reglamento" en la Plaza Congreso, que en rigor de verdad hizo bulto agrupada con gente que fue llevada en micro desde las intendencias de La Matanza, Moreno y San Martín. El responsable del primero, Fernando Espinoza, juega esas fichas al albertismo a sabiendas de que Cristina ya no lo quiere en el distrito que considera su territorio.

La decisión de la Senadora es hacer retornar a la “Quinta Provincia” a la actual vicegobernadora, Verónica Magario, quien a regañadientes no podrá ser otra vez compañera de fórmula de Axel Kicillof.

Los barones del Conurbano no aceptaron la proclamación de Fernanda Raverta (actual directora del ANSES) para acompañar al actual gobernador, por pertenecer a las huestes de La Cámpora, aunque ven con ojos menos réprobos a Mariel Fernández, edil de Moreno y esposa de Esteban “Gringo” Castro (cabecilla de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular-CTEP) e integrante, con su compañera, del Movimiento Evita, pero con bastante autonomía del tándem Pérsico-Navarro.

De todos modos, nada está definido y los jefes distritales insisten con la figura de Martín Insaurralde, el Jefe de Gabinete de la Provincia de Buenos Aires.

No faltó nada en la liturgia anual en el Congreso, en este caso, la última de la dupla que llegó al Poder en 2019 y se fue disgregando aceleradamente. La exposición de más de dos horas del presidente fue un compendio de datos positivos que hicieron decir irónicamente a un peronista histórico que fue invitado a la sesión especial: “si lo que dice Alberto es cierto, lo voto con los ojos cerrados”, y se alejó con una sonrisa socarrona en la comisura de unos labios -que esta vez- no entonaron la famosa marcha del Justicialismo.

No faltaron los alaridos de reproche por parte de la oposición, el show de los legisladores que dieron la espalda y se levantaron de sus bancas indignados para salir del recinto, los gritos forzados del mandatario a los “supremos”, y los gestos de la Vicepresidenta, que tuvieron su punto más álgido cuando Fernández habló de inhabilitación y no de proscripción. El cuerpo de defensa del alegato cristinista que el jefe de Estado esquivó adrede, sentado al lado de la ex comanditaria a la que considera que boicoteó su presidencia.

Al irse por la Avenida Rivadavia, fue Moyano (padre) quien al ser consultado por lo que dijo Fernández opinó que le pareció un discurso peronista, y agregando con respecto a la situación del país, que le parece que "a veces se exagera, porque en algunos lugares del mundo la gente no come y acá, gracias a Dios, la gente come".

Remató su declaración -a las corridas llegando a Combate de los Pozos- manifestando que si Alberto se presenta, por qué no lo va a votar. Cuando se le preguntó por Cristina, apuntó lo mismo, “si se presenta, sí”.

Terminado el evento, la mesa chica albertista llegó a Casa de Gobierno y celebró el derrotero discursivo del ex líder del Grupo Callao. Festejaron con un costoso almuerzo. Lo hicieron como en los viejos tiempos de triunfos y de excelente imagen del titular del Ejecutivo.

Más allá de la verbena, nunca dejó de sonar de fondo la música de un epílogo que todos parecen conocer pero prefieren esquivar entre risas y el espejísmo de los viajes que aún quedan por hacer escapando del agobio vernáculo, que potenciará la sangría de dólares de las flacas arcas del Banco Central.

Todavía faltaba otro capítulo que cerraría cinco días muy convulsionados. Fue el comentario que el presidente hizo desde la provincia de Salta sobre el ataque mafioso al supermercado rosarino de la familia de Antonela Roccuzzo, pareja del capitán de la selección tricampeona del mundo, Lionel Messi.

"Evidentemente algo más habrá que hacer por los rosarinos y los santafesinos porque son argentinos", manifestó un desencajado jefe de Estado, que potenciaba las declaraciones que horas antes había hecho su ministro de Seguridad, Aníbal Fernández: “Los narcos han ganado”.

Las usinas de difusión presidencial se encargaron de trasmitir a unos pocos medios oficialistas que Fernández se había comunicado con el intendente de Rosario, Pablo Javkin.

De todos modos, sin detalles sobre el contenido del diálogo. No fue la excepción con respecto a este tema, la mecánica de clavar vistos a la prensa acreditada en Rosada. No hubo declaraciones, ni mini ruedas periodísticas en medio del estupor y la necesidad de la sociedad por obtener respuestas desde el palacio gubernamental.

El día terminó bajo ese estricto silencio de radio. Nadie habló, nadie explicó, ni dio declaración alguna. Fernández se ocultó en Olivos y el sol ardiente de febrero se perdió entre el humo que llegaba a Buenos Aires desde los incendios en la zona sur de Entre Ríos; que además, como en otras regiones del país, sobrevivía a los cortes masivos de luz que sufrían más de 30 mil usuarios en la zona del AMBA, y muchos más en el resto del país, debido a focos ígneos que dejaron fuera de servicio a Atucha l.

Antes, Fernández había comentado en el Parlamento que "Argentina es la energía que necesita el mundo". Los memes se apoderaron de las redes sociales y Sergio Massa -junto a sus hombres en la Secretaría de Energía- optó por hablar de "sabotaje" y pedir una investigación que exculpe a sus padrinos políticos en Edenor (Daniel Vila José Luis Manzano), y también a la firma italiana ENEL, muy cuestionada, y con la que se amagó una intervención que terminó solamente con veedores colaborativos.

El viernes se le armó al presidente una agenda muy liviana y a la tarde con una sola actividad junto a Carla Vizzotti (Salud). Un homenaje al personal sanitario que trabajó en la pandemia.

Sin embargo, hubo una sorpresa, temprano arribó a la sede del Ejecutivo el gobernador de Santa Fe, Omar Perotti, para reunirse con el ministro del Interior Eduardo "Wado" de Pedro y el jefe de Gabinete, Agustín Rossi, de y quien no se sabía nada desde su asunción el 15 de febrero, sólo unas declaraciones que dio en una entrevista concedida a un diario cercano al Gobierno.

Al concluir el cónclave, Perotti les contó a los periodistas acreditados que se llegó a un acuerdo para tener 600 cámaras y una aplicación que valida identidades con reconocimiento facial. Aclaró que pidió más apoyo federal. Sobre lo que dijo Aníbal (Fernández) con respecto a las más de 2000 detenciones que se hicieron en su provincia, señaló que “con eso no alcanza”.

Otra exigencia del principal funcionario litoraleño fue la de solicitar más recursos para las fuerzas federales, así como también, la aprobación de la ley que los legisladores de Santa Fe han presentado para darle una nueva estructura a la Justicia Federal que es la misma desde hace 30 años. Esas demandas fueron dirigidas al cuerpo que conduce CFK, al que le reclamó que sesione con el fin de tratar pliegos con media sanción que deben ser aprobados.

Por último, el santafecino aseveró que el episodio del jueves en el supermercado de la familia Roccuzzo es uno más de muchos otros, y subrayó que rechaza las declaraciones del ministro Fernández sobre que “los narcos han ganado”. Al cerrar la rueda de prensa, Perotti remarcó, en un mensaje dirigido a albertistas y macristas, que “no se puede ir de turismo electoral a Rosario”, sino que hay que ayudar.

Pese a los actuado (y sobreactuado) por Fernández esta semana en referencia a la figura de su vice, desde el camporismo siguieron cayéndole ataques. El vocero de Cristina, en este caso volvió a ser Andrés Larroque (ministro de Desarrollo de la Comunidad bonaerense), quien sin medias tintas le pidió al presidente que deje de victimizarse porque hay una gran desilusión con él. También le echó en cara que hubo cosas que no se hicieron en el momento correcto –como la reforma judicial-.

Remarcó que hay diferencias en materia económica y le bajó el precio a su ambición reeleccionista al señalar que “parece raro con esas alquimias que a veces se plantean de que vamos a ganar con un candidato que mide 5 puntos”.

Los que confían en alguna vuelta de campana en materia electoral en este 2023, sea en Casa Rosada o en los búnkers kirchneristas, depositan sus esperanzas en el desaguisado que se figura en la interna de Juntos por el Cambio, no en méritos propios. Eso, para algunos, es depender de los errores ajenos.

“El problema es que nosotros somos gobierno, y ellos, los amarillos, quieren volver a serlo. No tienen la suma de responsabilidades que tenemos nosotros ahora”, se sinceró un dirigente del FdT, que avizora -en el corto plazo- un desenlace inevitable que va a llevar al peronismo a reconfigurarse en otros términos de cara al 2027. 

Fuente: Juan Pablo Peralta desde Casa Rosada para Política&Medios (PyM). Más información exclusiva de Balcarce 50 a través de Twitter en @JuamPaPeralta y en IG: @juanpabloperaltaperiodista

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