sábado, 16 de marzo de 2013

Obama y sus asesinatos a control remoto con Drones


El primer ataque de aeronaves no tripuladas (UAV por sus siglas en inglés), conocidas popularmente como drones, ocurrió el 3 de noviembre de 2002 en Yemen. Aquel día, desde las instalaciones del desierto de Nevada (EEUU) un piloto norteamericano pulsó el botón de su consola de mando y a miles de kilómetros de distancia el misil de un drone Predator impactó de lleno en un automóvil. En él viajaba Quan Senyan Al-Harithi, conocido como Abu Ali, uno de los líderes de Al Qaeda, sospechado de organizar el ataque contra el destructor estadounidense USS Cole en pleno puerto de Adén mientras repostaba, el 12 de octubre de 2000. Tras aquella primera operación encubierta en Yemen, todo cuanto ha rodeado a los operativos de drones en regiones en las que no hay conflicto bélico declarado ha sido ultra secreto, hasta el punto de que las operaciones son coordinadas directamente por la CIA y la Casa Blanca sin informar de ello siquiera al Congreso de EEUU. Se da por seguro que el asesinato de Harithi fue obra de la Task Force 20, cuyo código en clave era Zorro Gris (Grey Fox), una unidad encubierta de la Delta Force seleccionada especialmente y en cuya hoja de servicios destacan sus operaciones encubiertas en la guerra y la posguerra de Irak a partir de 2003. Antes de ese 3 de noviembre de 2002, el uso de los drones se limitaba a misiones de vigilancia y reconocimiento. De hecho, antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001, drones de la CIA habían sobrevolado supuestos campamentos de entrenamiento de Bin Laden en Afganistán. Hasta es posible remontarse a la guerra del Golfo (1991) e incluso a la de Vietnam (1964-75) y encontrar algunas experiencias con este tipo de aeronaves. Dotadas hoy en día de múltiples cámaras repartidas por todo el avión, incluidas las de infrarrojos y visión nocturna, el piloto recibe una panorámica perfecta de la situación en el terreno, como si fuera un pájaro. Su tecnología de punta permite escuchar conversaciones de teléfonos móviles y ubicar a los interlocutores en tierra, en medio de una multitud, e identificarlo con un software de reconocimiento de rasgos faciales; o averiguar mediante sus sensores térmicos si algún arma ha sido disparada recientemente en la zona. La carga de imágenes e información recogida por estos drones es tal que en los últimos años las Fuerzas Armadas estadounidenses se han visto obligadas a multiplicar por cinco el personal de inteligencia encargado de analizarla. Como arma de ataque, el drone tiene una ventaja incomparable: permite incursiones remotas sin arriesgar soldados, que controlan las aeronaves desde otro sitio del planeta con un sofisticado radar que les permite pilotar en condiciones de muy baja visibilidad por humo, niebla o calima, y traducir en imágenes detalladas todo lo que se oculta tras las nubes o el humo. Se ha argumentado, también, que los drones tienen precisión quirúrgica. Tecnología como el programa GhostLink permiten seguir vehículos en el terreno y transmitir en tiempo real y con alta resolución su imagen en el terreno. Su poder destructor es extraordinario, no solo por su potencia de fuego –sus misiles Hellfire están diseñados para destruir tanques blindados-, sino porque, en muchos de los casos recientes, dispara contra casas de adobe. A una altitud de 50.000 pies y una velocidad de más de 360 km/h, los drones no hacen más que ganar adeptos en el aparato militar norteamericano. En 2005 equivalían al 5% de todas las aeronaves del Departamento de Defensa; hoy en día superan el 60%, y el número de pilotos entrenados para controlarlos ya es mayor que el de sus pares de aviones convencionales. La fabricación de los primeros modelos de UAV, conocidos como Predator, ha sido durante mucho tiempo patrimonio exclusivo de la compañía General Atomics, cuyas cuentas nunca se han hecho públicas. Algunas fuentes afirman que el gasto público en drones ronda los 3.000 millones de dólares anuales. El sucesor de este modelo, más grande y rápido, sería el Reaper: juntos, acaparan la mayor parte de las operaciones norteamericanas actuales, si bien es cierto que en los últimos tiempos ha entrado en juego la empresa AeroVironment y su modelo Switchblade, también conocido como el ‘drone kamikaze’, porque ha sido concebido para volar entre las filas enemigas y, en el momento adecuado, detonarse y acabar con ellas. (Nota completa)

Fuente: Adrián Bollero, Revista Puercoespín

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