Desde que Florencio Randazzo, además de ser ministro del interior asumió responsabilidades en la administración de Cristina Fernández de Kirchner, después de la Masacre de Once, se empezó a anunciar el soterramiento del Ferrocarril Sarmiento que une Moreno con Plaza Miserere. El funcionario daba permanentes conferencias de prensa en Casa Rosada donde explicaba cómo iban avanzando las obras. Lo extraño es que dicha avanzada nunca se hacía visible, especialmente en uno de los cruces más peligrosos del oeste de la C.A.B.A., me refiero a la Avenida Nazca a la altura de Yerbal. Una arteria metropolitana en la que insólitamente y con extrema desidia se permite circular transporte pesado que se suma al vendaval de colectivos, automóviles, motos, bicicletas y obviamente una marea incesante de peatones. Recordemos que es una zona comercial con enorme movimiento diario. Mis compañeros de sala de prensa de Gobierno me cargaban, siempre con humor, porque además de las consultas coyunturales, yo nunca dejaba pasar la pregunta que vinculaba a la llegada de ese trabajo a las vías de Flores. El ministro a veces hasta se reía como diciendo "siempre venís con el mismo interrogante". Pero bueno, la gravedad del asunto la tuve siempre desde que vivo en ese barrio. Además del desastre que es el tránsito en esa zona, se puede llegar a tardar media hora o 40 minutos desde Juan B. Justo hasta Av. Rivadavia, un trecho que apenas alcanza 20 cuadras. Desde la salida del kirchnerismo hasta ahora corrió mucha agua bajo el puente: denuncias cruzadas, empresarios vinculados familiarmente al actual presidente, como su primo Calcaterra, quienes recibieron esas obras y otras de manos del ex titular de Planificación Federal, Julio De Vido, y por supuesto la sequedad de millones de litros de tinta que se escribieron al respecto, y todo sigue igual o peor. Después del choque entre un interno de la línea 92 y una formación en Estación Flores en 2011 que dejó 11 muertos y 228 heridos se pusieron bandarilleros en cada paso a nivel en las inmediaciones. Ocho años después, con otro mandatario y un discurso que gira en torno a obras públicas que según afirman desde el Poder "no se detienen", pese a la terrible debacle económica que nos dejó endeudados por 100 años con el Mundo y por vaya a saber cuántos con el FMI, las postales que subí muestran que las cosas no cambiaron en lo más mínimo. Terrada, calle lateral a Nazca está cerrada porque allí quedó la muestra del abandono. El caos en el cruce de la avenida y las vías, así como en todas las arterias cercanas aumentó. Los camiones repletos y a gran velocidad revientan los durmientes y se cargan la barreras casi todos los días. Los pobres bandarilleros tocan el silbato cada 10 minutos para intentar frenar a los vehículos y gente para que no terminen debajo (o arrastrado) por alguno de los trenes que pasan rapidísimo, pese a que la estación está muy cerca. Está claro que esto debería ser absoluta prioridad, sin embargo el erario público se gasta cotidianamente en "arreglar" lo que ya se "arregló" varias veces: camino y estaciones del Metrobús, bicisendas, plazas y veredas donde se levantan las baldosas cada cuatro o cinco meses sin necesidad alguna, porque las que realmente estás rotas siguen así, y es habitual ver personas de todas las edades cayendo al piso por estas roturas que se ven en los barrios porteños y centro de la Ciudad. Está claro que la intención es mostrar un "estado de modernización permanente", pero ficticio. Pareciera que se espera que otra tragedia para hacer alguna cosita chiquita que parezca que se hace sin hacer, y esto ocurre esté el gobierno que esté. No es una cuestión de Grieta. Cuando los hechos demuestren lo contrario seré el primero en reconocerlo y escribirlo aquí y otros lugares, mientras tanto repudio y denuncio semejante grado de engaño e irresponsabilidad.
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