miércoles, 3 de diciembre de 2008

Las tumbas

Los institutos de menores reciben otro nombre en la historia social argentina. Desde hace décadas les dicen las tumbas, tal como quedó registrado hasta en la propia literatura de estos arrabales del mundo.Las tumbas. El lugar habitado por los muertos. Un cementerio de muertos vivos. Por eso le dicen las tumbas.La contradicción llega a los límites de la perversión. Porque se trata de depósitos de chicas y chicos que necesitan, más que cualquiera, de la libertad y la expansión para asociarlas con la vitalidad de sus años calientes.Y aunque los discursos cambian, las realidades parecen no modificarse al ritmo de la mutación de las palabras.Quizás porque el sistema siempre garantiza el peor castigo posible para los pibes.Y el peor de los castigos, siempre, es la muerte.En los institutos de menores del principal estado argentino, la provincia de Buenos Aires, la muerte sigue desbocada.He aquí, entonces, el reciclaje de las tumbas.Eran dos pibes con edad para terminar la escuela secundaria. Tenían entre dieciséis y diecisiete años. Habían caído al llamado Centro de Régimen Cerrado de La Matanza, inaugurado hace apenas diez días. La primera explicación oficial fue que se trató de un suicidio. Ambos aparecieron ahorcados en sus celdas. Después vinieron las explicaciones sobre los cadáveres de los chicos: faltan recursos, materiales y humanos. La segunda parte de las excusas hizo centro en las víctimas y sus vidas. "Tenían una historia bastante complicada, de entrada y salida de varios institutos, con tratamientos psicológicos prolongados y una relación de fuerte apego entre ellos", sostuvo un ministro.Para un sacerdote, supuesto heredero del profeta del sermón de la montaña, el Centro de Régimen Cerrado de La Matanza está "muy bien construido, muy sólido, pero que fue concebido con un concepto penitenciario que no se corresponde con lo que dice la Convención de los Derechos del Niño. El lugar está dispuesto para alojar a ciento veinte jóvenes, cuenta con un gimnasio con dimensiones olímpicas, pero no obedece al concepto que marca la ley", dijo el cura Blanco.Los muchachos no tuvieron la posibilidad de disfrutar del gimnasio.Fueron fagocitados por las tumbas.Esos lugares que alojan muertos o vivos condenados a muerte en pleno crecimiento.Las tumbas siguen vivas porque el sistema las necesita siempre feroces a la hora de educar a las nuevas generaciones.Cambian las palabras, hay ropajes de supuesta sensibilidad en los discursos y hasta nuevos edificios para los llamados institutos de menores pero, sin embargo, la realidad continúa fiel a sus amos. No hay espacio para una nueva posibilidad, está clausurada la reinserción comunitaria de los pibes, no sea cosa que intenten cambiar la realidad.Por eso las tumbas siguen vivas.Para que el piberío empobrecido sepa que el sistema no puede permitirse un acto de justicia. Solamente exige condena e hipocresía.

Fuente: Carlos del Frade, La Fogata

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