jueves, 4 de julio de 2013

Julián Delgado, el periodista desaparecido y olvidado. Fue director Comercial del Cronista en 1976

A las tres de la tarde de aquel domingo 4 de junio, Julián José Delgado estaba ansioso por hablar con el especialista en logoterapia que le había recomendado su psiquiatra. No andaba bien de ánimo. Tenía miedo. Sufría de insomnio. Creía que ese profesional podría ayudarlo.
Quería pedirle un turno, cuanto antes. Llamaba pero nadie atendía el teléfono. Decidió entonces ir en persona a dejar una nota. Iría con su esposa María Ignacia Cercos. Se adelantó a la cochera del edificio de Guido y Rodríguez Peña, pero a los pocos minutos volvió a subir porque el Ford Taunus 75 gris metalizado y techo vinílico negro no arrancaba. "Llamá al Automóvil Club", le pidió a la mujer, ya con el abrigo puesto.
En eso estaba ella cuando Delgado volvió y le dijo: "Dejá, no llames, ya está. Pero quedate que voy y vengo con algo para el té". Palabras más, palabras menos, esas fueron las últimas antes de que Delgado iniciara el camino que lo convertiría en un detenido desaparecido, recordado por familiares y algunos pocos amigos. Olvidado por decenas que lo conocieron y lo trataron. De hecho, la mayoría de los peridoistas jóvenes no saben ni siquiera quien fue. Y su rostro, su estampa era hasta hoy desconocida.
Fue el 4 de junio de 1978, dos días antes que cumpliera 44 años y tres del Día del Periodista.
Desde el comienzo de aquel mes, la Argentina vivía una gesta deportiva sin igual, el Mundial de Fútbol, a cuya inauguración -una fiesta gimnástica y un aburrido empate en 0 entre Alemania Federal y Polonia- Delgado fue junto a su esposa.

Borrini, Martínez de Hoz y Delgado
Las Fuerzas Armadas llevaban más de 26 meses en el poder y el aparato represivo había sido desplegado en su totalidad. Delgado era el director editor del diario El Cronista Comercial desde julio de 1976 y el de la revista Mercado, desde 1969.



No sólo era uno de los voceros del establishment, también frecuentaba a figuras encumbradas como el entonces ministro de Economía cívico militar José Alfredo Martínez. Eso quizá explica que otro poderoso miembro de la 

Junta, el ministro del Interior Albano Harguindeguy, se interesara por el caso y recibiera a las 48 horas de su desaparición a su esposa y los socios editoriales de Delgado, Alberto BorriniMario Sekiguchi y Raúl Sarmiento.


"Con esto del Mundial no sería conveniente difundirlo. Déme una semana, se lo vamos a encontrar", la despidió el funcionario como si hablara de una mascota extraviada.

Mario Sekiguchi
María Ignacia Cercos cumplió, pero a los siete días, sin noticias del marido, avisó que comunicaría la desaparición. Ese día, Sekiguchi la citó en un bar de Callao, entre Guido y Vicente López que frecuentaban los servicios de inteligencia, y le dijo que se olvidara del marido, que si aparecía ya no sería el mismo. "Vos que lo conoces, ¿crees que un tipo como Julián va a aguantar?".
Ni El Cronista ni Mercado dieron la primicia, sino el Buenos Aires Herald que el martes 13 anunciaría en tapa la novedad.

El Buenos Aires Herald, unico diario que anunció la desaparición del periodista Delgado
 El diario dirigido por Robert Cox se había convertido desde el golpe en el único en dar cuenta de algunas desapariciones. Cercos conocía a Cox y además Mercado era uno de los anunciantes del matutino escrito en inglés, que al día siguiente y también en la portada, aseguró que Delgado había sido encontrado muerto dentro de su auto, en base a una fuente de la Casa de Gobierno.
Eso provocó que en la edición del 15 de junio El Cronista Comercial se viera obligado a dar cuenta del tema, pero a través de un recuadro publicado en el centro de la portada que reproducía la desmentida de la Secretaria de Información Pública de la Nación:
“Ante la versión de la posible aparición del señor Julián Delgado, la Secretaría de Información Pública comunica que la misma es inexacta, siendo su origen una información que cobró cuerpo en el día de ayer (por anteayer)”. El recuadro agregaba que "consultadas las autoridades policiales manifestaron no tener novedades hasta el momento con respecto al señor Julián Delgado. Como se recordará, el director editor del periódico El Cronista Comercial y de la revista Mercado se encontraba bajo tratamiento médico y desapareció el domingo 4 de junio con su automóvil, luego de haber visitado a un especialista”.


La reacción de la revista Mercado no fue menos llamativa. En el número posterior a que se comunicara la desaparición, la habitual carta al lector firmada por la dirección decía:
“A los buenos periodistas, a los periodistas de raza, nos les gusta ser protagonistas de las noticias. La función del periodista es comunicar, es poner a los verdaderos protagonistas en contacto con el público. Es informar e interpretar con responsabilidad. Es estar cerca de los hechos, pero lejos de las candilejas. Julián Delgado nunca quiso ser protagonista; sin embargo, en estos momentos tenemos el penoso deber de comunicar su desaparición, ocurrida el domingo 4 de junio, por la tarde. Desde entonces se desconoce su paradero.
“Delgado desapareció con su automóvil después de visitar a un especialista. El hecho fue oportunamente informado al Ministerio del Interior, General Albano Harguindeguy, a quien se puso en conocimiento, asimismo, que Delgado estaba bajo tratamiento médico. Pese al interés y preocupación demostrados por el Ministro, y a la diligencia de la Policía Federal, que merecen el reconocimiento de Mercado y de El Cronista Comercial, el diario hermano del cual Delgado también era director editor, no hay rastros suyos, ni de su automóvil, hasta el momento de cerrar esta edición.
“Julián Delgado nunca quiso protagonista; tampoco aprueba, estamos seguros, las versiones apresuradas que algunos tejen sobre su desaparición, enturbiando quizá sin proponérselo la imagen del país en momentos en que estamos expuestos a las miradas de todo el mundo.
“Se trata de un hecho que afecta profundamente a la familia Delgado, a sus amigos y a los lectores, que decidimos hacer público para facilitar su búsqueda. Mientras esta búsqueda continúa, Delgado aprobará que no terminemos esta carta sin recomendarle la buena edición que usted tiene en sus manos, en la cual todo el equipo ha puesto de sí lo mejor. Del contenido del números nos permitimos señalar especialmente la nota de tapa, dedicada a formular un balance de la situación del comercio exterior argentino...".

Tanto El Cronista como Mercado mantuvieron un reclamo esporádico por la desaparición hasta el primer año y siempre a través de pequeños espacios. El lector de Mercado se encontró en el número siguiente con un recuadro en la página 6 que daba cuenta de los 17 días transcurridos desde la desaparición de apenas dos párrafos, que se duplicaron al cumplirse un mes. El texto era más o menos similar pero incluía la preocupación expresada por el Consejo Ejecutivo de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentina (ADEPA).
La información siguió en un recuadro hasta que dejó de publicarse. En el primer número de agosto siguiente, un aviso a toda página anunciaba el festejo por los nueve años de la revista. Un Jorge Videla de perfil y vestido de traje acompañaba el título de tapa “La continuidad del Proceso”.

  En ese informe se incluía "Ganar la Paz" que daba cuenta de una reunión que los directores de la revista habían mantenido con Videla y el secretario de Información Pública y hombre de confianza de Emilio Massera, contralmirante Rubén Franco donde los editores habían entregado “los 25 avisos creados por las agencias de publicidad a pedido de la revista sobre el tema 'Ganar la Paz'”, una campaña que ya habían realizado en otras oportunidades.


La información publicada no mencionaba nada sobre Delgado. Pero en el número siguiente, la carta al lector anunciaba la cancelación del cóctel aniversario por la desaparición de Delgado


Episodio corresponsal Clarin en Neuquén

El 23 julio siguiente, los diarios dieron cuenta de la desaparición del corresponsal de Clarín en Neuquén Enrique Esteban y su esposa; y de un abogado de Misiones, Rubén Vera.
La difusión del caso ayudó a que se los liberara a los pocos días, pero no ocurrió lo mismo con DelgadoHarguindeguy declaró entonces a la prensa que Delgado padecía problemas de salud y que debería descartarse cualquier motivación política o criminal.
Aquel domingo 4 de junio, Cercos esperó a su esposo hasta que anocheció. Entonces decidió ir a buscarlo al domicilio adonde iba. Tocó el portero y una mujer le aseguró que de allí se había ido cerca de las 19. Volvió a la casa y ya sobre la medianoche repitió el camino. Esta vez atendió el médico. Primero hizo como si no supiera nada, pero cuando se dio cuenta que Cercos había hablado con su esposa reconoció que se reunió conDelgado un par de horas, que estaba muy angustiado, que había llorado mucho, que luego bajaron juntos pero como Delgado no se sentía bien se quedó sentado en la escalera y él se fue. Ese mismo relato repetiría en la comisaría 17 una y otra vez.
Delgado no figuraba en los hospitales. A los pocos días, la patente del Ford Taunus (707553) apareció en un Torino mal estacionado y abandonado. Cercos lo supo cuando le llegó la infracción a su domicilio. La noticia alimentó la certeza de que su marido estaba secuestrado, aunque la confirmación también llegaría con los llamados extorsivos que recibió la mujer.
Cercos lidió con la indiferencia de su cuñado (militar retirado) y de los socios editoriales, pero la sangre vasca no la hizo abandonar la búsqueda: Además de Harguindeguy se reunió con Martínez de Hoz y el general Roberto Viola antes de que asumiera la presidencia y con el nuncio apostólico Pío Laghi, quien jugaba al tenis con Armando Lambruschini, sucesor de Massera en la Armada y la Junta.
El ministro de Economía dijo de esperar; Viola sólo le confirmó que el Ejército nada tenía que ver con el tema y le mandó un abogado del servicio de inteligencia del Ejército, que le sugirió avanzar en las negociaciones de los llamados extorsivos y le robó la agenda Morgan del esposo.
El representante del Vaticano en Buenos Aires le confió a Cercos que había un grupo de prisioneros de la ESMA a los que no se sabía si matar o liberar y se ofreció averiguar si Delgado estaba entre ellos. Pero la consulta dio negativo. Muchos años después, Cercos recordaría que su marido le había confiado que Massera quería hacerse del diario, pero ella no le dio relevancia entonces.

Contexto de la desaparición

Hasta la llegada de los militares al poder, Delgado era un editor que padecía los vaivenes económicos que repercutían en la revista Mercado, pero en 1975 recibió ayuda del grupo Sasetru, un holding de decenas de empresas de distintos rubros y accionistas, que en julio de 1976 compraría El Cronista a Rafael Perrota en un millón de dólares de entonces.
Los nuevos dueños ofrecieron al cuarteto de Mercado dirigir el periódico con la promesa de darle a cada uno 10% de las acciones sino lo saneaban. Delgado sintió alivio en el bolsillo, pero las vicisitudes políticas comenzaron a preocuparlo.
Primero, una bomba que estalló frente Alsina 547, donde estaba El Cronista; luego el secuestro del delegado sindical, el periodista Héctor Demarchi; y hacia fines del semestre se enteró por los diarios de que David Graiver -muerto en agosto- era socio de Perrota.
En junio de 1977, fue el secuestro de Perrota, que junto al resto de las cuestiones minaron el espíritu de Delgado, quien comenzó a padecer de insomnio y miedo. En diciembre de aquel año llegó un día a la casa con sobres de papel madera del archivo de la revista que en su interior tenían fotos de él junto a los ex dirigentes de la Confederación General Económica José Bel Gelbard y Julio Broner.
Esa noche, mientras rompía el material nervioso y sin dar explicaciones, le avisó a la mujer que cambiarían el destino tradicional de las vacaciones, Mar del Plata, por Punta del Este.
Esas decisiones ni la reunión que tuvo con Jorge Born ni bien llegó al balneario uruguayo le contó Delgado a su mujer. El miedo se acrecentó al punto de no querer salir de su casa. Hasta junio cuando quiso ir al médico. Nunca más volvió.
En abril se conoció la muerte de Miguel Padilla, un colaborador muy cercano al ministro Martínez de Hoz, lo que alimentó la sensación de que nadie estaba a salvo.

Cercos publicó avisos en todos los diarios en marzo de 1979 -destaca que La Nación no se lo cobró y que le costó publicarlo en El Cronista-; recibió más llamados extorsivos y la visita de un grupo de militares que le sugirió no presentarse ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que visitó el país en junio de 1979.
La esposa de Delgado llegó incluso a consultar a un vidente; escuchó comentarios de que a su marido podrían haberlo secuestrado por la compra de El Cronista o porque lo creían vinculado a Perrota y lidió con los socios de su esposo que desarmaron su oficina antes de que terminara julio del 78, el mes en el que Sasetru cumplió su promesa y pagó las acciones de El Cronista, menos las de Delgado.
Cuando regresó la democracia, la viuda demoró en aceptar la muerte y pedir el certificado que le permitiría realizar varios trámites como la sucesión (y cobrar dinero por El Cronista y Mercado).
En el primer año de la democracia naciente se entrevistó con Graciela Fernández Meijide en la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) que elaboró el “Nunca Más”.
Allí supo que el nombre de su marido figuraba en un libro como una de las víctimas de la “subversión”, como se denominaba por entonces, persecutoriamente a los grupos mayoritariamente juveniles que se habían volcado en la Argentina -a partir de la década del 60- a la guerrilla luego del golpe de 1955.
La publicación, que tenía la foto de un cadáver desfigurado con un epígrafe que decía Julián Delgado, estaba en español, francés e inglés y fue uno de los elementos para contrarrestar las denuncias por violaciones a los derechos humanos en Europa. El autor intelectual del libro no era otro que el general Harguindeguy. 


Tucumán al 600, Massera

Un día de los 90, Cercos caminaba por la porteña calle Tucumán al 600 cuando vio en la vereda de enfrente la figura inconfundible de Massera que salía de un edificio y subía a un auto.
Con un ardid logró que en la portería le dijeran en qué piso tenía oficinas el almirante. Subió al ascensor con un hombre de aspecto militar que enseguida sospechó algo raro y le preguntó a qué piso iba. Ya en la puerta del departamento, la mujer confesó sus intenciones: dijo no pertenecer a ningún organismo de derechos humanos ni ser militante política y que sólo quería saber el destino final de su marido. El desconocido prometió consultar en una computadora y le pidió que volviera en unos días. La mujer cumplió, pero cuando regresó, la oficina ya había sido desmantelada sin dejar ningún rastro visible.
“Julián desapareció dos veces -comenta hoy la mujer-. Desapareció físicamente y se hizo un vacío por el miedo de la gente, que apisonó la tierra por donde había pasado”.

Nota Relacionada


Así recuerdan al director editor de El Cronista Comercial


Fuentes

Entrevistas personales
María Ignacia Cercos; Alberto Dearriba y Gerardo López Alonso
Consultas o testimonios obtenidos por correo electrónico o teléfono
Héctor D'Amico, Ricardo Frascara, Hugo Murno, Luis O'Donnell y Roberto García.
Bibliografia:
El enigma Perrota, María Seoane, 2012
El silencio, Horacio Verbitsky, 2006
Timerman, el periodista que quiso ser parte del poder, Graciela Mochkofsky, 2003
Paren las rotativas, Carlos Ulanovsky, 1997
Periodistas desaparecidos. Con vida los queremos. Las voces que necesitaba silenciar la dictadura. Asociación de Periodistas de Buenos Aires, 1986
Nota del director de El Cronista Comercial, Fernando González, publicada en 2011.

- See more at: http://www.diariosobrediarios.com.ar/dsd/notas/4/73-julian-delgado-el-periodista-desaparecido-y-olvidado.php#.UdZJl_nrx6R

No hay comentarios: