viernes, 25 de febrero de 2022

El gobierno se debate entre el multilateralismo y la incógnita del acuerdo con el FMI

El déjà vu que activa la frase: “la letra chica del acuerdo con el FMI”, en las galerías de Casa Rosada es una constante. La portavoz Gabriela Cerruti no se cansa de decir que “los borradores son borradores” y que pueden cambiar a cada hora “porque se trata de una negociación”. Cuando en la Sala de Periodistas -bautizada hace meses Roberto Di Sandro- se le plantean a la funcionaria hipótesis que surgen del texto que circula entre la prensa y los legisladores (por ejemplo) sobre la discusión entre el Gobierno y el staff del Fondo por los subsidios en materia de tarifas, jubilaciones, etc, la vocera repite una frase: “Ojalá la realidad fuera más atractiva que lo que se publica en el periodismo, pero no”. Así, entiende ella, le baja el precio a la posibilidad de que las diferencias que hay entre cristinistas y albertistas, con respecto a lo que se va a tratar en el Parlamento más tarde de lo previsto, precisamente por esa falta de coincidencias con respecto al trato al que se llegue (o no) con el organismo multilateral, no se acrecienten dentro del Frente de Todos.

El aparato comunicacional de quienes le son fieles al presidente Fernández no descansa a la hora de procurar que los medios reproduzcan textuales y parafraseos en off donde se asegura que “el acuerdo sale sin problemas”. Sin embargo, en el lugar donde suceden los acontecimientos (Balcarce 50) todavía se huele la duda y la desconfianza en el kirchnerismo. Hace unos días, consultado por este medio sobre quién se impondrá en las prerrogativas que exige Kristalina Georgieva y su directorio, un alto dirigente del PJ bonaerense sentenció: "si como dicen, CFK es quien manda, este acuerdo, tal como está, no se firma".

Más allá del riesgo que implica el poder de La Cámpora en la coalición gobernante y su posición sobre lo que intenta pactar Martín Guzmán con el FMI, el jefe de Estado no para de tener gestos de acercamiento hacia ellos. Entre otros, por ejemplo, avalando la continuidad en sus cargos de Luana Volnovich en el PAMI, -después del viaje de vacaciones al caribe que no debía ser-, y de Juan Cabandié administrando la cartera de Ambiente y Desarrollo Sostenible, cuando no le alcanzan los día para justificar por qué no pudo (ni puede) mitigar los catastróficos incendios en la provincia de Corrientes.

Lo que mantiene irritado al camporismo y a la propia Cristina no tiene que ver solamente con las tratativas del albertismo con el Fondo, sino además, el hecho de que el mandatario ya esté trabajando en su reelección. Para ello ya se dispuso un grupo de trabajo que está integrado por funcionarios activos, y otros que tuvieron que dejar sus cargos por presiones de la Vicepresidenta, tal el caso del exsecretario de Comunicación y Prensa de la Presidencia, Juan Pablo Biondi -y equipo-. Entre ellos, quien ocupa ahora su cargo, Juan Ross, y la persona que fue desplazada (hasta ahora únicamente de palabra), Marcelo Martín, subsecretario de la misma área. De todos modos, quien tiene un protagonismo fundamental en ese armado es el jefe de asesores, Juan Manuel Olmos.

El hombre que ahora se ha sumado a encuentros a los que antes no tenía acceso, como los cónclaves del Gabinete Económico, es a la vez el puente con quienes en el palacio gubernamental son llamados “los amarillos”. Él fue quien tejió lazos con el Larretismo en los buenos tiempos de lucha conjunta contra la pandemia, pero también en estos meses, desde que el avance de Fernández sobre la coparticipación porteña, y ahora el conflicto de la quita de subvención a 32 líneas de colectivos que atraviesan la CABA, los llevó a tener contacto a través de comisionados y ya no personalmente.  

Entre semana, desde la Cancillería, donde a la vez funciona la jefatura de Gabinete offshore que capitanea Santiago Cafiero (otro que nunca se fue), venían monitoreando con atención la estrategia de Vladimir Putin con respecto a Ucrania, algo que podía activar el infierno tan temido de la invasión, que terminó por convertirse en lo que, para los críticos a las relaciones de los Fernández con el mundo, es otro grueso error en materia de protección de los intereses argentinos. 

En el marco del diálogo con la entidad financiera global más grande del mundo, el hecho de que el presidente de su principal accionista (Estados Unidos), Joseph Biden, saliera a catalogar de “criminal” y “tirano” al polémico líder soviético, al que el titular del Ejecutivo nacional le propuso que Argentina sea la puerta de entrada de Rusia en América Latina, es visto por varios frentistas como algo que no hace más que presagiar malas noticias.

Lo cierto, es que, en esta maraña de sucesos, ninguna de las facciones en pugna tiene intenciones, al menos por ahora, de quitar los pies del plato. Si hasta Máximo Kirchner voló a Comodoro Rivadavia (Chubut) con el fin de celebrar el 121 aniversario de esa localidad junto al cuestionado gobernador Mariano Arcioni, su protector Sergio Massa, y el ahora “candidateable” ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro. Vale decir, que, en más de una oportunidad, ante los repetidos desaciertos presidenciales no faltaron en los pasillos rosados quienes decían: “en el ’19 tendríamos que haber ido con Sergio”. Para ese mismo arco, muchas de las acciones de Fernández son consideradas traiciones, y proponen jugar con el tigrense en 2023 en las PASO que el propio Presidente propuso para tener chances. El actual titular de la Cámara baja sabe que esa podría ser su última oportunidad para materializar su sueño de ocupar el sillón de Rivadavia. Todas elucubraciones y deseos que se hacen en vistas a la interna feroz que atraviesa también a Juntos por el Cambio, que ahora con protagonismo radical y con “muchos curas que quieren ser papas”, como dijo Mauricio Macri, suscita esperanzas, que atención, para propios y extraños, se podrían diluir con los ajustes que ya se ven en la inflación de 50,7 interanual, y que según esa perspectiva se potenciarán con el posible nuevo préstamo del FMI. No son pocos los que especulan que con Massa (en vez de Alberto) hoy la relación con Estados Unidos sería mucho mejor, algo que facilitaría reestructurar en dos años, “el mejor acuerdo que se pudo obtener”, como lo caracterizó el mismo Fernández.

Mientras tanto, la Federación Rusa decidió atacar territorio ucraniano y la conferencia de prensa de los jueves de la portavoz Cerruti quedó atada a la determinación del ex KGB que rige con mano de hierro su administración hace más de 20 años. La representante del Gobierno arrancó su rueda de prensa dando lectura al comunicado del Palacio San Martín que expresó que “Argentina reitera su firme rechazo al uso de la fuerza armada y llama a Rusia a cesar las acciones militares en Ucrania”. No tardaron en llegar cuestionamientos de diversos sectores por el hecho de que el Gobierno argentino no condenara la acción rusa. Fernández declaró a través de un tuit: “lamento profundamente la escalada bélica que conocemos a partir de la situación generada en Ucrania”, y puntualizó que “hacemos un llamado a todas las partes a no usar la fuerza militar. Pedimos a la Federación de Rusia que ponga fin a las acciones emprendidas y que todas las partes involucradas vuelvan a la mesa del diálogo”.

Más allá de la epístola diplomática y las declaraciones del mandatario, consultada por quien redacta esta nota, en relación a qué sucederá con los convenios que rubricó nuestro país con la potencia mundial que fue cabeza de la Unión Soviética en el último viaje de Fernández a ese país, la vocera manifestó que "con Rusia se están llevando una serie de acuerdos que no se firmaron en ese viaje, se alcanzaron y se siguen alcanzando, y temas que tienen que ver con inversiones. Rusia y los acuerdos que alcanzó con Argentina durante la pandemia a través de los acuerdos para que pudiéramos tener la vacuna cuando todavía en Argentina no llegaban otras, esos acuerdos  siguen vigentes es una situación muy particular que no afecta sólo la relación de Argentina y Rusia, sino afecta al mundo en su conjunto y que por lo tanto es una situación que no preocupa y nos compromete en su relación”.

Por supuesto, los ecos desde Kiev siguen resonando en la sede del Ejecutivo, pero el mandatario, entretanto, ha retomado su peregrinaje, ese que sus asesores de campaña denominan “encuentros de cercanía”. Fue a una fábrica textil en Villa Lugano y otra en San Fernando del Valle de Catamarca, donde asistió con el gobernador local, Raúl Jalil. Los incendios en Corrientes y Misiones lo obligaron este viernes a sobrevolar las zonas siniestradas con el gobernador radical, Gustavo Valdés y el peronista Oscar Herrera Ahuad.

El martes 1 de marzo lo aguarda una cita clave e indeclinable: abrir las Sesiones Ordinarias en el Congreso junto a su vice y Massa. El discurso “post pandemia”, que describen algunos de sus asesores, girará en torno a una agenda de temas climáticos, reactivación económica, y el inevitable acuerdo con el Fondo Monetario. Directa o indirectamente, el Presidente pediría apoyo a las altas cámaras legislativas para cerrar la renegociación de deuda. Lo insólito es que el mensaje tenga que estar dirigido más a los propios que a los opositores, que justifican su respaldo -aunque condicionado a conocer los detalles- con un llamado a la responsabilidad ante la posibilidad de caer en default. Los analistas gestuales intentarán descifrar las caras de Cristina Kirchner, pero su silencio y el misterio sobre su determinación concluirán cuando llegue la hora de que los bloques oficialistas voten en el Parlamento.

El día miércoles 2 de marzo, Alberto Fernández dará inicio al ciclo lectivo 2022 desde La Rioja y Catamarca. El 11 asistirá a la asunción presidencial en Chile, del socialista Gabriel Boric. Lo que llamó la atención, en medio de las tensiones por las negociaciones con el FMI y la guerra desatada en Ucrania, fue el anuncio de una nueva gira internacional del jefe de Estado, esta vez por Dubai, Abu Dhabi y Arabia Saudita (entre el 14 y 16 de marzo) para participar de una expo de la que participa Argentina, y según informó la vocería oficial, “con reuniones en búsqueda de inversiones”.

Habrá que ver si algo de esta agenda se modifica a medida que transcurran los acontecimientos. En las postrimerías de la pandemia, el “albertismo” prefiere mostrarse adaptable a la nueva normalidad y a las necesidades geopolíticas que requiera el vínculo con las potencias mundiales, más allá del pregonado y controvertido “multilateralismo”. Una manera sutil de exhibirse competitivo de cara al 2023.

Lo que no puede evitar el círculo áulico que rodea a Fernández es la improvisación y el cambio de discurso permanente. Desde el Instituto Patria reparan en este zigzagueo constante que debilita las posibilidades electorales del FdT, con el candidato que sea. Lo que más cuestionan los acólitos de Máximo y CFK -en la intimidad-, es la lejanía de la realidad que tiene la mesa chica del mandatario, que según operadores kirchneristas, parecen observar la coyuntura desde el helicóptero cuando viajan de Olivos y Casa de Gobierno. “Si avalamos directamente el pacto con el Fondo, con el ajuste que se viene, se agota nuestra base electoral en los territorios propios”, aseguró un exfuncionario nestorista que se siente alejado de esta gestión que tiene muchos desafíos por delante y muy pocas certezas.     

Fuente: Juan Pablo Peralta desde Casa Rosada para Política y Medios (PYM)

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