El trabajo es una parte fundamental en la vida del ser humano. Y la autoestima es un componente vital para que éste sea un ámbito propicio para el desarrollo de las potencialidades personales tanto del empleado como del empleador.
Sabemos que el trabajo es una actividad que proporciona un ingreso, beneficia a algún sector de la población y sirve para el desarrollo personal de quien lo efectúa. Cuando se cumplen cualquiera de estos aspectos, se eleva la autoestima de aquel que lo lleva a cabo.
En nuestra sociedad, el trabajo está considerado como un elemento que refleja la importancia y capacidad de una persona. A mayor jerarquía y/o sueldo, mayor probabilidad de que se fortalezca la autoestima del trabajador. Pero tener una autoestima alta en el trabajo no quiere decir que podemos hacer todo y hacerlo siempre bien. Significa que:
– Tenemos la capacidad para reconocer nuestras habilidades y limitaciones.
– Estamos dispuestos a arriesgarnos y aprender.
– Podemos pedir ayuda sin sentirnos mal o temer la crítica de los demás.
– Nuestras expectativas son realistas y confiamos en alcanzarlas.
– Tenemos la capacidad de aceptar y adaptarnos a los cambios necesarios.
– Podemos trabajar en equipo y ayudar a los demás para que logren el éxito.
– Soñamos, compartimos nuestros sueños y tratamos de alcanzarlos.
– Tomamos decisiones y nos responsabilizamos.
– Tratamos de ser creativos.
Cuando una persona tiene una autoestima baja, repercute en la calidad y cantidad de su trabajo y en las diferentes relaciones que éste implica (jefes, empleados, clientes, proveedores, compañeros, etcétera). Es importante recordar que una autoestima baja no siempre está relacionada con la falta de capacidad o conocimientos. Es el resultado de comparar lo que creo que soy con lo que debería ser, de medirnos en función de una imagen irreal que nos formamos a partir de las expectativas exageradas de otras personas: padres, maestros, amigos, etcétera.
Si tenemos confianza en nuestras capacidades, sentimos que podemos controlar nuestra vida y los problemas que surgen en el trabajo. Y cuando esto ocurre, casi siempre lo podemos hacer y lo hacemos bien. Pero si descubrimos que no lo podemos lograr, no nos autodevaluamos ni nos sentimos mal: simplemente buscamos una mejor opción o la ayuda de la persona indicada.
Cuando los altos ejecutivos tienen una buena autoestima:
– Conocen la diferencia entre metas finales o a largo plazo e intermedias, a mediano y corto plazo, reconociendo que para llegar a cada una de ellas hay que dar muchos pasos.
– Ven cada éxito como un paso más y una señal de que van por el camino adecuado. Y cada fracaso como una enseñanza y la necesidad de corregir.
– Son flexibles y no se aferran a un solo método de trabajo o a un solo fin.
– Reconocen sus limitaciones y buscan la ayuda de expertos para solucionar los problemas o mejorar la empresa o negocio.
– Escuchan y fomentan las opiniones de sus empleados, sin pensar que, por estar en otro nivel jerárquico, saben más.
– Ante los problemas de relación, no se ponen a la defensiva ni caen en luchas de poder.
– Desarrollan la autoestima de sus empleados, porque no temen perder importancia o el control.
Los empleados pueden tener una autoestima baja en el área del trabajo como resultado del funcionamiento y características de la empresa o negocio. Una actitud autoritaria, crítica, rígida o de desprecio disminuye la autoestima de quien la recibe. Un empleado que se encuentra en esta situación no sólo se siente mal, sino que busca desquitarse, trabajando mal o provocándole problemas al negocio.
ASESORÓ: Lic. María Gabriela Fernandez (MN 17735), licenciada en Psicología con posgrado en Terapia Familiar Sistémica Estratégica y en Terapia Cognitiva. Hémera – Centro de Estudios del Estrés y la Ansiedad. www.hemera.com.ar
Fuente: Perfil Suplemento MIA
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