Hay en el pasado de las organizaciones revolucionarias argentinas una inquietud que retorna. Quizás esa inquietud sea una de las formas de la pasión y el caos que ellas ejercen sobre nuestras vidas y necesite de lógicas y criterios racionales que las controlen, teorías e hipótesis que, sin llegar a suprimir esas pasiones, las examine en una suerte de gobierno a través de vallas culturales. Esas redes, esos taludes –contra lo que suponemos – no las liberan sino que las esclavizan a la necesidad de una explicación racional que las aplaque. De allí que esas pasiones que supieron ser alegres tornen en tristes averiguaciones de vigilancias biográficas. Tal vez la ausencia temporal de esas utópicas pasiones vuelva razonable el criterio de forzosas búsquedas de responsabilidades, de culpables, que expliquen la traición a las utopías que intentaron transformar el cielo, la tierra y sus jardines.
Mientras escribo esta nota llueve y los alertas meteorológicos anuncian otra sudestada, otro avance del río que amenaza al feudo gitano de los condenados de la tierra. Un vendaval que reaviva las pasiones que las dársenas no pueden contener. En ciertas ocasiones, cuando despeja no aclara.
También esta nota es el resultado de una inquietud, una tapa y un informe que movilizan. Hablo del número 136 de la revista Sudestada. En la tapa de ese número hay una foto de Mario Roberto Santucho y un título que se proponen como investigación. “¿Quién traicionó a Santucho?”. La historia del Partido Revolucionario de los Trabajadores y de su brazo armado, el Ejército Revolucionario del Pueblo, es el sueño y realidad de la revolución marxista en la Argentina. Representa la fuerte convicción de que la lucha política y armada fue, en un tiempo pretérito, el medio para la liberación de un pueblo en permanente acecho por las pendulaciones político-económicas de estructuras partidarias condicionadas por el poder militar, brazo ejecutivo del poder capitalista que aún no se denominaba neoliberalismo – una fase superior y voraz del imperialismo-
“¿Quién traicionó a Santucho?” Surgen las preguntas por esa traición pero también el interrogante acerca de por qué la hipótesis de la traición es revisitada. Luego de leer todo el informe con los reportajes a Daniel De Santis y Luis Mattini, llega a mis manos el número 138 de Sudestada en donde se reproduce la réplica de Marcela Santucho junto a la del “Vasco” y la opinión del “Negro” Julio Oropel (fallecido en 2010, Fragmento de una entrevista realizada por Marcela Santucho) Además se reproduce otro descargo: La carta de familiares y militantes del ERP enviada a Sudestada.
Pero queda reverberando en mí la potencia de esa idea plasmada en la tapa de la revista: La traición y el imperioso menester de zanjarla que propone el informe. En ese título se juega la lealtad, el valor, la integridad y convicciones de muchos compañeros.
Apelo entonces a Alberto Elizalde Leal, histórico militante del PRT-ERP, periodista y hombre de palabra. Elizalde Leal, junto a otros militantes como Eduardo Anguita y Hernán Invernizzi, participó el 6 de septiembre de 1973 del copamiento al Comando de Sanidad del Ejército, organizado por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Por este hecho fue detenido y condenado a la pena de veinte años de cárcel. Fue liberado en 1983.
Nos encontramos en un bar de Avellaneda, pedimos café para tomar (un cortado doble Alberto y un café negro en jarra con algo de crema para mí) y durante un par de horas charlamos sobre el asesinato de Mario Roberto Santucho y de las teorías sobre quién fue su entregador, quién lo traicionó. Le pregunto sobre qué piensa él acerca del asesinato de Santucho y así se inicia la conversación.
“La muerte de Santucho es el secreto militar mejor guardado” me dice, “atrae por esa condición de secreto e intriga y por las hipótesis que se formularon en torno a su muerte. Para la derecha militar y política, Santucho era una figura a rotular como enemigo público número uno. También hay cierto carácter morboso por saber qué paso, alimentado más aún por la ausencia del cadáver; no hay cadáver” Y agrega: “La historia de Montoneros es conocida pero la muerte de Robi está rodeada de interrogantes en torno a la idea del traidor/filtro y de allí las hipótesis sobre un entregador. La acusación realizada contra el “Negro” Oropel es una de ellas. El Negro era un militante, un obrero de la FIAT que participó fuertemente contra el “Navarrazo” (NdR: El 27 de febrero de 1974, Navarro fue relevado de su cargo de Jefe de Policía provincial por el gobernador Obregón Cano por considerarlo poco confiable. El jerarca policial le respondió acuartelando a siete mil efectivos bajo sus órdenes en la ciudad, aduciendo una "infiltración marxista" en el Gobierno Popular. Navarro tomó la gobernación y detuvo a las autoridades que habían ganado las elecciones once meses antes. Bajo la influencia de López Rega, el 2 de marzo el Gobierno Nacional intervino al Poder Ejecutivo de la provincia. Sin apoyo nacional, Obregón Cano, renunció el 8 de marzo.) Pola Augier, que estaba al frente de contra-inteligencia (designada por Santucho en el cargo) narra en su libro “Jardines del cielo”, cómo fueron los interrogatorios que le realizaron al Negro. Había pruebas fuertes que lo implicaban. El Negro y su compañera cayeron presos juntos, pero al Negro lo liberan, lo expulsan del país en 1975 y luego vuelve clandestinamente. Era un dato fuerte. Otra de las hipótesis es la del rastreo de la compra de garantías de alquiler del departamento de Villa Martelli donde vivían el “Gringo” Mena y su compañera Ana María Lanzilotto. Esta pista tiene un valor importante y explicaría la cantidad de integrantes que conformaron el grupo de asalto que irrumpió el 19 de julio de 1976 en el departamento, al mando del capitán Leonetti. Pero de todas formas hay otro dato relevante: El buró político del ERP viajo luego de la muerte de Santucho a Cuba para discutir la muerte de Robi y la sucesión de caídas, detenidos y torturados. Y del análisis surge la conclusión de que la muerte de Santucho se pudo haber producido por delación, por medio de la tortura. Algunos caían y no cantaban nada. Los cubanos decían: “Chico, el que tiene lengua la usa.”
Se da un hecho en la calle que nos distrae. Una mujer se descompone y la gente acude en ayuda. Llaman al 911 y la mujer parece recuperarse. Nos sentamos algo perturbados y llamamos a la moza; pedimos lo mismo para tomar. Alberto retoma la charla exactamente donde había sido interrumpida para agregar: “Lo que quiero decir es que me parece muy difícil que se den tantas caídas seguidas por la acción de un inflitrado/filtro. Creo sí que las caídas se fueron dando por una combinación de inteligencia militar con obtención de información a través de la tortura. Sumale, claro, el trabajo operativo de seguimientos. Hay que tener en cuenta que la dirección del Buró se reorganiza y queda activa hasta abril/mayo del 77 cuando caen regionales completas: caen Córdoba, Rosario. Regionales enteras de 500 hombres y mujeres.
Le comento que sin embargo contra-inteligencia ya había detectado al infiltrado que entregó la operación de Monte Chingolo, pero Alberto me contesta que Jesús el “Oso” Ranier, infiltrado del Batallón 601 de Inteligencia, entregó la parte militar. “El “Oso” era un segundón, encargado de logística. Era un lumpen que venía de las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas). Manejaba un camión Ford. Ese tipo hizo caer a más de cien compañeros. Con esas caídas los militares obtuvieron legajos y comenzaron a seguir los movimientos de nuestros militantes”
“La razón del fracaso se debió a un poco profundo análisis de las relaciones de fuerza; en momentos de acompañamiento de las masas, la fuerza del individuo no supera a la de la historia pero en momentos de repliegue prevalece el individuo por sobre las masas y la historia”
Le pregunto por la hipótesis de que haya sido el enlace de Montoneros el que pudo entregar el departamento de Villa Martelli, ya que ese enlace era el que tenía arreglada la cita con Fernando Gertel (ERP) para fijar la fecha y lugar de reunión entre Firmenich y Santucho para darle forma a la OLA (Organización para la Liberación Argentina), y el enlace de Montoneros, que era un asistente de Roberto Perdía, fue secuestrado dos semanas antes del 19 de julio, y que Perdía se contradijo a lo largo de los años: en 2013 dijo que “trataron de dar aviso del secuestro por canales indirectos pero que no llegaron a destino” y en 1992, entrevistado por María Seoane para su libro “Todo o nada” dijo no haberse enterado del secuestro. Leal, a quien desde los días de militancia apodan Manzana, sostiene que no cree que el enlace de Montoneros haya entregado el departamento y lo argumenta a través del principio de la “Navaja de Ockham” una idea que sobrevive desde la época de Aristóteles, quien planteaba que la perfección era igual a la simplicidad. Alberto apunta: “La explicación más simple es la más factible por certera” Y narra, para ejemplificarlo, el episodio protagonizado por Norberto “Piqui” Pujol, militante santafecino del PRT: Piqui tenía arreglada una cita en una casa; llega, mira, ve que no hay nadie y entra. Revisa la casa y encuentra todo en orden. Entonces, deja una nota: “Soy Piqui, paso mañana”. Luego Piqui se da cuenta de que la casa había sido detectada y vuelve para recuperar la nota. Cuando regresa estaban esperando los milicos; Piqui recupera la nota pero es herido de gravedad. Huye y logra deshacerse de la nota pero muere a causa de las heridas que los proyectiles militares causaron en su cuerpo”
Y añade: “Los milicos dijeron en alguna oportunidad que nosotros les facilitábamos el trabajo porque nuestro aparato militar iba dejando señales, luces rojas, que le marcaban el camino. Desde el punto de vista militar, el hombre y el arma diríamos, hay una conducta de nuestros militantes de mucho valor y audacia pero que se realiza muy a destiempo, y esta falla se lleva hombres y recursos. Ejemplo de esto fue la campaña al Monte tucumano, hablo del “Operativo Independencia” diseñado para aniquilar a la compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez, que tenía por objetivo establecer un foco revolucionario en el monte tucumano.”
El Operativo Independencia, a cargo del general de brigada Acdel Vilas, no fue sólo una acción militar contra la guerrilla sino que secuestró, torturó y asesinó a estudiantes universitarios, artistas, intelectuales, científicos, religiosos y profesionales ubicados en la ciudad de San Miguel de Tucumán. Es decir, acción militar y batalla cultural.
En definitiva, explica Alberto Elizalde Leal, “lo que quiero decir es que del 73 al 76 hubo un relativo “liberalismo” que nos condujo a caer en una laxitud con relación a la disciplina y la seguridad. La dinámica del PRT-ERP estuvo muy imbricada con la organización mental de Santucho, quien dividía mentalmente esa organización en dos hemisferios: Político/Militar. Santucho era el más lúcido e inteligente de todos nosotros, pero su mente estaba organizada por esos dos hemisferios que con frecuencia se mezclaban generando situaciones como el traslado de un compañero que era operativo y eficaz en el trabajo político en las fábricas para sumarlo a una operación militar. Quiero decir, los movimientos están integrados por cuadros que el líder genera y forma. Y nuestros cuadros fueron formados en ese clima de mezcla de hemisferios que a su vez contenía las mejores virtudes del combatiente/militante revolucionario: Generosidad, solidaridad, convicciones, valores, compañerismo. Una unión entre ideas, valores y acción.”
Quizás el informe de Sudestada haya cometido el error de titular mal. El periodismo, aún el más independiente y bienintencionado, realizado con las mejores armas, comete errores. Como todos. Titular “¿Quién traicionó a Santucho?” sienta una posición, da por comprobado de antemano el hecho de la traición, para sobre el supuesto de sostener y argumentar una investigación, ocultar una posición que busca confirmar una hipótesis inicial: La traición.
Tal vez, y como sostiene Alberto, estas ediciones de libros y revistas que buscan respuestas en el pasado, “se deban a la falta de utopías o de realización de sueños”.
Fuente: Conrado Yasenza, director de La Tecla@ Eñe, para Agencia Paco Urondo (A.P.U)
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