Una chica de clase media desaparece. Encuentran su cuerpo en la línea de separación de basura del relleno de la Ceamse en José León Suárez. Una niñita de Hurlingham es secuestrada, asesinada y arrojada a un contenedor del Acceso Oeste. Una señora de la alta sociedad provinciana aparece muerta en una confusa escena sexual. Los casos de Angeles Rawson, Candela Rodríguez y Nora Dalmasso (por nombrar sólo tres) encendieron el interés de la opinión pública al punto de generar picos de rating sobre detalles que por su tecnicismo o crudeza hubieran bastado hace unos años para cambiar de canal. Y ese interés se dispara hacia lugares a primera vista insólitos. Los orientadores vocacionales aseguran que su difusión aumenta las consultas e inscripciones en las carreras criminalísticas.
En el país de los 40 millones de DTs hay otros 40 millones de detectives. Y muchos quieren pasar de los dichos a los hechos. “Cada vez que termino una charla de orientación con chicos de secundaria, les pregunto qué les gustaría estudiar. Si esa semana hubo algún caso policial resonante, ya sé que entre un 30 o un 40% me van a preguntar dónde se estudia criminalística o cómo hacen para ser abogados penalistas”, asegura Juan Antonio Lázara, especialista en educación y director de la Guía del Estudiante.
José Luis Manchini, coordinador de la Licenciatura en Criminalística de la Universidad de Morón (UM), coincide: “Cuando salen a la luz este tipo de casos tan convocantes, las consultas por la carrera se duplican. Muchos son chicos de cuarto o quinto año muy interesados por los peritos que se ven en la tele”. Cada año la matrícula en Morón crece entre un 10 y un 15%.
Para Marcelo Rodríguez Ceberio, director del Doctorado en Psicología de la Universidad de Flores, el boom de las carreras forenses tiene que ver con que hay un corrimiento de la edad promedio del espectador de policiales. “Antes las que seguían los casos y decían ‘qué barbaridad, quién habrá matado a esta chica’ eran señoras de un promedio de 50 años. Hoy son sus hijos y sus nietos los que más se interesan, sobre todo en sus detalles más escabrosos”, dice.
Esos chicos, que crecieron viendo series como CSI o Criminal Minds, son los que juegan a ser detectives de laboratorio o filosos estrategas para evitar que un imputado (inocente o no) termine con perpetua. Y a los que se les cruza ser peritos o penalistas cuando tienen que decidir qué estudiar. Rodríguez Cebeiro asegura que el interés no está tan influenciado por una vocación épica, sino por cuestiones más terrenales. “El perfil de los abogados exitosos que salen en la tele encaja perfecto con la necesidad adolescente de ‘resaltar’. Un Burlando con traje italiano, bronceado y arriba de una Ferrari, encarna una búsqueda de éxito social y económico que vende mucho entre los adolescentes”, fundamenta el psicólogo.
Desde hace unos años, la criminalística dejó de ser una especialidad reducida a las fuerzas de seguridad, para convertirse en una carrera con una salida laboral en crecimiento. “Hoy las especializaciones son muchas y se puede trabajar como perito de parte o hacer una carrera judicial. El nivel pericial argentino es muy bueno y tenemos muchos estudiantes de la región estudiando en el país”, dice Jorge Millet director de la Licenciatura en Criminalística de la Universidad Católica de Salta.
El crecimiento de la matrícula animó a varias universidades privadas a ofrecer especialidades que antes sólo se podían estudiar en los institutos universitarios de la Policía o la Gendarmería. Los futuros detectives estudian balística, dactiloscopia, química toxicológica y fotografía forense, entre otras materias. No sólo se trata de descubrir a un asesino; los peritos también definen cómo fue el derrotero de un vehículo en un accidente de tránsito o certifican si la firma en un documento es válida. Los peritos criminalistas se suman a las especializaciones forenses de otras carreras tradicionales, como medicina, psicología y psiquiatría. El derecho penal también es otra área que dispara el interés cada vez que querellantes y defensores salen en cadena nacional.
“Uno trata de explicarles realmente en qué consiste la labor de un penalista, que es defender libertades, derechos y garantías, pero que hay un mundo difícil fuera del aula, que incluye ir a la cárcel varias veces a la semana”, explica Patricio Gandulfo, profesor de Derecho Penal II de la UFLO. No todos están preparados para eso, ni para asistir a la exhumación de un cadáver, mirar fotos de personas asesinadas o ver una muestra de ADN en la uña de una adolescente. Quizás por eso, Criminalística tenga un alto nivel de deserción tras el primer cuatrimestre. “Los chicos tienen la imagen del laboratorio de CSI en la cabeza y las cosas no son tan fáciles”, agrega Manchini.
En Medicina hay un viejo dicho: el que resiste la primera visita a la morgue termina la carrera. Adrián Besuschio, psiquiatra legista miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), lo ve así: “Creo que en el fondo los que nos dedicamos a las mentes criminales tenemos alguna patología. Algo en el inconsciente tiene que satisfacer ver tanta truculencia”.
Fuente: Clarín
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