Barack Obama conoce una buena anécdota sobre Al Gore. Después de la elección de 2000, el hoy presidente electo fue a visitar a un ejecutivo en una oficina del centro de Manhattan. El hombre de negocios había sido un ardiente partidario de Gore, y el ex vicepresidente le había pedido recientemente que considerara la posibilidad de invertir en una nueva empresa televisiva. “Fue extraño”, le contó el ejecutivo a Obama. “Ahí estaba, un ex vicepresidente, un hombre que apenas unos meses antes había estado a punto de convertirse en el hombre más poderoso del planeta. Durante la campaña, yo recibí sus llamados a cualquier hora, modificaba mi agenda siempre que él quería reunirse. Pero esa vez, después de la elección, cuando entró a mi oficina, no pude evitar sentir que la reunión era una obligación. Odio admitirlo porque él me cae bien. Pero en cierto punto, no era Al Gore, el ex vicepresidente. Era sólo una de los cientos de personas que acuden a mí a diario buscando dinero. En ese momento me di cuenta de la montaña tan alta en la que ustedes están parados”. Obama, al narrar la anécdota en el libro “The Audacity of Hope” (“La audacia de la esperanza”), señala: “Una cuesta empinada, una caída atropellada”. Y, en el caso de Gore, la escalada otra vez hacia la cima de la montaña, a un premio Nobel de la Paz y a volver a ser una eminencia mundial. Nota completa.
jueves, 8 de enero de 2009
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1 comentario:
Y... todos quieren asegurarse un sitio cercano al poder... Pero, este Al Gore ya es "alguien". No sé qué es lo que quiere ahora...
Saludos.
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