miércoles, 15 de junio de 2011

Parece que hay vida después del periodismo

Una historia que se cuenta en un importante diario financiero de la Argentina dice que el número tres de la redacción un buen día se cansó de los cierres y rumbeó hacia la Patagonia para dedicarse a un emprendimiento agrícola propio. Otra relata que un ex editor de un vespertino se hartó de notas aburridísimas y gacetillas, y con una indemnización levantó un prospero negocio en pleno Almagro.
Hay una infinidad de casos de los que se pasaron “del otro lado del mostrador” para hacer prensa o trabajar en el área de comunicación de empresas o instituciones públicas. También están aquellos que se alejaron de las redacciones y se dedicaron a escribir libros, de ficción y de no ficción. Además están aquellos que abandonaron el “día a día” de la profesión para dedicarse a trabajos académicos vinculados de alguna u otra manera con el oficio del periodismo o la comunicación.
Pero Diario sobre Diarios (DsD) quiso contar hoy otro tipo de historias. Aquí se da cuenta de cuatro casos distintos y reales de colegas que un día dijeron basta y, por diferentes razones, se exiliaron en las antípodas del periodismo. En trabajos que no guardan relación alguna con la búsqueda y publicación de información.
Algunos de ellos tienen relación con los convulsionados días del 2000 y 2001, cuando se tejieron infinidad de historias, muchas de las cuales están atravesadas por marcas que empiezan con el mismo prefijo: destierro, desempleo, desencanto.
El periodismo no salió indemne de aquellos años y muchos de los que ejercían el oficio huyeron por la precarización laboral que cunde en el ambiente, la necesidad del pluriempleo o la situación general del país. También están los que simplemente se desencantaron, los que dejaron sentir esa “pasión” de la que tanto se habla. Los que no creen en la frase de Gabriel García Márquez que afirma que “el periodismo es el oficio más lindo del mundo”.
Hay periodistas que, mirando de afuera la profesión, afirman que no extrañan en absoluto el vértigo de los cierres, ni la insistencia a las fuentes para conseguir ese dato, que aún minúsculo, puede dar origen a una buena nota. Que al día siguiente nadie recordará. Pensaban que no servirían para otra cosa que para ejercer el periodismo. Pero el giro en sus vidas les demostró que sí.
En fin, acá se cuentan cuatro historias de colegas hartos del periodismo.

De San Isidro a Barcelona

Mercedes García Ochoa escribe desde Barcelona, donde se afincó en los últimos años: “Antes decía ‘soy periodista’, ahora digo ‘trabajo de’”. Hoy es visitadora médica en la ciudad catalana, muchos años después de haberse desempeñado en el oficio que ella conoció en 1989 cuando empezó en la FM San Isidro Labrador y luego de pasar por radio Splendid junto a Nicanor González del Solar, ingresó al diario El Cronista Comercial.
Allí pronto descubrió el pluriempleo, con participaciones en programas en radio América, uno propio en Cablevisión y la corresponsalía local de los diarios O Globo y Estado de Sao Paulo cuando los brasileños titulares salían de vacaciones o viajaban a otros países. Esa variedad se terminó cuando Eduardo Eurnekian vendió el diario a los españoles del grupo Recoletos, que impusieron exclusividad y horarios de oficina.
“Pero a los 29 años me sentía muy cansada. Mi vida social fuera del periodismo era nula y las perspectivas de moverme profesionalmente hacia arriba dentro de El Cronista o en otro medio no me atraían. No sabía para donde ir, y no me gusta sentirme estancada. Entonces vino el corralito. No fue por mi (escaso) dinero atrapado en los cajeros, ni por correr en un día a abrir cuatro cuentas en bancos diferentes para poder sacar mi sueldo, ni todo lo que pueda contar una persona que haya vivido esos aciagos días de primeros de diciembre del 2001 no haya vivido. Fue vivir el corralito desde dentro del periódico, lo cual te daba una sobreexposición tremenda a los acontecimientos. Y a mis 29 años todavía creía que las cosas algún día iban a funcionar”.
En los primeros meses del 2002, García Ochoa negoció la desvinculación del periódico salmón y viajó al País Vasco para realizar una beca sobre turismo. Ya en España trabajó de profesora de tenis, camarera, vendedora de viajes y de una inmobiliaria, cubrió el festival de San Sebastián para una revista local de cine y libros (que le permitió sentarse en la misma mesa que Oliver Stone en el famoso restaurante Arzak), y una vez que tuvo la visa de residente y permiso de trabajo intentó volver a las fuentes en El Diario Vasco y en una agencia de prensa en Euskadi. Pero como no manejaba el idioma local (euskera), se le cerraron las puertas.
Entonces, García Ochoa ingresó a la industria farmacéutica, en la que aún trabaja desde Barcelona. “Tiene un par de puntos en común con el periodismo: hay que saber preguntar y saber escuchar, los contactos (clientes) son esenciales, y el tiempo se lo maneja uno mismo”.
La joven admite que extraña el oficio y mantiene algunos vicios: “como buena porteña, no entiendo el alto localismo del periodismo en España; sigo criticando la manera de titular muchas notas; me indigno con los chivos sobre todo en ‘la 1’ (la TV pública de aquí); soy la única persona que conozco de mi edad que escucha la radio; no concibo un desayuno en condiciones sin leer los diarios y voy a cuanta charla de periodistas o escritores haya”.
Pero también admite “grandes diferencias: empiezo el diario por la sección de Cultura, luego internacionales, luego las dos cosas que aparezcan de Economía y dejo para lo último la parte de política. Si habla el presidente un sábado igual ni me entero. Mi trabajo tiene sus horas que comparado con mi vida laboral argentina no es nada y cuando se acaba no hay celular ni sustos (en general), me interesa tres pepinos el mundo empresarial y sus noticias, ceno a las diez y no a la una de la mañana, si saco entradas para el teatro a la noche puedo ir aunque al ministro de Economía se le ocurra anunciar algo, estoy con mis queridos en las fiestas y cumpleaños, y vivo más tranquila. Pero sigo echando de menos el periodismo y cada vez que voy a la Argentina y estoy con mis amigos del sector se me cae un lagrimón”.

De Chiche al padel

La historia de Uri Leczycki tiene algunas similitudes. “Siempre fui periodista free lance y recuerdo como una buena época cuando alternaba escribir para Diario Perfil, Revista Noticias, Página/12, con investigación de libros periodísticos”, explica este ex jefe de producción televisiva de Luis Majul, Ari Paluch, Samuel Gelblung y de investigación en proyectos periodísticos editoriales con autores como María Seoane o Viviana Gorbato.
Sin embargo, comenzó a pensar la idea de dejar todo hacia 2000. “Había nacido mi primera hija, tenía cinco o seis trabajos simultáneos y no tenía garantía de tenerlos al mes siguiente. Venía lastimado del cierre del diario Perfil original en 1998, uno de los pocos trabajos en los que había sentido ‘acá me quedo hasta que me retire’, pero el emprendimiento duró seis meses. Después de eso vino mi reciclaje con colaboraciones varias, el suplemento Zona de Clarín, siempre algún libro, alguna producción de tele o radio, o trabajos creativos con mis compañeros de ruta de entonces. Opciones había y el teléfono sonaba, pero no había coherencia entre la carga laboral que iba asumiendo y la retribución. Mucho menos la certeza de continuidad”.
Dice que aquel año del nuevo milenio, empezó a dedicarle una hora diaria a pensar. “Sí, sentado, pensando, con el mate en la mano, mientras me decía ‘no puedo ser tan limitado como para no tener una idea, alguna se tiene que caer’, y así un día cayó la idea de www.padelcenter.com, un sitio de ventas de productos de padel por Internet, que durante un año y medio fue ad honorem (pero propio) y después se convirtió en una salida profesional y comercial a la vez hasta el día de hoy”.
Leczycki reconoce que había pensado en dejar el periodismo “cada vez que era maltratado en los comienzos en alguna producción televisiva, o comer sapos y realizar tareas que iban contra mis principios o que me parecían absurdos periodísticos, o que tuve que hacer una guardia o llamar a algún político o artista famoso, que por famoso se creía importante”.
En diciembre de 2003 abandonó por completo las fuentes y colaboraciones y abrió un local en Belgrano, llamado igual que el sitio web Padelcenter.com, al que también le agregó contenidos noticiosos sobre ese deporte. Sigue la venta de productos por Internet, pero también se constituyó como soporte digital de locales exclusivos en Buenos Aires. A través de esa web “transmitió en directo” para todo el mundo el último mundial de pádel desde la Rivera Maya mexicana en 2010.
“Posiblemente extrañe el hecho de ser un eslabón en la madeja de comunicación masiva a través de un diario o revista, y sobre todo hacer radio. Extraño ser parte de una realidad que no entiendo ni voy a entender jamás, pero sobre la que sin duda disfrutaba escribir y publicar. No extraño la incertidumbre de los medios, la pedantería de los personajes públicos y los boludos con chapa, el utilitarismo con que se trata a los periodistas desde los grupos de poder y desde las empresas, la soberbia de algunos colegas consagrados. El estrés de invertir X cantidad de horas para conseguir que X persona de significancia dudosa diga X cosa de importancia nula y que el humor de mucha gente se vaya en eso. No extraño el extraño mundo que los periodistas y sus coactores han (hemos) creado como una especie de realidad alternativa para sentirse (nos) un escalón más arriba que el resto de los mortales”, asegura.

Retiros espirituales

Victoria Arderius, ex redactora del diario Clarín durante siete años, recuerda que también en 2000, tras recorrer Europa durante cinco semanas, volvió a la redacción de Tacuarí y Finochietto “arrastrando los pies por los pasillos” con la fantasía de abandonar “la enorme presión por un magro salario”.
El deseo de desvincularse coincidió con el despido de 117 trabajadores en el marco de una reestructuración masiva, que terminó con la comisión interna dentro de Clarín. Victoria fue parte de los cesanteados y una vez afuera se dedicó al teatro y la enseñanza de tarot, especialidad que le permitió ser convocada en programas de TV, también en el de radio La Red de Carlos Salvador Bilardo y almorzar tres veces con Mirta Legrand.
“No extraño para nada el frenético estilo de vida del periodismo. Sí quizás escribir. Porque me gusta y me sale fácil. Por eso tengo mi blog y también un grupo en Facebook (El mundo del tarot)”, agrega.
También fue espiritual el cambio de Romina D'Eramo, ex redactora de La Nación y Perfil y gerenta de contenidos del portal UOL y en Claxson. En febrero de 2010 dejó atrás las preocupaciones de páginas vistas y la coyuntura para concentrarse en la práctica y enseñanza de yoga.
“Antes de comenzar no entraba en mi cabeza dejar mi profesión -aclara-, pero cuando la práctica se hizo hábito, cuando llegaron los años de estudio y las primeras experiencias dando clases a familiares y amigos la idea de hacer un cambio a futuro comenzó a estar muy presente en mi cabeza. Me costó mucho, y si bien tenía claro qué tenía ganas de hacer, los años invertidos en mi profesión como periodista pesaban. De hecho durante cuatro años realicé las dos tareas, trabajaba en la coordinación de producción de contenidos y daba clases de yoga”.
D'Eramo asegura que no extraña para nada el oficio: “Rescaté de mi profesión lo que mas me ha gustado siempre que es investigar y escribir y lo aplico a lo que me llena el alma que es el yoga. Confío en las vueltas de la vida y acepto los desafíos que me plantea. Quizás se de el momento de unir desde un medio mis dos amores, el periodismo y el yoga, y en ese caso creo que no habría dudas de volver a las hojas en blanco y los cierres contrarreloj”.

Las historias no contadas

Hasta aquí, sólo cuatro historias. Pequeñas muestras que se suman a las que cada periodista conoce de sus ámbitos de trabajo. Hay miles de historias no contadas de colegas que abandonaron una redacción para nunca más volver. Y que no quieren ni siquiera oír hablar sobre periodismo.
Ojalá que esas historias no contadas algún día se conozcan. Quizá de esa manera se podrá tomar mayor conciencia de los problemas que enfrenta la profesión, no desde un punto de vista profesional o tecnológico, sino simplemente humano.
En algunas redacciones, en especial las de medios tradicionales, se suele bromear con la pregunta de si hay vida después de pasar por allí. También existen colegas que hartos de las presiones, censuras o mediocridades piensan en abandonar las redacciones y subirse a un taxi, instalar una rotisería o sumergirse en la escritura de libros.

Los casos aquí relatados demuestran que sí: hay vida fuera del periodismo.


Fuente: Diario sobre Diarios

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