Cuando se cambiaron las viejas formaciones de 100 años en la histórica primera línea de la Ciudad de Buenos Aires, la A, por nuevos vagones chinos que había adquirido la administración central antes del traspaso de toda la red al ejecutivo macrista se comenzó a plantear la pregunta de que era lo que se iba a hacer con estas piezas de museo. Se habló de poner algunas a punto como para que circularan lo fines de semana para ponerlas a disposición de los turistas o de las familias que quisieran llevar a sus hijos a dar una vuelta por el pasado de una metrópolis que ya no existe. Eso nunca ocurrió. Como empezaron a salir fotos como la que les muestro con los subtes abandonados en diferentes terrenos fiscales de esta capital, salió el Ministro de Cultura Hernán Lombardi a decir que serían utilizados para poner en parques y plazas como bibliotecas, centros culturales, muestras y otras cosas que tampoco nunca ocurrieron. Ni siquiera en campaña se les ocurrió, al menos por demagogia, salvar alguna de estas increíbles formaciones en las que transcurrió parte de la vida de muchos habitantes de Buenos Aires y de otros lugares, inclusive extranjeros que siempre aprovechaban semejante regalo, la línea más antigua de toda América Latina, para llevarse un recuerdo fotográfico. El periodismo lo olvidó, los vecinos que reclamaban también, y de los funcionaros portenos y nacionales mejor ni hablar. Así es como preservamos nuestra historia. Y no es cuestión se limitarnos a echar culpas, de cosas como estas, todos somos responsables.
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