Todos sabemos que las diversas formas de contaminación ambiental –la mayoría de ellas nuevas, y generadas durante las últimas décadas– afectan a nuestra salud, pero poco sabemos sobre si se hace algo desde el sistema médico sanitario para saber en qué medida y cómo revertirlo.
Es que la vida actual se da en un ambiente donde crece la contaminación por el uso indiscriminado de agroquímicos y desechos de la industria, donde prolifera por doquier el uso de plásticos derivados de los hidrocarburos, donde los alimentos contienen cada vez más colorantes, conservantes y otros ingredientes sintéticos para hacerlos más duraderos y atractivos pero no siempre más saludables, donde el aire y el agua potable contienen metales pesados tóxicos de diferentes orígenes, donde el cuerpo está sometido a radiaciones de las que hasta hace muy poco no tenía ni noticia (a través de celulares, de microondas, de antenas...), y donde esa suerte de "contaminación interna" que es el estrés cotidiano (y que, según está comprobado, tiene efectos a nivel molecular y orgánico, además de amargar la vida de las personas) termina siendo asumido como un mal "normal" de nuestro tiempo.
La sospecha está presente de manera casi inevitable en el inconsciente colectivo del ciudadano de a pie: todos estos aspectos negativos de la vida moderna (porque el mundo de hace tres o cuatro décadas era muy diferente) pueden estar enfermándonos silenciosamente. Algunos exageran esta sospecha y ensayan permanentemente rituales con mayor o menor sustento científico buscando sentirse "a salvo"; otros se despreocupan para olvidar esa incómoda sospecha, pero todos se hacen la pregunta: ¿Cómo repercuten realmente hoy todos esos factores de contaminación ambiental en mi salud?
La respuesta puede ser muy complicada, o partir de una llave relativamente simple: la forma en que estos factores medioambientales dañan la salud depende de los hábitos de cada persona, del hábitat en que se halla, y de la respuesta de su propio cuerpo, del "terreno predisponente" que su organismo presente a esas potenciales agresiones. Sabiendo cómo se combinan en cada paciente estas variables y cómo está afectado –y esto es posible–, se puede desintoxicar el organismo, mejorar ese "terreno predisponente" y, por consiguiente, curar y prevenir enfermedades.
Sin embargo, según el doctor Enrique Zabala Begnis (MN 103.037), esto que de tan simple parece obvio no parece ser tenido muy en cuenta cuando los pacientes concurren en busca de solución para sus múltiples dolencias. "Cada especialista hace su trabajo y se ocupa de un síntoma o de un órgano en particular, y eso hace que el paciente termine sintiendo que nadie resuelve su problema y el problema es que el paciente es un todo y no hubo nadie que lo integrara", consideró el especialista en medicina Biomolecular.
Esa integración, según resumió, debe basarse en comprender que los diversos contaminantes se acumulan en el organismo deteriorando siempre el "terreno predisponente" y minando la salud –a veces en forma de enfermedades sintomáticas, a veces en forma de deterioro silencioso y progresivo–, y que "el paciente de hoy es, fundamentalmente, un paciente intoxicado", porque la causa de sus diversos problemas de salud se halla en la interacción con un medioambiente tóxico.
El doctor Zabala Begnis, nacido en 1943 y con el título de Médico obtenido en la Universidad Nacional de Rosario, ejerció durante décadas como cirujano para más adelante dirigirse a Rusia a adquirir los conocimientos de la Medicina Cosmonáutica desarrollada en ese país durante la carrera espacial, una vertiente científica muy poco conocida en el resto de Europa y los EEUU, que es de donde procede casi toda la tradición de formación académica de nuestros médicos. "En aquella carrera los científicos rusos debían lograr que sus astronautas pudieran mantenerse más tiempo en el espacio que los estadounidenses, y así, entre otras cuestiones, la importancia que el campo magnético terrestre o las corrientes piezoeléctricas que desarrollamos al caminar tienen para mantener la correcta forma de las moléculas que forman nuestros tejidos y la circulación de energía biofísica, fenómenos que en nuestra habitual formación médica no son estudiados", explicó.
Con la incorporación de nueva tecnología de diagnóstico de origen ruso (y que permite medir de manera concreta, por ejemplo, los potenciales bioeléctricos de los que depende tanto el metabolismo como los impulsos nerviosos), más otros análisis que se realizan mediante envío de muestras al exterior (y en los que se determina, por ejemplo, cuáles son los contaminantes químicos que un paciente tiene acumulados en sus tejidos), la medicina biomolecular desarrollada por este médico argentino permite dar un diagnóstico que, más que apuntar a los síntomas, procura ir a la causa de una combinación de problemas que deterioran su salud.
"La medicina biomolecular –que además del análisis químico y de potenciales bioeléctricos recurre a las herramientas de la terapéutica orthomolecular y, naturalmente, también de la buena medicina clínica– consiste en evaluar al paciente como un todo al que sus partes funcionales menores, que son las biomoléculas, fueron desactivadas o dañadas por la acción de moléculas extrañas, o por falta de los mecanismos biofísicos necesarios para que el organismo restablezca su estado de salud ante las agresiones medioambientales", resumió Zabala Begnis, quien desarrolló su metodología poniéndose a estudiar en profundidad los principios de la Física y la Química para incorporarlos a la práctica médica, una vez que arribó a la certeza de que "hay un nuevo tipo de pacientes que necesita de este enfoque y esta práctica como única solución a su problema de salud".
Actualmente, el especialista patrocina la creación de la Sociedad Argentina de Medicina Biomolecular, y está trabajando para la formación de una fundación que permita extender esta metodología de trabajo para hacerla accesible y extender su uso, dado que las problemáticas de contaminación ambiental afectan a la salud de toda la población atravesando los diversos estratos sociales.
Fuente: Infobae
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