“El Nietzsche japonés” no padeció un colapso mental, sino que decidió sucidarse a los 45 años por el ritual del harakiri, que literalmente quiere decir “corte del vientre”, el 25 de noviembre de 1970. Pocos se sorprendieron del final anunciado de Yukio Mishima por el coqueteo previo con la muerte, el erotismo y la juventud de este gran escritor del Japón del siglo XX, que era un defensor acérrimo de la figura imperial como auténtico dios vivo y un militarista de corte nacionalista. El gesto, ese corte radical del vientre, sería leído por la cultura occidental como una postura atrozmente romántica. Desde la perspectiva de la cultura nipona el ritual del harakiri (los japoneses prefieren el término “seppuku”) se inserta en una larga tradición emprendida por “hombres de acción” que se redimen ante sí mismos y ante la sociedad con el sacrificio de sus vidas. “Siento que la muerte ha penetrado físicamente en mi cuerpo desde el exterior”, dice el autor de la tetralogía El mar de la fertilidad –integrada por las novelas Nieve de primavera, Caballos desbocados, El templo del alba y La corrupción de un ángel, esta última publicada póstumamente– en una entrevista inédita grabada en febrero de 1970, nueve meses antes de su muerte, en la que habla de su obra y de la Constitución pacifista de su país, que fue encontrada por el grupo mediático TBS (Tokyo Broadcasting System, su sigla en inglés).
La entrevista, de unos 80 minutos de duración, fue realizada por uno de sus traductores al inglés, John Bester, para la cadena de radio TBS, pero nunca llegó a emitirse. La cinta fue hallada en los depósitos de la emisora y se desconoce el motivo por el que fue grabada y también por qué nunca fue difundida. En la entrevista, el autor de Confesiones de una máscara (1948), primera novela que publicó, se refiere a los puntos débiles de su escritura. “Creo que el problema de mi literatura es que la estructura es demasiado dramática. Es un impulso que me resulta incontrolable. Soy incapaz de escribir una novela como si se tratara de un río cuyas aguas van fluyendo”, plantea Mishima en la grabación. El material es valioso porque servirá para intentar trazar una nueva perspectiva del autor japonés, que rara vez se expresó de manera crítica sobre su obra, según explicó el profesor Takeshi Yamanaka, de la Universidad de Nihon, tras analizar la entrevista.
Mishima fue un notable narrador que llegó a estar varias veces en el umbral de obtener el Premio Nobel de Literatura. “Ignoro por qué me han dado el Nobel a mí, existiendo Mishima –declaró Yasunari Kawabata, el primer Nobel japonés, en 1968–. Un genio literario como el suyo lo produce la humanidad sólo cada dos o tres siglos. Tiene un don casi milagroso para las palabras.” El verdadero nombre de Mishima era Kimitake Hiraoka y nació en Tokio en 1925, en el seno de una familia de samuráis. Aunque estudió Derecho, dejó la carrera para dedicarse a su vocación definitiva: la literatura. Pronto publicaría su primera novela, a las que seguirían Sed de amor (1950), Colores prohibidos (1954), El rumor del oleaje (1956) y El Pabellón de oro (1956), entre otros títulos. El reconocimiento literario llegaría a la par de ser tachado de exhibicionista, mitómano, megalómano, fascista y masoquista. El escritor japonés encarnó la figura del artista en busca de absolutos, nostálgico de un pasado glorioso, que considera una derrota degradante para Japón haber adoptado la democracia y el modelo socioeconómico occidental. En 1968 fundó la “Sociedad del Escudo” (Tatenokai en japonés), una asociación paramilitar privada formada por un centenar de estudiantes y voluntarios, financiada por el propio escritor.
Mishima y cuatro miembros de la “Sociedad del Escudo” entraron al campamento Ichigaya de Tokio y ataron al comandante a una silla después de cercar su despacho con barricadas, el 25 de noviembre de 1970. Desde un balcón, el escritor arengaba a los soldados para que se alzaran en armas para restaurar el carácter divino del emperador de Japón. Como su prédica no tuvo aceptación, inició el ritual del harakiri como “reproche al Ejército japonés por relegar al olvido a la Institución Imperial; y al pueblo japonés por dejarse embaucar por la sociedad de consumo olvidando las antiguas tradiciones, que conforman el núcleo de su identidad como individuos y como pueblo”. En la entrevista encontrada por el grupo mediático TBS, el escritor considera que el artículo 9 de la Carta Magna, redactada de manera casi íntegra por las fuerzas de ocupación estadounidenses, es idealista y que se presta a ser reinterpretado. El actual gobierno de Japón, liderado por el primer ministro Shinzo Abe, aprobó en 2015 una polémica revisión de este artículo para ampliar las competencias de las Fuerzas de Auto Defensa, lo que desató las protestas y la contrariedad de gran parte de la sociedad.
“Los japoneses siempre han sido un pueblo con una severa conciencia de la muerte bajo la superficie de sus vidas cotidianas. Mas el concepto japonés de la muerte es puro y claro, y en ese sentido es diferente de la muerte como algo repugnante y terrible tal como es percibida por los occidentales –escribió Mishima–. La muerte para Jôchô (Yamamoto) tiene el brillo infrecuente, claro y fresco del cielo azul entre las nubes.”
Fuente: Silvina Friera para Página 12
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