viernes, 6 de enero de 2023

Alberto se aferra a una ambigua combatividad en su último año de mandato

Gracias a las peripecias de Daniel Scioli y su representación como embajador en Brasil, Alberto Fernández tuvo esa mini reunión bilateral con Luiz Inácio Lula da Silva el lunes pasado, y que tanto anhelaba. Al Presidente argentino no le complacía la idea de que su participación en la asunción del nuevo mandatario sudamericano quedara relegada a un simple saludo protocolar en el Planalto el domingo.

El encuentro fue breve y sirvió –más que nada- para tener una charla entre amigos y desarrollar un bosquejo del cuadernillo que ambos jefes de Estado llevarán adelante en Buenos Aires el 23 de enero, cuando el líder del Partido de los Trabajadores haga su primera visita oficial a la Argentina como presidente -por tercera vez- del país vecino y principal socio del MerCoSur.

Esas actividades fuera del país, son las que más agradan al titular del Ejecutivo -y a su mesa chica- porque lo alejan de las vicisitudes locales que lo agobian cada vez más, especialmente a medida que se acerca el final de su mandato.

El “modo campaña y supervivencia”, que pretende evitar el síndrome del “pato rengo” (que igualmente llegó para quedarse), lo llevó a fortalecer –tardíamente- a un enemigo que a estas alturas no le asegura apoyos, ni de propios, ni de extraños. Nos referimos al Poder Judicial. Una extraña estrategia, que, por el contrario, parece restarle sustento en la recta final de una presidencia demasiado conflictiva en la complejidad que generó el experimento denominado, Frente de Todos, y que según justificó Cristina Kirchner, fue el único elemento pergeñado por ella para garantizar el triunfo ante el macrismo en 2019.

La primera actividad de Fernández, el martes, tuvo que ver con recibir en su despacho al flamante jefe de Gabinete de asesores, Antonio Aracre, ex CEO de Syngenta -la firma multinacional con sede en Suiza- más grande del mundo en la producción de químicos dedicados a la agricultura. Al final de la entrevista, el empresario se acercó a la Sala de Periodistas de Balcarce 50 y manifestó que en rigor de verdad, asumirá el cargo recién en febrero porque tiene “algunos compromisos previos durante este mes”. 

Además, contó que tiene “como misión principal ayudar en todos los temas en los que el Presidente necesite información, pero en particular me interesa trabajar en acercar al mundo privado, de las inversiones al sector público para poder capitalizar y potenciar todas las oportunidades que tenemos en los próximos tres a cinco años”, explicó.

El funcionario propuso sentar en una mesa al Gobierno, a la oposición y al mundo del trabajo con los sindicatos, para, más allá de las diferencias, poder acordar en tres o cuatro puntos y saber “qué Estado queremos, menos burocrático o más dinamizado y sobre todo, cómo financiarlo, y que tipo de reforma tributaria deberíamos empezar a pensar”.

Aracre denominó “mesa de consenso” a esa instancia y pidió a quienes tienen prejuicios en el oficialismo por su procedencia derivada del área de los agronegocios, que le “den la oportunidad de verlo en acción”, argumentando que “es difícil acordar con todos” aunque explicitó: “consideró que el disenso es algo bueno”.

La siguiente parte de la charla fue muy interesante. Lo decimos porque el flamante funcionario hizo mención al conflicto entre Nación y CABA por la coparticipación. Aracre forzó una analogía con situaciones que se dan en el sector privado, como cuando “uno quiere pagar, no puede y se tiene que presentar en concurso de acreedores, y hay todo un sistema posible para eso, que evita una quiebra”, observó. Opinando a la vez que “la seguridad jurídica no es lo único que mira la inversión, a veces es exagerado ese punto y olvidamos que lo primero que se mira es la oportunidad de negocio y cómo se presentan esas oportunidades”.

En el final, y consultado por Política&Medios, el ex Syngenta señaló que no se reunió con su antecesor, Julián Leunda –que tuvo que renunciar por quedar vinculado a la trama de Lago Escondido- y apuntó que no lo conoce, y que supone que tendrá que hablar del tema con el Presidente, porque destacó: “No tengo detalles sobre eso”.

Fue ese mismo martes, cuando el Primer Mandatario se puso a la vanguardia de la cruzada contra la Corte Suprema, y convocó a los gobernadores peronistas en Casa Rosada. Lo que tenía como hora de inicio las 11 de la mañana -y que parecía de rápida resolución- se fue complicando y estirando más de la cuenta en el transcurrir de una tarde calurosa. Puntualmente, ingresó por la explanada de Rivadavia el cacique provincial más beligerante con la CSJN, Jorge Milton Capitanich.

De ahí en más empezaron las ausencias y los ruidosos silencios. Desde el equipo de comunicación presidencial nadie daba precisiones sobre quiénes estaban y cuándo estaría listo el documento con el pedido de juicio a los “Supremos”.

Pasadas las 14 hs, cuando se dio por terminado el cónclave, bajaron al Patio de las Palmeras, para hablar con la prensa acreditada, cinco gobernadores: Kicillof (PBA), Capitanich (Chaco), Quintela (La Rioja), Gerardo Zamora (Santiago del Estero y Claudio Melella (Tierra del Fuego), junto a dos vicegobernadores: Rubén Dusso (Catamarca) y Eugenio Quiroga (Santa Cruz).

El chaqueño se encargó de asegurar que eran 12 mandatarios provinciales los que daban su apoyo. A su vez explicó que la iniciativa -en detrimento del máximo tribunal de la Argentina- se da en el marco del Artículo 53 de la Constitución Nacional, en virtud del mal desempeño de su función. Procediendo luego a informar sobre los pasos a seguir en el Parlamento, donde los números indican que no están los 2/3 de votos necesarios para concretar la acción.

Por su parte, Kicillof manifestó: "Se trata de algo que en la historia no tiene antecedentes, un Presidente de la Nación y la mayoría de gobernadores acompañándolo". Por otro lado, reconoció elípticamente que el FdT no tiene apoyo con el que llegar a buen puerto en el Congreso: "Si ya estuvieran todos los votos no tendríamos diputados, porque serían cosas que están escritas", aseveró con cara de pocos amigos el gobernador bonaerense. 

Lo concreto, es que recién a las 16:30 se hizo público el texto con la firma de doce jefes distritales. A las pocas horas empezó el escándalo. El entrerriano Gustavo Bordet mandó a sus voceros a negar el respaldo a la embestida legislativa contra Horacio Rosatti, Juan Carlos Maqueda, Ricardo Lorenzetti y Carlos Rosenkrantz. El texto que sus colaboradores enviaban por WhatsApp rezaba: “El gobernador Bordet no firmó el comunicado. Ni va a acompañar la petición contra los miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación".

A este desaguisado, se sumó otra duda. El chubutense, Mariano Arcioni, de licencia y viaje en el exterior, dejó la cuestión en manos de su segundo, Ricardo Sastre, quien tampoco selló el escrito, pese a que el nombre y apellido de su superior apareció entre los rubricantes.

El anecdotario de esa jornada agitada, tendrá en su libro histórico la llegada a Rosada, nunca concretada de Sergio Uñac (San Juan). Los colegas bromeaban riendo: “Está viniendo con los tanques del General Alais!”, recordando la figura de aquel militar que supuestamente arribaría a la sede del Gobierno para defender al ex presidente Alfonsín y la democracia, luego de uno de los tantos alzamientos carapintada, pero claro, jamás llegó. A ese faltazo, se incorporó el del puntano Alberto Rodríguez Saá, el de Omar Perotti (Santa Fe), y el del mandatario cordobés -que está más cercano a la oposición que al FdT- Juan Schiaretti.

Mientras todo esto pasaba, el presidente Fernández seguía con una agenda de inauguración de obras y monumentos junto a la ministra de Salud, Carla Vizzotti -en primer lugar- y más tarde, sobre el crepúsculo porteño y en compañía de Jorge Taiana, en el Ministerio de Defensa, donde quedó un recordatorio a las Islas Malvinas y su gesta.

En mitad de la semana, Fernández salió otra vez de la metrópoli que cataloga de opulenta en cada viaje al interior, y en particular en relación a su pelea con Horacio Rodríguez Larreta. Aterrizó antes del mediodía en Misiones para encabezar un acto donde se informó oficialmente que se entregarían 597 viviendas. Lo hizo junto a uno de los gobernadores aliados que no quiso estampar su autógrafo en la misiva que intenta desgastar a la Corte. Con el calor de Posadas como telón de fondo, ambos se dispensaron halagos mutuos en público, pero debajo del escenario, Alberto F. hizo sentir al gobernador local, el frío por el despecho que menos esperaba.

La información que llegaba de la portavocería rosada aseguraba que desde la Mesopotamia, el Mandatario iría a Olivos. Cuando ya nadie lo preveía, el helicóptero presidencial aterrizó detrás de Casa de Gobierno, y tratando de pasar desapercibido, se vio al jefe de Estado -casi camuflado- subiendo a un auto oficial negro para perderse en la postal de una Paseo Colón con poco tránsito rumbo a Puerto Madero. ¿Su destino?.. desconocido. 

Hacía dos semanas que la vocera Gabriela Cerruti no encabezaba sus clásicas conferencias de prensa de los jueves, y pese a las dudas debido a los últimos conflictos que se dieron por lo ocurrido en el fallido acto de festejo por los tres años de gobierno y la fracasada convocatoria de la Selección argentina al palacio gubernamental, volvió a escena exultante, inaugurando así el año electoral.

En primer lugar, la funcionaria se refirió al pedido de juicio político a los cortesanos, con duras diatribas a lo actuado por el Cuerpo, y justificando la medida en base a la injerencia que tuvo sobre los otros dos poderes del Estado, en especial, en los fallos que complicaron los nombramientos en el Consejo de la Magistratura y en el que jugó a favor de la CABA por los fondos coparticipables.

En esa línea, adelantó que con la finalidad de que este proceso avance, el Ejecutivo convocará a sesiones extraordinarias para la segunda quincena de enero, e hizo mención a los polémicos chats entre Marcelo D’Alessandro y el asesor de Rosatti, Silvio Robles, adjudicándolos a la interna que tiene JxC. De los desplantes de algunos gobernadores peronistas expresó que “cada uno es libre de hacer lo que quiera”.

Consultada por Política&Medios sobre qué opina el Presidente con respecto a que un importante sector de la sociedad argentina no tiene entre sus prioridades la embestida de la administración central sobre la Corte, sino que está inmersa en los problemas económicos que atraviesa, la Portavoz reconoció que el tema no tiene la relevancia que le da el Gobierno. “Nosotros entendemos perfectamente que no entra en las preocupaciones de la gente”, pero apuntó que si la Justicia funciona mal eso perjudica a todos.

En este contexto, pasó lista a datos que la gestión que representa ve como positivos, pero que muchos catalogaron de falsos. Entre los que, resaltó el achicamiento del déficit fiscal, la incorporación de reservas en el Central, una fuerte baja en el desempleo, que definió como “histórica” –y en la que celebró la creación de 1 millón de puestos informales-. Se explayó además sobre la batalla a la inflación que va “mejorando”, aseguró, y resaltó un récord de importaciones, inversiones y ocupación de la planta industrial. 

Hizo alusión a la entrega de 100 mil viviendas, a la distribución del ingreso a través de los planes sociales; destacó que “no hubo ajuste”, y que las jubilaciones le ganaron al costo de vida. Todas cuestiones que generaron controversias a la hora de contrastarlas con los hechos fácticos. En el cierre, expuso que el objetivo del Gobierno para 2023 es “además de bajar la inflación, que suban los salarios”. 

En el mediodía marplatense, Alberto Fernández encabezó un acto junto a la titular de la ANSES, Fernanda Raverta, la ministra de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz, y su par de Obras Públicas, Gabriel Katopodis. En “la feliz” anunciaron la Asignación Universal por Hijo (AUH) para niños y niñas sin cuidados parentales. En ese entorno, el Presidente declaró: “Evita (Duarte de Perón) vivió en un país en el que los únicos privilegiados eran los niños. Hoy estamos en un país donde los únicos privilegiados son los jueces”.

Después de esa acometida contra los altos magistrados, el titular del Ejecutivo compartió un ostentoso asado con 17 intendentes bonaerenses, más Juan Manzur (jefe de Gabinete), Axel Kicillof (gobernador de la PBA) y Daniel Scioli (embajador en Brasil), entre otros.

El convite tuvo como finalidad fijar lineamientos políticos de cara a este 2023 que tiene elecciones a partir del 12 de febrero en La Pampa, con una seguidilla de una docena de provincias más que adelantaron -desdoblando sus comicios de los nacionales- para dar inicio a un calendario electoral vertiginoso.

Defender la gestión e invitar a todos a que jueguen en las PASO fue el mensaje de Fernández. Los ediles y funcionarios presentes leyeron el llamado a la unidad que propinó el Mandatario, del que saben muy bien que puertas adentro, no soporta más a su vicepresidenta. Un sentimiento que desde hace mucho tiempo, es mutuo.

No obstante, un hábil operador peronista le dijo a este medio: “Lo que pasa es que una disgregación controlada favorece al cristinismo, una forzosa unificación electoralista, le dejaría resabios de influencia a Alberto, al menos para sostener a algunos de sus pocos protegidos en las listas”.

El mismo dirigente, en versión analista, afirmó que en la relación de fuerzas se da un extraño, pero lógico fenómeno entre los Fernández. “Mientras que a CFK la beneficia -frente a su núcleo duro- enfrentar a los poderes fácticos, aunque potencie a sus detractores de siempre, a Alberto le restan ambas posturas: la moderada y la combativa. Sea en el plano interno o externo”. Un aspecto que quedará para los sociólogos de un futuro, no tan lejano.

Sin agendas oficiales, el Presidente, el Jefe de Gabinete, y los 18 ministerios, cerraron cinco días abrumadores en medio de una temporada estival que vuelve a movilizar a aquellos sectores minoritarios de la sociedad que pueden enfrentar gastos para vacacionar.  Alberto F. se quedó en la residencia de Chapadmalal buscando algo de descanso hasta el lunes, cuando retome su actividad en esa misma zona costera, más precisamente en Miramar.

Entretanto, Sergio Massa enfrentó en los últimos días fuertes cuestionamientos, entre otras cosas, por perdonar deudas millonarias a Edesur y Edenor (esta última a cargo de sus padrinos políticos y mediáticos: Vila y Manzano). También fue criticado por los aumentos varios que firma inexorablemente, y debido a las subas de un dólar blue que pega saltos largos y retrocede muy poco, certificando así su tendencia alcista. Eso sí, el Ministro de Economía se abstiene de las discusiones políticas con la Corte y la CABA, al igual que otros que tienen ambiciones presidenciales, caso Juan Manzur.

La mutación del peronismo, camino a la batalla en las elecciones de este año, muestra a las claras que cada cual debe atender su juego si quiere retener algo de poder frente a una eventual derrota. Para ello, Cristina conduce a esa mayoría que la vota en los territorios más pobres. Los gobernadores, intendentes y sindicalistas pujan por meter candidatos en las boletas.

Massa, Manzur y Scioli, se suben a un imaginario tren que los posiciona para una vuelta del PJ en 2027, si es que toca perder en esta vuelta. Entretanto, Alberto Fernández acude al recurso de confrontaciones anacrónicas que probablemente se desdibujen en los próximos 350 días de presidencia que le quedan por delante.  


Fuente: Juan Pablo Peralta desde Casa Rosada para la agencia internacional Globatium. Más información exclusiva de Balcarce 50 a través de Twitter en @JuamPaPeralta y en IG: @juanpabloperaltaperiodista

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