El 14 de febrero pasado, una horda de cabezas rapadas marplatenses destrozó el bar “Nevermind” frecuentado por la comunidad gay. Su dueño, Javier Moreno, un activista de la Asociación Marplatense de Derechos de la Igualdad, ya había recibido amenazas de parte del grupo Bandera Negra, una agrupación de ideas nacionalistas y católicas extremas. Su jefe es Alan Olea, yerno de Carlos Pampillón, el líder ultraderechista de la ciudad. En realidad, Olea y Pampillón están enfrentados desde que el primero sedujo a la hija de su líder sin su permiso y ocasionó un cisma en la Fonapa (Foro Nacionalista Patriótico) en el que militaban juntos.
Pampillón y Olea son célebres en Mar del Plata. En septiembre de 2011, los hombres del Fonapa –autodenominados “los Giachinos”– quemaron la fachada del Centro de Residentes Bolivianos en Mar del Plata para protestar por un presunto incidente fronterizo con Bolivia. Un mes después, arruinaron el monumento que recuerda la existencia de un centro clandestino de detención en la Base Naval de Mar del Plata. En octubre de 2013, montaron un acto frente a la Iglesia de San Ignacio en el centro porteño, que días atrás había sido profanada por un grupo de estudiantes del Colegio Nacional de Buenos Aires. Pampillón y un grupo de personas fornidas y de pelo cortado al ras, advirtieron por megáfono a los alumnos que no tolerarían una nueva herejía contra el templo. En octubre de 2014 entraron a los golpes en el Concejo Deliberante marplatense para protestar porque ese cuerpo decidió quitar el nombre de Pedro Edgardo Giachino –el primer soldado muerto en la toma de Malvinas el 2 de abril de 1982– por considerar que existían datos para involucrarlo como parte de los grupos de tareas del Proceso. En lugar de conseguir que Giachino recuperara su calle, Pampillón logró ser declarado persona no grata en el municipio.
El 15 de octubre de 2015, volvieron a protagonizar incidentes dentro de la Catedral de Mar del Plata, cuando un grupo de participantes del 30° Encuentro Nacional de la Mujer que sesionaba cerca de allí, intentó entrar en la iglesia. Días antes, destrozaron a golpes a dos militantes antifascistas con caños plásticos rellenos con cemento. El motivo fue haberlos encontrado en las inmediaciones de Plaza España, en donde los jóvenes de Bandera Negra se juntan a hacer proselitismo.
Hasta aquí, Fonapa y Bandera Negra aparentan ser uno más entre las decenas de grupos del nacionalismo católico que pueblan el Conurbano político argentino.
Las legiones de Cristo. Fonapa y Bandera Negra comparten su discurso y actividades con grupos similares en otras localidades. Tienen por guía las ideas integristas de Mohamed Alí Seineldín, identificación que los llevó a ser parte de las actividades del grupo Casa Patria y el partido Bandera Vecinal de Alejandro Biondini. Pampillón fue orador en varios actos del “Führer” argentino y participó con su gente en acciones de “defensa” de la Catedral porteña en ocasiones en que grupos anticlericales intentaron ingresar al templo con fines de agitación.
A través de la militancia en la derecha católica, los miembros del Fonapa coincidieron con las acciones de los mellizos porteños Jorge y Marcelo Gristelli, líderes de la Agrupación Custodia. Los seguidores de los Gristelli irrumpieron en la muestra de León Ferrari en diciembre de 2004 para destrozar las instalaciones. Tras destruir diez piezas que aludían al catolicismo, fueron detenidos y luego liberados tras la intervención del abogado Mario Soaje Pintos, el mismo que representó al nazi Walther Kutschmann y a Facundo Mazzini, condenado en 2003 por agredir con frases racistas a una ciudadana de origen negro. Antes de eso, los Custodia fueron guardaespaldas de Miguel Etchecolatz cuando el represor presentó su obra en la Feria del Libro en 1998 y regresaron al ruedo para oponerse a la designación de la jueza Carmen Argibay –de reconocida posición pro aborto y atea– como miembro de la Corte Suprema de Justicia. Los hombres de Gristelli, se foguearon en la violencia en repetidos enfrentamientos con los integrantes de H.i.jo.s.
Custodia también arremetió contra “Woman on Waves”, una ONG europea que promueve la descriminalización del aborto. Los soldados de los Gristelli invadieron el Centro Cultural General San Martín donde las feministas dictaban una conferencia. Algunos entraron vestidos con sotanas al grito de “¡Viva Cristo rey!”.
Esta vez el acto de repudio incluyó además a un grupo mucho más numeroso vinculado al Instituto Verbo Encarnado (IVE) que también venían de ser parte del ataque contra la exposición de Ferrari.
El IVE fue fundado en 1984 por el sacerdote lefebvrista Carlos Buela y el ex líder de la agrupación nazi Tacuara, Alberto Ezcurra. Con el auspicio del obispo mendocino León Kurk, Buela y Ezcurra crearon un centro de adoctrinamiento que en la actualidad cuenta con miles de integrantes y sedes en por lo menos veinte países. Tanto es su poder, que en 2001 la Conferencia Episcopal Argentina le negó el permiso para ordenar 49 nuevos sacerdotes, para oponerse al fundamentalismo que impregnaba sus claustros. Por orden del papa Juan Pablo II, el IVE recibió un permiso especial que le autorizó a egresar curas y a mudar su sede a Roma, lejos de los sectores más progresistas del clero local.
El IVE publica numerosos folletos y páginas de internet en las que prima la idea que el catolicismo está en riesgo y que se trata del último bastión para defender al mundo del materialismo que lo llevará al apocalipsis. Una de sus denuncias preferidas se construye en torno a un supuesto complot maltusiano pergeñado por poderosos nombres como Rockefeller, Kissinger y otros que, casualmente, siempre resultan ser en su mayoría judíos.
La otra fuente de adoctrinamiento son los grupos de la Fraternidad de Agrupaciones Santo Tomás de
Aquino (Fasta).
El Fasta tiene centros de formación y universidades en varias ciudades argentinas y sudamericanos. Fue creado en 1962 por el cura Aníbal Fosbery, quien fue amigo cercano del general Domingo Bussi y del criminal nazi Erich Priebke. Más acá en el tiempo, respaldó al obispo castrense Antonio Baseotto, cuando éste le recomendó al ministro de salud kirchnerista Ginés González García que se arrojara al río con una piedra en el cuello para expresarle su desprecio por las políticas oficiales de educación sexual.
Fosbery hizo del Fasta una poderosa herramienta de formación de cuadros. Dentro de la organización, existen las denominadas “milicias juveniles” que funcionan como una especie de boy scouts, pero con un tinte integrista católico. Las milicias se reúnen en “retiros” en donde se mezcla la teología, la enseñanza de la disciplina cerrada y llamados a la defensa del catolicismo.
En la sede de Fasta de Mar del Plata recalaron varios ex integrantes de la Concentración Nacional Universitaria, aquella que fuera la pata local de la Triple A y que tuvo como líder a Eduardo Piantoni, otro ex Tacuara. Que algunos de los miembros más crecidos de las milicias del Fasta –las “cohortes”– hayan protagonizado varios de los incidentes en Buenos Aires y Mar del Plata, no obedece entonces a la casualidad.
El regreso de los ultra. La línea histórica que une a los grupos violentos más recientes se remonta entonces a Tacuara y los violentos jóvenes filonazis y católicos de los años 60. Cuando esa agrupación dejó de existir, gran parte de sus miembros se sumaron a los grupos parapoliciales de la derecha peronista enrolados luego en la Triple A. El resto, buscó seguir sus ideas furiosas en la izquierda, aunque sin perder necesariamente su discurso nacionalista y católico.
Luego, los tacuaristas más violentos de derecha, pasaron con absoluta naturalidad a los grupos de tareas del Proceso. Y con ellos, avanzaron los sacerdotes como Christian Von Wernich, regalando indulgencia ante las atrocidades. Y funcionó de este modo porque el nacionalismo católico unía a civiles, curas y militares con una efectividad tan grande como el anticomunismo y el odio a la modernidad que reflejaban en sus reuniones políticas y sermones.
Que los sacerdotes que profesaban esa misma clase de ideas violentas crearan luego el Fasta y el IVE y que los principios doctrinarios de esos institutos sean compartidos por Biondini, Pampillón, Olea y los hermanos Gristelli indica hacia dónde condujo el discurso radicalizado.
Los informes anuales sobre antisemitismo en Argentina que realiza la DAIA, los reportes del Inadi y un repaso de los archivos periodísticos revelan que existen grupos similares a Fonapa y Bandera Argentina en varias de las grandes ciudades del país.
Por eso, los ataques en Mar del Plata son parte de un fenómeno más alarmante. En perspectiva, las agresiones en la costa bonaerense son un eslabón más de un rosario de violencia, que tiene su raíz en la recuperación de viejas ideas que justifican la defensa violenta de sus valores patrióticos religiosos, a los que consideran en riesgo.
La derecha nacionalista y católica más violenta está de regreso. Ese resurgimiento pasó desapercibido, excepto para algunos que ya sufrieron en carne propia lo que sucede cuando los fanáticos deciden pasar a la acción.
Fuente: Ignacio Montes de Oca para Perfil
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