Esta nueva etapa que comienza a palpitar el Paraguay me trajo recuerdos nostálgicos de mi viaje al norte guaraní allá por fines de los '90. En esa época el presidente de la Nación del Mariscal López era Juan Carlos Wasmosy y la situación económica y política del país era, dentro de la crisis estructural histórica en la que quedó el pueblo paraguayo desde el siglo XIX hasta acá, bastante estable. Aquél viaje fue una invitación que me hizo llegar un compañero con quien compartíamos tareas en la radio del Obispado de San Justo, Wilberto Olmedo. El conductor del programa más escuchado por la colectividad paraguaya en la Argentina "Amanecer Guaraní" me hizo conocer esa tierra roja en toda su dimensión. Yo ya estaba empapado de las polcas, las guaranias, la sopa paraguaya, el chipá y sus hermosas mujeres. La primera parada fue en un pueblito distante unos kilómetros de Asunción, San Juan Bautista de las Misiones, hermoso. Las casas eran como chalecitos porque se dedicaban a la fabricación de tejas y todas tenían esa característica. Paramos en una bien típica donde me dieron una habitación, tipo Heidi, en la parte superior de la construcción. En la mañana el desayuno con leche recién ordeñada, la mermelada casera, queso de cabra y la infaltable mandioca, en ese caso frita, un manjar. De ahí a la romántica Asunción, ciudad portuaria con muy pocos semáforos y donde parece estar todo por hacer, salvo en materia comercial, allí se consigue de todo y para todos los gustos. Los taxis amarillos eran en su totalidad Mercedes Benz y el Mercado Cuatro un laberinto interminable, el Palacio de los López, un verdadero lujo. En los barrios aledaños había importantes contrastes, mansiones exuberantes, como una de la familia del ex presidente Rodriguez que era una réplica del palacio de Versalles hasta los ranchitos más pobres. La recorrida nos llevó a Trinidad, esa barriada asuncena de la canción "Galopera", la de las fiestas patronales de San Blas. En mi raid no faltó San Lorenzo, el pueblo universitario por excelencia, donde las muchachas son más enamoradizas que en cualquier lugar de latinoamérica. Cuando Wilberto me preguntó al volante de su camioneta que quería conocer, no dudé, el lago azul de Ypacaraí dije. Hacia allí fuimos, San Bernardino, el terruño de Arnaldo André, un cacerío tipo colonia alemana donde se mezclan los rasgos guaraníticos y teutones, las damas allí son como de ensueño y todas muy simpáticas. En una de esas giras dimos con un cantor de guaranias venido a menos que vivía en un local semi abandonado en una olvidada calle de tierra. Con él tomamos whiski y cantamos hasta entrada la noche, el Gardel paraguayo, Luis Alberto del Paraná, fue nuestro interprete preferido en su toca discos precámbrico. La villa de los artistas era un paraíso disgo de Walt Disney, ahí pasamos una tarde en la casa del Maestro Florentín Jiménez, una suerte de Ariel Ramírez paraguayo, un verdadero genio musical.
Paraguay, tierra de lapachos, tereré, bellas hembras y hombres de carácter, espero que Lugo les lleve la alegría que se merecen.
1 comentario:
Me encantó la forma singular de comentar cómo se vive en este bello país. Te cuento que el Maestro Florentín Giménez es el símbolo viviente más grande de la musica paraguaya, cumple 84 años, el 15 de Marzo de 2009 y es el Director Honorario Vitalicio del la Orquesta Sinfónica Nacional y actual Director del Conservatorio Nacional de Música. Gracias a su iniciativa fue creada por ley estas dos instituciones en Paraguay
Publicar un comentario