martes, 21 de octubre de 2008

John Reed y el Octubre Rojo

Corresponsal en la Primera Guerra Mundial, que estalló en 1914, Reed llegó a Rusia en 1917 donde fue testigo de los sucesos que antecedieron a la toma del poder por los bolcheviques y de la propia Revolución de Octubre, nombre así asignado por el calendario ruso de entonces aunque en Occidente correspondía al siete de noviembre. “Diez días...” se editó por vez primera en Estados Unidos y lleva un prefacio de Lenin, en tanto que en la publicación en idioma ruso la prologuista es Nadezda Krupskaya, esposa del líder máximo de la revolución socialista y a la vez Comisaria (ministra) de Cultura.
El magistral texto ha permanecido hasta hoy como un ejemplo para la profesión periodística. En el prólogo, el autor apunta: “Durante la lucha mis simpatías no eran neutrales. Pero al trazar la historia de estas grandes jornadas, he procurado estudiar los acontecimientos como un cronista concienzudo que se esfuerza por reflejar la verdad”. Agrega: “Este libro es un trozo de historia tal como yo la he visto. Sólo pretende ser un relato detallado de la Revolución de Octubre, es decir, de aquellas jornadas en que los bolcheviques a la cabeza de los obreros y soldados de Rusia, se adueñaron del Estado y lo pusieron en manos de los Soviets”.
En el prefacio a la edición norteamericana Vladimir Ilich Lenin escribió: “Desde el fondo de mi corazón lo recomiendo a los obreros de todos los países. Desearía que este libro circulara por millones de ejemplares y fuera traducido a todas las lenguas, porque traza un cuadro exacto y extraordinariamente vivo de acontecimientos que tan gran importancia tienen para la comprensión de la revolución proletaria”. A su vez, Kruspskaya razonó: “El libro de John Reed ofrece un cuadro de conjunto de la insurrección de las masas populares tal como realmente se produjo […] En su género, el libro de Reed es una epopeya”. Remarca: “No suelen escribir así los extranjeros sobre la Rusia Soviética. O no entienden los acontecimientos o generalizan los hechos aislados. Verdad es que ninguno fue testigo personal de la revolución”.
Buen poeta y cuentista reputado, donde Reed brilló fue, empero, en el periodismo. En esta área, como lo confirman sus trabajos y como él mismo lo proclamara, no fue neutral, mas se atuvo al principio básico del oficio que es reflejar la realidad mediante una investigación científica –en el sentido de la objetividad– para el análisis de los orígenes y perspectivas de los sucesos. Max Eastman, coeditor de la revista The Masses, en la que trabajó Reed, afirmó en un homenaje a su memoria: “Reed conocía el frío tono de la voz del científico que ve las cosas como son. Fue un poeta que entendió la ciencia, un idealista capaz de enfrentarse con los hechos. Él se ubicó en el cenit de la profesión de periodismo en los Estados Unidos”.
A los 24 años se fue a México, donde reporteó la Revolución Mexicana desde 1911 hasta 1914 y esa experiencia la vertió en su libro “México Insurgente”, en el que narra sus vivencias con las tropas del general Pacho Villa. Años después esos reportajes servirían de base para una película hollywoodense del mismo nombre. Otros filmes, Reds (Rojos) y Campanas Rojas aluden asimismo a la vida de Reed. Su labor informativa en la Primera Guerra Mundial se encuentra en su obra “La guerra en la Europa oriental”, de 19l6.
En el plano ideológico, se adivinará, optó por el marxismo y fue uno de los fundadores del Partido Comunista de Estados Unidos y luego miembro del Comité Ejecutivo de la Tercera Internacional, razón por la cual se encontraba en Moscú cuando lo atacó el tifus que lo mató. Incorporado a las batallas sociales, fue enjuiciado y encarcelado al tiempo que a su regreso a EE.UU. procedente de la Rusia Soviética se le aplicó la “Ley de Espionaje” aunque no fue condenado (ANC-UTPBA).

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