Sin espacio para lujos, protocolos ni autoindulgencias. El estudio de Norberto Galasso en Parque Chacabuco es casi un reflejo de su vida. Libros, biblioratos, libros, cajas archivo, libros, un escritorio, libros, dos sillas, libros, alguna que otra cosa y más libros. Ese espíritu de biblioteca popular, de espacio que circula en paralelo al tiempo, se ve y se respira a cada segundo. Es el que alimenta un recorrido que lleva casi 80 años y siempre lo encontró del mismo lado: peleando por los que menos tienen. Historiador, periodista, militante y consecuente como muy pocos, Galasso es una referencia siempre enriquecedora a la hora de hablar del pasado, presente y futuro de nuestro país.
Se recibió de contador público en 1961. Pero la pasión les ganó a los títulos y a las circunstancias. Su fervor político y su obsesión por nuestra historia hicieron que construyera una obra de más de cincuenta libros que incluye ensayos, antologías y estudios histórico-políticos. Los más influyentes son Seamos libres y lo demás no importa nada. Vida de San Martín; Perón. Formación, ascenso, caída (1893-1955); Perón. Exilio, Resistencia, retorno y muerte (1955-1974), y De la Banca Baring al FMI. Historia de la deuda externa argentina. En breve comenzará a escribir la continuación de este último para dejar constancia del desendeudamiento de la era kirchnerista y del festival hipotecario de Cambiemos.
Heredero del espíritu de Rodolfo Puiggrós, John William Cooke y Arturo Jauretche, Galasso desarrolló su visión de la independencia argentina para Caras y Caretas sin impostar una falsa objetividad.
–La declaración de la Independencia el 9 julio de 1816 fue un proceso complejo. ¿Cómo se llegó a esa construcción?
–La independencia fue y sigue siendo un proceso complejo. Para atrás y para adelante. Yo adhiero a la corriente historiográfica de Juan Bautista Alberdi. Empecemos por el principio: la Revolución de Mayo no fue independentista. Fue una revolución democrática que involucró a criollos y españoles en la que se sacó a un virrey para poner a gobernar a una junta popular. Eso explica que la Primera Junta haya jurado por Fernando VII, la presencia notoria de españoles en esa junta y que la bandera española haya flameado en el fuerte de Buenos Aires hasta 1814, entre muchas otras cosas. Estas particularidades no son conocidas o contempladas por mucha gente debido a que la historia mitrista las ocultó. Se pudo acceder a ellas en 1960 cuando se abrió al público la Biblioteca de Mayo y aparecieron múltiples documentos que habían sido ignorados o escondidos. En la asamblea de 1813, realizada en Buenos Aires, tampoco se declara la independencia. Ese objetivo recién se activaría con mayor decisión por un hecho político exterior.
–¿Qué hecho político externo aceleró la independencia?
–Desde 1808 España vivía una revolución democrática que tomaba muchos de los idearios franceses. Frente a la invasión de Napoleón, que había tomado como prisionero a Fernando VII, el pueblo decidió gobernarse en juntas. Una de las más famosas era la Junta Central de Sevilla. Esa junta declaró que las tierras de América no eran colonias, sino provincias. Algo que el mitrismo tampoco dio a conocer. Pero esa situación cambia drásticamente en 1814. Una carta de Gervasio de Posadas a San Martín lo deja muy claro. Posadas anoticia a San Martín de que Fernando VII volvió al poder pero encarnando los más rancios idearios del absolutismo. Sus postulados más liberales habían quedado en el pasado. “La derrota de Napoleón nos ha puesto en los cuernos del toro. Ahora debemos cambiar nuestra política”, le dijo, palabras más, palabras menos, Posadas a San Martín. A partir de entonces la independencia se hace ineludible y San Martín pone todas sus energías en ella. Este cuadro de situación hace que España envíe por primera vez tropas para sofocar los movimientos independentistas en 1814. Fue entonces cuando la flota de Fernando VII llegó a Venezuela y derrotó a Bolívar. Afortunadamente, la otra parte de la flota que tenía como destino el Río de la Plata nunca llegó, hasta hoy por motivos desconocidos.
–Las posturas en las Provincias Unidas del Río de la Plata no eran uniformes.
–Claro. San Martín creó el Ejército de los Andes y va madurando su estrategia. Pero no todos lo acompañan. En 1815 José Gervasio Artigas presidió el Congreso de Oriente en lo que hoy es Concepción del Uruguay (en aquel entonces conocido como Arroyo de la China), donde se lo declara Protector de los Pueblos Libres. Desgraciadamente, no hay actas de los resultados definitivos. Pero se estima que se declaró la independencia de La Liga de los Pueblos Libres con votos de Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, Córdoba y la Provincia Oriental.
–¿Quiénes participaron del congreso que declaró la independencia en 1816?
–Representantes de Buenos Aires, Tucumán, Santiago del Estero, La Rioja, Catamarca, San Luis, Mendoza, Jujuy, Charcas, Chuquisaca, La Paz y el Alto Perú. Esto indica que había un espíritu americanista. Pero no van Entre Ríos, Corrientes ni la Banda Oriental. Y Córdoba está a punto de ir y finalmente no acude. Esto tenía que ver con la fuerte influencia de Artigas. El objetivo del Congreso de Tucumán era proclamar la independencia y dar una constitución. Pero Belgrano llega de España con la noticia del vuelco absolutista de Fernando VII, se comprende que habrá una fuerte resistencia a cualquier intento independentista y comienzan a barajarse alternativas. Una de las más fuertes fue la de crear una monarquía incaica. Esa idea de Belgrano no fue una declinación. Fue una estrategia integradora que San Martín vio con muy buenos ojos. Esa idea incluía declarar la capital en Cuzco, algo muy interesante en aquel momento, para neutralizar la influencia de Inglaterra. Se vota la Independencia, pero Buenos Aires rechaza esta postura y se termina imponiendo. Anchorena aduce, palabras más, palabras menos: “No puede ser que tengamos un monarca de la casta color chocolate, ¿dónde lo van a encontrar? En alguna toldería del Alto Perú. Roñoso y patasucia”. La postura de Buenos Aires también logra neutralizar que se dicte una constitución. Posterga el debate y recién se materializará en 1819. Desgraciadamente, fue una constitución totalmente unitaria que favorecía a los sectores económicos más poderosos.
–San Martín tampoco la tuvo fácil para encontrar apoyos y liberar Chile y Perú.
–Así es. Buenos Aires no alienta tanto espíritu solidario. Pero San Martín era una gran mente militar, pero también política. Hasta se da cuenta de que no podía llegar a Chile con la bandera de un país recién independizado porque se podía interpretar como una invasión. Por eso creó la bandera del Ejército de los Andes. Él entendió perfectamente cómo debía moverse en Chile y en Perú. Chile estaba en plena efervescencia por la resistencia de Manuel Rodríguez Erdoíza, que era un patriota democrático al estilo de Mariano Moreno. Rodríguez Erdoíza ya tenía dos provincias levantadas cuando llegó San Martín. Y cuando San Martín llegó a Perú inmediatamente se le sumaron fuerzas guerrilleras que resistían al virrey De la Pezuela. Aunque a muchos historiadores no les guste reconocer a esas fuerzas irregulares.
–¿Cuándo podemos hablar de una independencia concreta en la Argentina?
–Hay que diferenciar la independencia meramente formal de la real. Desgraciadamente, esta última sólo la vivimos en lapsos muy puntuales de nuestra historia. Ya desde Rivadavia hay una licuación notable de independencia. No olvidemos que una de sus personas de mayor confianza, Manuel José García, era prácticamente un agente inglés. De Rivadavia no hay pruebas para decir lo mismo, pero actuaba como tal. Rivadavia es el responsable del empréstito Baring, el primer gran endeudamiento del país, un contrato firmado bajo unas condiciones brutalmente leoninas que no fue otra cosa que una eficaz arma de dominación.
–¿En qué momentos usted vislumbra una Argentina independiente?
–Los gobiernos de Rosas tuvieron medidas interesantes. El patriotismo de la batalla de la Vuelta de Obligado es innegable. Pero tampoco podemos olvidar algunas decisiones a favor de sus intereses ganaderos que no fueron las mejores. Hay una historia de Hipólito Yrigoyen antes de asumir que es muy elocuente. El embajador inglés le solicitó una audiencia y una vez concretada le pidió la lista de ministros de su futuro gabinete. Yrigoyen se negó y el embajador insistió explicándole que era “una costumbre de todos los gobiernos argentinos”. “Entonces esa costumbre ha terminado”, le respondió Yrigoyen, que luego declararía la neutralidad en la Primera Guerra Mundial. Fue un gesto de gran independencia al que le siguieron otros, aunque lamentablemente los radicales siempre tienen ciertas vacilaciones. Otro período de independencia tiene que ver con el peronismo y el 17 de octubre. Allí se inaugura la incorporación de las clases populares a la vida política. Perón clausura la deuda externa y desiste de ingresar al FMI. Al mismo tiempo toma múltiples decisiones estratégicas que potencian el mercado interno y nuestra soberanía. Desgraciadamente, el golpe del 55 tira por tierra gran parte de esos logros y reinicia el proceso de endeudamiento. Arturo Illia tiene algunos gestos interesantes, pero no tanto como para garantizar verdaderas elecciones democráticas. El proceso que se inicia en 1973 retoma los ideales independentistas, pero está muy salpicado por las luchas internas en el peronismo y finalmente se trunca con la muerte de Perón. El golpe del 76 directamente nos transformó en una semicolonia de los Estados Unidos.
–¿Cómo caracterizaría el período kirchnerista?
–Como una etapa de independencia. Cuando Néstor Kirchner le paga al FMI los 9.600 millones de dólares se termina la injerencia de ese organismo en nuestro país. Yo siempre estuve por el no pago, por una ley de ilegitimidad. Pero hubo varias decisiones de gobiernos anteriores que la hicieron difícil de implementar. Menem con el Plan Brady aceptó la legitimidad de una deuda espuria. La estrategia de los bancos de darles los bonos a particulares también complicó la situación. La estrategia de Kirchner logró una quita del 60 por ciento y la de Ecuador, que fue por el lado de la ilegitimidad, obtuvo prácticamente lo mismo. Tanto Néstor como Cristina Fernández avanzaron en múltiples medidas soberanas.
–¿Cómo definiría al macrismo?
–Desgraciadamente, es un gobierno dominado por el revanchismo y un odio de clase muy grande. Hay mucho del 55 en Cambiemos. Es un gobierno atendido por sus propios dueños que escucha sólo sus propios intereses. El pago a los buitres es escandaloso y abre la puerta a juicios incalculables. La deuda vuelve a ser el eje que nos condiciona y pulveriza nuestra independencia. Vivimos en tiempos de un embate imperial muy fuerte que se siente en toda la región. Me duele mucho que este gobierno haya sido votado por los sectores medios y algunos populares. Los sectores medios se dejan llevar por el individualismo. Cuando yo era chico vivíamos en un conventillo. A mi mejor amigo del conventillo le fue muy bien. Se compró una casa acá, otra en Mar del Plata, un coche a cada hija y más. Todo eso durante el peronismo. Después nada. Él decía que le fue bien porque era muy inteligente y que después tuvo mala suerte. Una tía mía fue muy clara: “¿O sea que vos eras un pelotudo, llegó el peronismo y te hiciste inteligente, y después volviste a ser un pelotudo?”. Hay gente a la que le cuesta mirar más allá de ellos mismos y que incluso atacan sus propios intereses.
–¿Qué conclusión podemos sacar a 200 años de la declaración de nuestra independencia?
–Que la independencia es una lucha de todos los días. No la garantiza votar ni el sistema democrático. Por eso hay que seguir peleando.
Fuente: Marcos Puerta para Caras y Caretas
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