Estaba en un baile organizado por las chicas amigas del almacén del barrio, al que le decíamos "El Paraguayo" por la nacionalidad del padre de nuestras vecinas. Era una noche a 10 cuadras de casa entre San Justo e Isidro Casanova, algo que claro, por estar del lado oeste de la calle León Gallo (más conocida como El Límite) nos convertía en "casanoveros", y a mucha honra. Yo estaba por cumplir los 16 y ya guitarreaba de oído gracias a mi tía y madrina Graciela, que a los 15 se apadió de mi pasion musical y me regaló una viola. Cada tanto pegaba en el kiosco de Carlitos, una casilla de material chiquita que estaba en la esquina frente a nuestro ranchito en Los Andes y Granada, alguna revista "Toco y Canto". Cuando me animaba le pedía si por favor me guardaba una, eran semanales o mensuales (ya no me acuerdo). Pobre, él estaba tan muerto de hambre como nosotros y hacía lo que podía. La mayoría de las veces me las vendía.. pero no me importaba, mi familia y yo lo adorábamos, tenía un problema de movilidad y nunca vi a nadie poner el lomo así, desde las 4 de la mañana trabajando congelado para darle de comer a su mujer e hija. A veces con previsión calculaba y juntando monedas llegaba temprano y obtenía alguna que Carltitos me entregaba sonriendo como diciendo "lo lograste nene". Las quería desesperadamente para robar acordes, y por supuesto ir moviendo los dedos para tocar de a poco los clásicos del rock argentino, algo que me generaba discusiones con los amigos de la esquina a los que les decía para chicanearlos.. ¿qué?... ¿acaso existe el Tango inglés??. La T&C también traían alguno temas de los Beatles, Durán Durán, David Bowie, los Rolling, etc, que venían bien para aprender secuencias musicales un poquito más complejas y además para ver que lo que sanateábamos al berrear temas sajones no se alejaba tanto de lo que jamás entendimos que quería decir, salvo algunas palabras sueltas. Volviendo a esa noche del baile en lo de El Paraguayo, en la oscuridad y luces de colores que hacíamos con latas de tomate y celofán yo estaba haciéndome el langa con una de las hermanas, que obviamente no me daba ni cinco de bolas. En eso me tira.. "que lástima lo de Luca". Con los oídos tapados por el sonido estruendoso y saturado de un par de parlantes, que no se de dónde habían sacado, y con Zas de fondo interpretando "Tengo que parar", uno de mis temas preferidos de Miguel Mateos, le dije "si, terrible!", sin entender a que se refería. Al rato fui por una coca a la tabla sostenida por cajones de gaseosa y el Negro Chiqui me repite "que bajón lo de Luca no?". Ahí pregunté "¿quién?"... "Luca Prodan boludo!!.. me dijo enojado.. "apareció muerto.. una sobredosis". Me sentí raro porque yo en realidad no era admirador de Sumo, conocía algunas canciones, nada más. Había unas chetas muy lindas de mi cuadra que iban a bailar a Ramos y a ver a ese grupo no sé en qué lugar del oeste o el centro que nombraban hasta el cansancio. Sólo recordé que no hacía mucho tiempo, como yo hacía un programa de rock en una radio local que me permitía hacer canje de entradas con un boliche de Casanova (Paddock), había entablado amistad con uno de sus Disc Jockey, mi querido Arturito Pereyra, quien me llevaba a yirar con él por Jesse James, Skylab, hasta Pandemonium en Lafe, y un día me dijo "vamos a ver un ratito a Sumo que está tocando en Jesse?... yo lo miré como asombrado y le dije "no andá vos, yo me quedo, debe ser un bardo..". Así fue que me perdí la oportunidad de escuchar y ver a ese fenómenos alrededor del que se formó un mito, especialmente sobre el cantante italobritánico que conocía los yeites lunfardos y argentos mejor que muchos de nosotros, según me contaban. También recordé que mucho antes lo había visto en Canal 7 en un programa que se llamaba "Música Total" y que conducía un modelo de la época, Marcelo Bello. Ver a un pelado con anteojos de colores, calzas negras, medio en cuero, moviendose raro y cantando en el idioma de la Corona me pareció absurdo. Estaba claro, yo consumía eso que él denominaba en su castellano cocoliche, "el stablishment del rock nacional". Para él Spinetta y Charly se creían Lennon y McCartney, y Mateos junto a Cerati eran chetitos de mamá. Algo así como esos a los que les cantaba: "un seudo punkito, con el acento finito quiere hacerse el chico malo..". Si le caían muy bien Fito y Calamaro, de hecho hay algunos demos que grabaron juntos dando vueltas por ahí. La Rubia Tarada era el tema que volvía locas a mis bellas y estereotipeadas vecinas, que paradójicamente se asemejaban mucho a las que el calvo les escribía. Con el tiempo leí miles de reportajes hechos a Mollo y Arnedo, no tantos de Pettinato, de quien hace poco leí un libro de anécdotas de esos años que me hizo reír muchísimo. En los subtes y colectivos creerían que estaba drogado por mis risotadas descontroladas. Mis amigos de "La Quema", un barrio a 5 cuadras del mío, me decían entre pitada y birra: "esos son tres caretas.. el Pelado era el único que la tenía clara..". Yo era muy pendejo y esos muchachos ya pasaban los 20. Yo los miraba con respeto y hasta cierta veneración, a pesar de que mi viejo me decía "vos escuchálos, aprendé todo lo que puedas, pero hacé todo lo contrario a lo que hacen ellos ellos".. Era evidente que mi papá hacía cosas más parecidas a las de ellos que yo.. por algo el consejo. Muerto hacía años Prodan, una tarde le llevé al Negrito un tema que me rompía la cabeza y puse el cassette en su grabador para ver como su cara se impregnaba de sorpresa. Otra vez fallé... me miró con cara de piedad y me dijo "es una mala versión de un clásico de los Doors hecha por Mollo.. pobrecito!!". Era Light my Fair.. tuve tanta vergüenza que me fui y decidí que hasta que no aprendiera de grupos ingleses y yankees no volvía a abrir la boca frente a estos "viejos porreros del orto". A medida que crecía en las noches de Haedo, Morón, Ituzaingó y Ramos, fui conociendo gente que tenía miles de anécdotas con Prodan. Un día pensé que si un 50 por ciento de esas historias fueran ciertas Luca hubiera necesitado vivir unos 500 años. La cosa es que cuando tuve mi primer profesor de guitarra en RM (Ramos Mejía), el rubio Daniel, otro "Hippy viejo" con mucha onda y talento (por favor nada que ver con Hanglin!!), entre clase y clase me contó que había formado parte de un prototipo de Sumo cuando llegó de Córdoba a Baires, pero que por la mala onda y fanfarronería del saxofonista de barbita exótica se había ido a la mierda. Me pasó algunas historias que todavía compilo, como tantas otras, para cuando saque un libro con los mitos y leyendas "inciertas del rock argentino, algo que les puedo asegurar, resulta más divertido, exótico y provocador que las reales. La excusa para contar algo de lo que tuvo que ver Prodan en mi vida es que hoy cumpliría 65 años, sería todavía muy joven y vaya a sabe que opinaría desde Arbolito hasta la Cumbia Villera. Aprovecho la ocasión para invitarlos a ver "Luca, la película" de Rodrígo Espina, una recorrida por su vida contada por personajes, que al menos yo nunca había escuchado: amigos, compañeros de colegio en Inglaterra, cómplices, y hasta su mamá. No tienen más que presionar ESTE VÍNCULO.
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