Mario Zamenfeld está por cumplir 55 años de oficio debajo de la tierra. “¿Cómo hago? Yo me pregunto cómo hacen los de arriba”, ironiza el comerciante de más antigüedad de la Galería Obelisco Norte. Desde los años 60 hasta hoy, este hombre apodado“el histórico” fue el testigo subterráneo de más de medio siglo de cambios en el centro porteño. Todo desde su tienda, Regalos Beatriz.
Zamenfeld tenía 21 años cuando empezó a vender bolsos en la galería. Arturo Illia presidía la Argentina y Perón vivía en el exilio. El Microcentro de ese momento era como el Palermo de ahora: vivía de día y de noche. “El centro era la zona a la que la gente salía a pasear. Los cines de la calle Lavalle atraían a un volumen fenomenal de personas. Estaba siempre lleno, sobre todo, los sábados y domingos. Era un hervidero”, recuerda el vendedor, de 75 años. Y agrega: “Con la llegada de los shoppings modernos y de sus mega salas de cine, la vida nocturna se fue apagando en las calles periféricas. Y los cines se transformaron en iglesias. Ahora el 80% de la gente que pasa por acá abajo son trabajadores que van o vienen, apurados para llegar a tomar el subte”.
La “vida de arriba” es la del Obelisco y alrededores. Es mundana, en el medio de los teatros de la avenida Corrientes, y política, porque se trata de un punto neurálgico de protestas y celebraciones. Pero lo que transcurre sobre el asfalto de la esquina de Corrientes y 9 de Julio se cuela hacia la galería subterránea. “Acá pasó de todo. Filmaron películas clásicas del cine argentino, como ‘Tango feroz’ y ‘Nueve reinas’, pero también hubo un ataque con bombas de humo en el que robaron handys de la tienda de al lado”, explica. Zamenfeld no recuerda si ocurrió en el año 74 o en el 77, pero sí que la tienda asaltada se llamaba Mustafá.
El comerciante también tiene presente cuando una marea humana se apoderó del Obelisco, en el acto de cierre de campaña de Raúl Alfonsín, en el umbral de la vuelta de la democracia. En aquel momento se estimó que fueron 800 mil personas. “Una concentración gigantesca”, titulaba Clarín al día siguiente.
“Después de la dictadura, hubo un efecto Malvinas y se puso de moda la ropa militar -explica el hombre-. La gente me la pedía pero no se conseguía en ningún lado. Entonces, la mandé a fabricar en el taller de un amigo modisto”.
Así Zamenfeld se convirtió en un referente de ropa y accesorios militares. La revista Para Ti le pedía prestada la indumentaria. A cambio, la publicación asociaba las fotos de los modelos a Regalos Beatriz. “Yo soy totalmente antimilitar –confiesa el comerciante–. Nunca vendería cosas nazis o le regalaría un revólver de juguete a mis nietos. Esto de la ropa lo veía más como un disfraz”. De hecho, el famoso vestuarista Horace Lannes fue al negocio de la Galería Obelisco Norte para comprar ciertos elementos de vestuario para el filme “Rambito y Rambón” (1986), con Alberto Olmedo y Jorge Porcel.
Zamenfeld cuenta que su negocio prosperó con el auge de la seguridad privada. “Con la llegada de los barrios cerrados y los countries en los años 90, explotó ese negocio”, asegura.
Hubo, dice, épocas mejores que otras, tanto en la galería como en el país. “El 82 fue terrible. La gente andaba con miedo. Entre 2001 y 2002 también. Nadie tenía un peso. A fines de 2001, tuve que empezar a trabajar con tarjetas de crédito: era eso o nada -recuerda-. Fue así hasta que tuvimos que cerrar por los gases lacrimógenos que la Policía tiraba arriba. Cuando hacen eso, acá abajo se vuelve irrespirable”.
Cual ave fénix e igual que el país, el local 18-20 volvió de sus cenizas y atravesó un período de crecimiento, hasta que tambaleó de nuevo en 2014. “Fueron muchos factores, más allá de la economía. Esta galería se caía a pedazos. En este pasillo, llovía”, recuerda, señalando el corredor que lo separa del bar que tiene enfrente. “Ahí se juntaban los abogados después del laburo a tomar whisky - señala-. Pero hace 50 años”.
Entre la época de oro de la galería y la actualidad, se hizo una sola remodelación completa. En 2014, el espacio pasó de la Dirección General de Administración de Bienes del Gobierno porteño a la empresa pública Subterráneos de Buenos Aires (Sbase), que emprendió las reformas. “Los arquitectos consultaron a los comerciantes sobre sus preocupaciones. Y a mí. Me llamaban ‘el histórico’ por mis años acá abajo”, cierra el hombre que, bajo la tierra, lo vio todo.
Fuente Myriam Selhi para Clarín
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