Antes de tirarse de palito por un piso dieciséis, papá se despidió de la clase obrera argentina", escribe el hijo, veinticinco años después del suicidio de su padre Jorge Sivak, empresario y "banquero comunista", dirigente estudiantil, defensor de presos políticos y él mismo preso político y exiliado.
Aquel final no sólo marca el arranque de El salto de papá, un libro desgarradoramente bello y doloroso, sino también el comienzo de un largo duelo y una nueva vida familiar que el hijo relata con tensión literaria y emocional. "Lo que sigue son una suma de esos restos y la dificultad para reunirlos", escribe Martín Sivak (Buenos Aires, 1975) al comienzo del volumen y en esa línea puede cifrarse lo que vendrá.
A lo largo de trescientas páginas, el autor reconstruye una saga familiar que incluye la construcción de un imperio económico por parte de su abuelo Samuel; los años de la dictadura militar y la infancia del exilio en Punta del Este; los dos secuestros de su tío Osvaldo Sivak y la aparición de su cuerpo en 1987, en plena transición democrática; las zozobras personales y económicas de su padre Jorge, y la vida posterior: la del hijo que trata de entender en amoroso duelo la decisión de ese padre con el que ha compartido también momentos felices y luminosos, los goles de Independiente y la lectura religiosa de la revista El Gráfico, y sobre el final, "sesiones cortas de abrazos".
Por su trabajo como periodista y ensayista, Martín Sivak se ha dedicado a escribir sobre la vida de los otros. Además de sus crónicas en distintos medios y los tomos Clarín, el gran diario argentino y Clarín, la era Magnetto, Sivak publicó Jefazo: Retrato íntimo de Evo Morales, El dictador elegido: la biografía no autorizada de Hugo Banzer Suárez y El doctor: biografía no autorizada de Mariano Grondona.
Ahora, se entrega a una tarea tan compleja como desafiante: narrar una historia dolorosa que es además la propia. En este libro el salto del padre es también el salto abismal del hijo que bucea en la memoria familiar y se entrega a un viaje de alto voltaje emocional. A lo largo de estos veinticinco años, Sivak llevó una suerte de diario íntimo, tomó notas y les escribió correos electrónicos a su hermano y sus amigos contándoles quién era ese padre contradictorio, idealista y vulnerable al que nunca dejó de extrañar. El nacimiento de su hijo Camilo alumbró también el relato de quien necesita dejar salir esta historia de una vez. "El nacimiento me tiró por la cabeza la ausencia de mi tío y mi papá", escribe.
Sivak ejerce una vez más su oficio con rigor: bucea en expedientes judiciales, archivos periodísticos y documentos, y entrevista a amigos del padre y la familia, se reúne con hombres de negocios y políticos vinculados a la empresa de los Sivak, deja al descubierto las miserias familiares e incluye testimonios de los custodios y los terapeutas con los que convivió en su infancia y adolescencia.
El resultado final es, sin embargo, mucho más que la suma de las partes. Como los grandes libros, El salto de papá crea un universo hipnótico y conmovedor del que es difícil salir indemne. Al autor le ha llevado una vida encontrar el tono justo de esta memoria que abre las puertas de la intimidad con una prosa a la vez despojada y tierna pero alejada de todo gesto exhibicionista y obsceno. Y al lector le costará abandonar ese estado en el que quedará envuelto mucho tiempo después de haberlo terminado.
"La pregunta es sobre los estoicos. Sobre el momento en que los estoicos -como papá, el papá de la foto- bajan esa guardia y se entregan. ¿Cómo será ese instante? ¿Habrá algo de calma?", escribe Sivak sobre ese 5 de diciembre de 1990 en el que su padre se despidió de la clase obrera argentina desde una torre de la calle Posadas, en el barrio de Recoleta. En esta historia, el salto del padre desencadena el vuelo del hijo que no puede dejar de recordar, reconstruir y contar, y en ese acto que alguna vez consideró absurdo, entrega un libro único.
Fuente: Astrid Pikielny para La Nación
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