viernes, 20 de noviembre de 2015

A los 100 años sigue tejiendo y lee el diario sin anteojos


Ella siempre fue una mujer trabajadora y con muchas ideas para salir adelante, y ahora, con 100 años, conserva suficiente energía para continuar con sus oficios. Edith Kuhn todavía agarra palitas para sembrar flores en su jardín y hace labores de su casa sin ninguna ayuda. La simpática tatarabuela fue pionera no sólo en su pueblo natal en Río Grande do Sul, Brasil, donde nació el 5 de octubre de 1915, sino también en lo que actualmente es Rincón de Milberg (Tigre), a donde llegó en 1938. "Mi madre enviaba comida a mis hermanos y les dejaba un camino hecho con ramas cortadas para que no se perdieran de vuelta a casa", recuerda. Y sigue: "Tuve una infancia feliz, de mucho trabajo con mi padre. Llena de alegría y con cosas simples que hasta hoy me dan ternura". La vecina ya ostenta cuatro generaciones de descendientes. Con su esposo tuvieron cinco hijos –la menor Alicia, de 67 años, la acompaña en su casa–, 18 nietos, 42 bisnietos y 14 tataranietos. "Es como si llegaran familiares nuevos todos los días. Cuando me vienen a visitar y veo tanta gente joven, a veces pienso que San Pedro se olvidó de mí", dice entre risas. A los 18 años Edith viajó a Buenos Aires junto a un cura, quien se hizo cargo de cuidarla porque su intención era convertirse en monja y dedicarle su vida a Dios. Sin embargo, abandonó pronto la idea de tomar los hábitos y empezó a trabajar como empleada doméstica. En una de esas casas conoció a Bruno Serafini, luego su marido. De hecho, la familia adoptiva de él creó la primera carnicería en Tigre, que se encontraba emplazada sobre Avenida Liniers. Edith cuenta que durante su vida aprendió a tejer, y en su hogar la mayoría de los suéteres, colchas y adornos los hace ella a mano con una técnica depurada que sólo su experiencia y la comodidad de su sillón favorito le pueden dar. "Con tanto tiempo libre no me queda otra que tejerles a los que quieren mis cosas. Por suerte no me falla la vista y hasta puedo leer el diario sin usar anteojos", cuenta mientras muestra antiguas fotografías. Todavía recuerda con gracia aquella época en la que se divertía jugando en el campo, donde adoptó sus conocimientos de jardinería. "Investigábamos las mariposas y los animalitos sin tener un libro como guía. Buscaba huesitos que había en los árboles. Una vez metí la mano en uno y me encontré nada menos que una serpiente. Por suerte no me mordió, pero me dio mucho miedo. Me acuerdo y se me pone la piel de gallina", asegura. Y da su fórmula de la longevidad: "La clave para llegar a los 100 años es acostarse y levantarse temprano, tener una vida sana y trabajar mucho".

Fuente: Clarín

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