Liberado de "la prisión artística" en que se había convertido Soda Stereo, Cerati se recluyó en Casa Submarina, el estudio montado en el fondo de su hogar en Vicente López, donde vivía con Cecilia Amenábar y los pequeños Benito y Lisa. Tenía varios bocetos de la última época de Soda, pero buena parte de su segundo álbum solista -que, por ser el primero después de la separación de la banda, tuvo mucho de nuevo comienzo- se definió durante la grabación. Cerati por entonces estaba compenetrado con la música electrónica, y el proceso creativo de Bocanada fue hijo de ese affaire. Organizaba los sonidos en un secuenciador MPC 3000 a la vez que desempolvaba sus viejos vinilos para samplear fragmentos que le servían de disparadores. "Río Babel", por ejemplo, se levanta sobre un contrabajo que cita el leitmotiv de "Momma", de la Electric Light Orchestra. En este tema confluyen la atmósfera oceánica y el pulso funky de un álbum en el que la voz de Cerati alterna consistencias de escultura y holograma, mientras su guitarra parece domesticada para entregar lo justo y necesario. En el caso de "Río Babel", un riff acuoso en segundo plano rompe la canción y la lleva hasta sus palabras finales: "Fluir sin un fin, más que fluir sin un fin.".
Quince años después, hay algo conmovedor y hasta un tanto doloroso en la vigencia de Bocanada, ese festín de melodías y texturas. Cerati armó las canciones en soledad, alejado de las salas de ensayo, y enfocó cada tema como un ejercicio de diseño (luego convocó a músicos jóvenes como Flavio Etcheto, Leo García, Leandro Fresco y Martín Carrizo para que ejecutaran sus ideas). Ese abordaje no hace más que resaltar el carácter romántico de la obra, su intimidad de laboratorio y su belleza nocturna. La performance vocal de "Bocanada", un tema armado sobre un loop de la banda progresiva Focus ("Eruption"), es una cumbre de su catálogo. La historia de la letra la cuenta Pablo Schanton en estas mismas páginas, y es esclarecedora la mención a Edward Hopper, el gran retratista de la soledad y la descomposición silenciosa de las relaciones en el mundo moderno. El humo, ese ruido óptico a través del cual se hace visible la alquimia, aparece entre dos "cuando no hay más que decirnos".
En la presentación del disco en el Gran Rex, Cerati cantó este tema con un cigarrillo en la mano, desarmado de su guitarra, afectando la pose de crooner delante de la imagen proyectada de una mujer desnuda, pálida y fría como la protagonista de "Reposo", la pintura de Eduardo Schiaffino. Es casi un bolero ambient, cruzado por los scratches de Rudie Martínez y el contrabajo de Alejandro Terán. La voz de Cerati suena forrada en terciopelo azul, y dibuja arabescos que empujan a la hipnosis. Parece el sueño húmedo de un viejo publicista de Parliament, pero este momento de "distante placer" adelanta dos años la atmósfera neo-noir de Mulholland Drive, el film de David Lynch, su aura misteriosa, decadente e irresistible.
"Veo a Bocanada como una película", le dijo Cerati a Alfredo Rosso en 1999, en la primera tapa del ex Soda Stereo para Rolling Stone. "No porque haya un argumento -el disco no habla de una sola cosa; es más bien ecléctico- sino porque manejamos los moods, los climas de una manera fílmica. Por ahí pasa el hilo conductor, por cómo se entrelazan las canciones con los momentos instrumentales." Ese matiz cinematográfico se proyecta desde la tapa misma del álbum, una foto de Gaby Herbstein en la que se ve a Cerati a contraluz, en la pose del Bowie de Low, metido en un abrigo de piel, soplando humo blanco sobre fondo azul. Parece una cita al Greatest Hits de Dylan, pero Alejandro Ros, director de arte de Bocanada, ni siquiera había visto esa portada. "Con Gustavo queríamos transmitir el clima del disco", dice Ros hoy. "Nocturno, refinado, un cabaret electrónico... Boleros para hojear revistas de moda. Como en su primer álbum solista [Amor amarillo] no estaba su imagen, decidimos que en éste se viera sólo una foto de él en la tapa, y adentro pieles y texturas rojo brillante."
Detrás de esa carátula, que impone la idea de un relanzamiento estelar, "Tabú" funciona como una apertura aventurera y exótica, con una marcha tribal de sintetizadores, graznidos de pájaro y un Cerati que, a medida que va "trepando montañas", busca su propia cumbre expresiva (el falsete de "por tiiii." quedará para siempre). La carga dramática que impregna muchas canciones del álbum ("En algún punto es poético hasta la exageración", decía él) llega a niveles altísimos con "Verbo carne", una masterpiece en la que el narrador le pide la salvación a un pequeño cristo en 3D". Escritos por Terán, los arreglos sinfónicos de esta balada teatral fueron grabados en Abbey Road por la London Session Orchestra. Después de presenciar la sesión, en la que el violinista Gavin Wright dirigió a 48 músicos, Cerati se fue "corriendo con las cintas" a otro estudio de Londres. "Ahí puse la voz -contaría él- en un estado de éxtasis total. Es un momento muy importante del disco, como un pináculo."
Más allá de los gestos ampulosos, Bocanada es también una clase de pop-rock de precisión. El enjambre de guitarras distorsionadas de "Puente", que estalla a la par del verso jinglero "gracias por venir, gracias porvenir" -hipervínculo al "gracias totales" pronunciado en River dos años antes-, es el primer guiño a los nostálgicos. A Cerati no le interesaba hacer un disco conceptual, sino probar formas diversas, conectar sonidos actuales con viejas influencias y detonar ráfagas de emoción en escenarios sónicos sofisticados (esa "doradez" del pop de la que hablaba él). Así llega el tono relajado de "Beautiful" (outtake de Sueño Stereo), con su frase de cabecera "mereces lo que sueñas", el aura tripera de "Perdonar es divino", los toques andinos de "Raíz" (con el sampleo de Los Jaivas) y la prepotencia melódica de "Paseo inmoral", escrita con Francisco Bochatón. "Balsa", el último track (tercer instrumental), es un cuelgue electrónico circular en el que Cerati y Etcheto invocan los ratos de Ocio. Un extracto remoto de la voz de Elvis cierra esa cantinela de cuna post-nuclear: el paisaje blando y desolado del final de una rave.
"Es un álbum en el que la melancolía juega un papel muy importante", le decía Cerati a RS. "Pero intento que nos lleve hacia una situación eufórica a través de la música. Que vos percibas la melancolía de las melodías, de los arreglos y de las letras, pero que el todo tienda hacia la felicidad. Eso es lo que intento conseguir con mi música."
Fuente: Pablo PLotkin para la Revista Rolling Stone
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